capítulo 7

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Creo que nunca me había reído tanto en mi vida.

—¿Es en serio? —pregunta Emma— ni Merit grito como ustedes dos —le dice a Samuel y dylan, riéndose— ¿nunca se habían subido al barco pirata?

—La última vez que lo hice, tenía 12, fue con unos amigos —dice dylan.

—Sí, yo también —Samuel estaba aún pálido.

—Mi sorpresa es que Merit estaba más tranquila que ustedes —digo, viendo como pinta en ese puesto de dibujos.

—Mis padres la llevan a los juegos, cuando pueden —dice Dylan.

—Miren, ya terminé  —nos muestra se dibujó pintado— vamos a los carros chocones.

—Está bien —le dice Dylan, sin negarse — vamos.

—Vayan ustedes, yo me quedaré aquí — les digo, y espero no traten de convencerme.

—¿Estás segura? —pregunta dylan.

—Sí, creo que descansaré un poco.

—Yo también necesito descansar, vayan ustedes, nosotras nos quedaremos aquí  —dice Emma.

—Bueno, si eso quieren, ya venimos —dice Samuel.

Después de que ellos se fueron, nos sentamos en las sillas de el local donde venden helados, estuvimos un tiempo en silencio, hasta que Emma habló.

—Estás empezando a sentir algo por Dylan, ¿no es así?

Al ver que no respondo, lo toma como un sí.

—¿Crees que es amor?, yo no estoy segura de que lo sea, si apenas hemos hablado la última semana.

—No sé, puede ser, también puede ser cariño de amigos, o tal vez ya lo sentías de antes.

—No lo  creo, el amor de niños no existe.

—¿Entonces si alguien no cree en los meteoritos, no existen?, entiendo que pienses así, pero que no creas en algo no quiere decir que no existe, también el cariño se puede transformar en amor.

—Admito, que en los últimos días, he estado pensando estupideces sobre un futuro en que Dylan y yo estemos... juntos —miré hacia abajo un poco avergonzada.

—Yo siempre he soñado un futuro con Samuel desde los 14 años, pero nunca imaginé que escucharía eso de ti —dice aún sorprendida pero con una sonrisa muy pequeña.

Me encogí de hombros.

—Pero si le ves el lado bueno, tienes lo que sobra de este mes, y el mes de enero para descubrir que sientes por el, antes de que nos graduamos y tal vez nunca lo vuelvas a ver.

Pensar en qué talvez no lo vuelva a ver es algo... raro, hace años esperaba que eso sucediera pero nunca lo había pensado bien.

¿Cómo pude acostumbrarme a estar cerca en solo una semana?

—Ahí vienen —avisa Emma.

—¿Pedimos algo? —pregunta Samuel.

—Helado de chocolate —dice Merit

—Está bien, pero ya no te voy a consentir más —le dice dylan— mis padres me matarían si supieran que comiste helado antes de cenar.

—No se van a enterar —le dice a su hermano, rodando los ojos.

—¿Y ustedes ?

—Emma ya sabe lo que pido siempre — digo respondiendo a Samuel cuando veo las intenciones de mi amiga de acompañarlo a comprar nuestros helados.

—Para mí cualquier cosa —responde Dylan.

—¿Vienes Merit? —le pregunta Samuel, Merit mira a su hermano y él asiente, ella corre sonriendo hacia Emma y entran a la heladería.

—¿Estás bien, Esther? —me pregunta Dylan, pasando unos minutos.

—Sí, ¿por qué preguntas?

—Estás como pensativa. ¿segura de que estás bien? —agarra mi mano, que estaba sobre la mesa.

Siento algo en mi cuerpo que no recuerdo haber sentido, o no que me haya dado cuenta, como si mi corazón partiera más deprisa.

—Sí, estoy bien, ¿vas a ir a la fiesta de navidad? —cambio de tema, él finge que no se dio cuenta.

—Depende.

—¿Depende? —pregunto.

—Si tu vas, yo también —en ese momento llega Merit y los otros, suelta su mano, cuando merit se acerca a él.

Él la sienta en sus piernas, mientras Merit come su helado.

—Yo elegí tu helado —le dice a su hermano.

—No me digas, como si nunca lo hicieras —responde negando con la cabeza.

Emma me da mi helado, y Samuel deja el helado de Dylan en la mesa.

Mi helado es de vainilla, con uvas, y chocolate derretido.

—Esther, Emma me dijo que tú también dibujas —me dice Merit, con brillo en sus ojos— ¿puedo ver tus dibujos ?

—Claro, Merit, cuando volvamos a mi casa, te los muestro. .

—¿Volver a tu casa? —pregunta Emma extrañada— pensé que ya habían acabado por hoy.

—Sí, pero alguien dejó sus cosas sin guardar —digo refiriéndome a Dylan.

—Claro, como si tú nunca te olvidaras de algo —señala.

Al final, volvimos a casa, mientras Dylan guardaba sus cosas yo le mostraba mis dibujos a merit.

—¿Te gustaría ser una pintora famosa ?  —me preguntó.

—No, prefiero enseñar a otras para que ellos lo logren, no me gusta eso de ser famosa.

—Yo sí quiero, si algún día tienes una escuela de arte voy a ir a tus clases.

—Bueno, ya veremos —le sonrio.

—Merit, vámonos, Esther mañana no vendré, mis padres nos quieren llevar a un viaje.

—Está bien, hasta el lunes.

Antes de que se fueran llegan mis padres.

—Buenas tardes, Dylan y Merit -los saludan.

—Buenas tardes, señor y señora dueñas  —le dicen los dos al mismo tiempo.

Mis padres pasan, mientras ellos se van.

Cierro la puerta.

—Bueno, ¿y ya pueden dejar de mirarme así ?

—¿Así cómo? —pregunta mi madre, ocultando una sonrisa.

—Como si supieran algo, que yo no.

—No sabemos nada que tú no sepas —dice mi padre, que disimula mejor que mi madre—, mejor háblanos de qué trata tu proyecto —cambio de tema.

—Claro...

Mentiría si dijera que no fue extraño no haber visto a Dylan un domingo y a Merit, claro.

Fue el domingo más largo de mi vida.

Hasta que al fin es lunes.

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