11-. La extraña sensación de la serpiente

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Unas horas atrás...

La espalda lo estaba matando de una manera tan increíble, siempre le crujía la espalda y no habría forma de culparlo, había dormido en un catre demasiado duro donde apenas podía estar cómodo, ahora estando en una cama blanda, que, si bien era compartida, pudo quedarse como un tronco en cuanto su cabeza toco la almohada.

Sin embargo, después de haberse sentido ya descansado, haber abierto los ojos y no poderse quedar nuevamente dormido, se levantó de la comodidad y se dio cuenta de que su compañero había desaparecido de su lado. Carlos ya no se encontraba en la habitación, algo que lo preocupo, pero recordó que ese chico se podía cuidar solo así que no fue la gran cosa para él.

Aunque sí quiso salir a buscarlo y regresarlo antes de que Mal y Evie se dieran cuenta de su ausencia. Ya era demasiado tener que estar en un pueblo desconocido sin recuerdos de su vida pasada, el estar juntos era lo que realmente los hacía sentir cómodos.

Jay no tenía recuerdos de su vida, pero no le molestaba. No quiso comenzar a hacerse ideas de quienes eran sus padres, si tenía alguna familia o de donde venía, porque era una certeza muy fuerte la idea de que Historioburgo no era su lugar de origen.

Se miró en el espejo, su cabello largo lo había recogido en una coleta para que no le molestara en la cara. Se notaba que su estilo era de un vándalo, pero a la moda, tenía esa sensación de querer tomar lo que quisiera sin tener que darle explicaciones a nadie y eso era algo que le daba miedo.

Era como si en sus venas corriera la sangre de un ladrón, un ladrón que siempre lograba salirse con la suya sin tener que darle explicaciones a nadie...

Al ver la tienda de antigüedades, las ansias de entrar y robar algo eran enormes.

Debo calmarme.

Se decía a sí mismo, había entrado al baño y se miraba en el espejo que estaba sobre el lavamanos. No tenía idea de cómo continuar controlando esos sentimientos, su propia vida estaba en riesgo, y pondría en peligro la de sus amigos si no se les ocurría una manera de terminar con todo eso.

—Debo calmarme, debes calmarte— la sensación no se iba, aunque la estuviera diciendo en voz alta.

Necesitaba salir y pensar, dejar fluir sus pensamientos y buscar a Carlos también.

Con sumo cuidado, salió de la habitación que estaba compartiendo con las chicas, no tenía una forma de dejarles una nota para avisarles que había salido en busca de su amigo, pero pensaba que no se tardarían demasiado y podrían volver antes de que despertaran... después de todo, ellas estaban más cansadas que ellos.

Bajó por las escaleras rápidamente, esperando encontrarse con su amigo en la recepción y no tener que salir a las calles de ese pueblo que parecía estar habitado por puras personas locas con miradas realmente aterradoras.

Para su mala suerte, su amigo no se encontraba en ese lugar.

Tendría que salir y estar atento ante cualquier cosa que pudiera pasar, ver si encontraba al chico debilucho de rizos castaños vagando por ese lugar tan desconocido que maravillaba, pensando en los miles de cosas que podría robar y... nuevamente permitía que sus pensamientos divagaran en esa idea que cada vez que le daba vueltas no sonaba tan descabellada realmente.

El pueblo resultaba ser demasiado pintoresco, aunque ciertamente, no iba a dejar que las ideas de Mal sonaran como a una locura, aquel sitio escondía algún tipo de energía especial que se sentía en el aire, un aura especial que se mantenía oculta dentro de Historioburgo, y quienes sospechaban que fueran conocedores de ese misterio, eran justamente tres de las cinco personas que habían conocido cuando llegaron.

Once Upon A Descendants: El Secreto de la Isla #1 (COMPLETADA)Where stories live. Discover now