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Sintió los brazos de Seokjin sacudiéndolo como si quisiera sacarle todos los pensamientos de la cabeza

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Sintió los brazos de Seokjin sacudiéndolo como si quisiera sacarle todos los pensamientos de la cabeza.

—¡Eres tú, eres tú! —decía, elevando la voz—. No lo puedo creer. Mi amigo...

Jungkook era atraído hacia un agujero negro y regresado a orbita por Seokjin, quien estaba frente a él. Sus ojos estaban brillando con lágrimas en las esquinas de estos, y luego, sintió cuando sus brazos finalmente lo envolvieron.

Escuchaba los sollozos de su amigo y Jungkook sintió una emoción amarga precipitándose desde su pecho: remordimiento.

—Eres tú, Jungkook. Eres uno de ellos. No puedo creerlo, serás un astronauta —afirmó con tanta certeza, que por un momento Jungkook ni siquiera lo dudó.

De un momento a otro, había una algarabía a su alrededor y fue alejado de los brazos del satélite que lo mantenía en órbita.

La madre de Seokjin, el rector del instituto educativo y otras personas, que en su vida jamás había visto, se encontraban justo a su lado, expectantes a su reacción.

Jungkook no sabía qué decir, él no era bueno con las palabras, por lo que miró a su amigo en busca de ayuda.

—Él necesita un momento a solas, todos, excepto mi madre y yo, pueden esperar abajo en la sala —anunció Seokjin con una expresión seria, comprendiendo la silenciosa petición de su amigo.

—Jungkook, ¿hijo? —La madre de su amigo le miraba con preocupación.

—Creo que sigue en shock. ¿Qué debemos hacer? —Seokjin se estaba comiendo las uñas, era un gesto que hacía cuando estaba realmente preocupado.

—Solo aguarda a su lado —intentó tranquilizar a su hijo—. Iré a encargarme de esas personas. No te preocupes, cariño.

Jungkook sintió las manos cálidas de su amigo sobre las suyas. Lo escuchó suspirar, mientras su vista se perdía en el cielo, ya oscuro, que se divisaba desde la ventana.

—Todo es muy tranquilo en esta habitación. —Empezó a hablar su amigo suavemente—, tú y yo aquí, mientras a cientos de años luz hay una estrella que está naciendo, y probablemente pasarán otros miles de años para que nuestros ojos puedan apreciarla —Hizo una pequeña pausa, mirando a Jungkook—. Es todo caótico afuera pero al mismo tiempo fascinante, ¿no lo crees?

—No puedo. —Fueron las palabras que logró decir, sumado a un gesto de negación—. Seokjin... —Finalmente lo miró con ojos suplicantes—. No puedo ser yo. Debe ser un error.

La expresión del más alto era bastante pacífica, en contraste con los pensamientos que se arremolinaban en su mente.

—A mí no me parece un error, Jungkook. —Siguió hablando calmadamente, como si cargara sobre sus hombros, los secretos del mismo universo—. Que hayas sido elegido, me ha parecido lo más correcto.

—Yo no... Esto no es para mí. —Siguió negando, con un hilo de voz.

—¿Estás seguro?

No supo qué responder. Jungkook se encogió de hombre, mientras su mente seguía siendo un lugar caótico, sin ningún pensamiento conexo.

—Me parece que deberías al menos estar seguro de tu posición.

A este punto, el rostro de Seokjin se había ensombrecido, apretando el agarre que tenía sobre la mano del menor.

—Seokjin, este es tu sueño —dijo con voz trémula—. Esto no es justo —añadió en un susurro.

Seokjin exhaló el aire contenido, y sin apartar la mirada de su amigo, asintió.

—Y seguirá siendo mi sueño, y no por eso tendrá que hacerse realidad —dijo sorbiendo la nariz, acompañado de un rastro de tristeza en su voz—. Los sueños no siempre tienen en cuenta la realidad del presente. Convertirme en astronauta, seguirá siendo mi sueño, pero es tu realidad ahora, no la mía.

Lágrimas seguían cayendo silenciosamente del rostro de Seokjin. Y Jungkook se sintió tan impotente por no saber cómo consolarlo, porque sabía cuánto sufría, al tiempo en que intentaba animarle.

—Lo lamento mucho, Seokjin. Sé lo mucho que querías esto.

Sus palabras parecieron remover algo en su amigo, quien lo abrazó con fuerza, sollozando audiblemente.

Seokjin nunca supo las incontables noches que, a partir de ese día, Jungkook pasó deseando que el destino para los dos fuese otro.

Dejó que su amigo llorara sobre su hombro, haciendo el luto correspondiente a su sueño.

Una oportunidad como la que ahora tenía Jungkook difícilmente se repetiría.

En ese momento, Jungkook ya había tomado una decisión, y Seokjin jamás tendría que enterarse que él era motivación para seguir adelante, y también la razón por la que regresaba a Tierra.


🌌

Jungkook tenía 16 años cuando fue preseleccionado en televisión, y desde ese momento, y por un año entero, tuvo que realizar cientos de pruebas, pasar decenas de exámenes; todo esto para ser parte del programa de la NASA.

A los 17, Jungkook no quería abordar el avión que lo llevaría a Estados Unidos para iniciar su entrenamiento oficial como candidato de la misión Artemis. Seokjin, ahora de 20 años, tras terminar el primer año en la universidad, estaba llorando con él.

—Lo harás bien y tu hyung estará orgulloso de ti —decía, sosteniendo entre sus manos el rostro del más joven de los dos—. Sea cual sea el camino que tomes, estaré siempre para ti.

Jungkook veía borrosa la imagen de Seokjin frente a él, fruto de las lágrimas, apenas asintiendo con la cabeza.

—Eres la persona más importante en mi vida. Te quiero. —Sus palabras resbalaron de su boca en medio de hipidos y un nudo garganta.

Seokjin sonrió dulcemente.

—Yo también te quiero, mi pequeño astronauta.

Esa fue la primera vez que Seojkin se refería a él como su pequeño astronauta. Jungkook jamás lo olvidaría.


🌌

Jeon Jungkook estaba por cumplir 20 años cuando oficialmente fue elegido como parte de la misión que llevaría a una decena de personas en busca de un segundo hogar para los habitantes de la Tierra.

Y en el día de su cumpleaños, y estando a cinco días del inicio de la misión Artemis, recibió la visita sorpresa de su amigo, quien arribó al lugar donde se encontraba haciendo su entrenamiento.

Sin poder creerlo, sus piernas se debilitaron al ver a Seokjin sonriente frente a él. Lo había echado de menos. Jungkook sintió una sensación de alivio cuando se abrazaron.

Seokjin representaba su hogar, su satélite, y lo había extrañado tanto, incluso cuando se enviaban cartas regularmente y hablaban telefónicamente una vez a la semana.

—Yo también te extrañé, mi pequeño astronauta.

Jungkook sonrió, resistiendo las ganas de llorar.

Para ese momento, Seokjin tenía 23 años y él 20. Los dos habían envejecido, exactamente, los mismos días y minutos.

El paso del tiempo era implacable, una huella de la que Jungkook nunca se pudo deshacer.


Florida, septiembre 1980.

The Little Astronaut [JJK+KTH]Where stories live. Discover now