25-. Auradon, el reino del "felices para siempre"

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El Sr. Gold no se consideraba una persona amorosa.

De hecho, durante muchos años había evitado a toda costa ese sentimiento, pues temía que sí lo tenía en su corazón, todo el poder maligno que residía en él se iría. Aunque también tuvo mucho que ver el abandono y humillación de su esposa por escapar con un pirata, así como perder a su hijo por su propia cobardía.

Se había recluido en su castillo por muchos años, recolectando y coleccionando todo tipo de objetos mágicos, intentando encontrar una manera de regresar con su hijo.

Fue hasta que una hermosa mujer de ojos azules llegó a vivir con él cuando puso en duda todo lo que había creído.

La historia de todos los enredos amorosos, mágicos y mortales se extendía demasiado, había tenido que reparar muchos daños provocados por su deseo incansable de poder; pero ahora podía decir con todo orgullo que había logrado formar su familia.

Ahora el Tenebroso sentía amor.

Pero la verdad, aún eran contadas con una sola mano las personas que podía decir, amaba:

Su esposa Bella, su hijo Gideon, su difunto hijo Belfire, y su nieto Henry.

Los demás tal vez no era amor, pero había aprendido a serles leales. Incluso a los cinco desconocidos que aparecieron en la biblioteca de Historioburgo, a pesar de que por su causa llevaban varios días metidos en esa prisión él, su esposa, hijo y nieto.

Quiso atrapar la roca cuando ésta se alzó. Jay había intentado retener la piedra usando el báculo como palanca, enterrándola en el piso descubierto. Levantó las manos, pero no pudo usar su magia; Narissa había usado la Daga del Tenebroso, ordenándole que no usara su magia hasta que alguien más desistiera de esa decisión.

Bella había corrido y la había tomado con el fin de permitirle usar su magia, pero no fue lo suficientemente rápida.

La roca cayó de lleno al barranco, sus estelas carmesís no los alcanzaron, pero logró evitar que una gran cantidad de piedras les cayeran encima. Las lanzó lejos, cayendo en lo profundo del precipicio, pero asegurándose de que no los aplastaran.

―¡CHICOS! ― escuchó a su nieto gritar. Henry era el que más se había encariñado con ellos.

Gold vio el báculo de serpiente, que continuaba encajado en la tierra suelta que había dejado a la vista el derrumbe. Se acercó y lo tomó.

—¿Están...? ¿han...? — Bella no terminaba de hacer su pregunta. Se aferraba con fuerza a su bebé. Desde que lo secuestró el Hada Negra, intentaba no separarse del pequeño Gideon.

—No— respondió el Sr. Gold, mirando los ojos de la serpiente.

—¿Por qué estás seguro, Gold? — preguntó Emma.

Alzó el báculo para que lo vieran.

—Reconozco perfectamente esto, es de la bóveda oculta de mi castillo.

—¿La Bóveda Prohibida? — preguntó Bella, mirando con temor el objeto.

—Sí, dónde resguardaba aquellos objetos que escapaban de mi propia comprensión.

—¿Y eso qué demuestra? — preguntó Regina.

—¿Ninguno reconoce esto? — preguntó Gold.

Fue Killian quien abrió los ojos.

—Es el báculo de Jafar.

—El que antecedió a ese báculo. Le pertenecía a un poderoso hechicero, antepasado de Jafar. Pero después de su muerte, nadie lo pudo volver a utilizar— su tono era de sorpresa—, pareció que, con su amo, su poder murió. Éstos dos rubís eran literalmente piedras— apuntó a los ojos de la serpiente—, estaban apagados. Sólo se volverían a encender cuando lo reclamara su amo. Y al parecer, ese chico Jay lo es— ninguno de sus acompañantes dijo nada—. Mientras Jay siga vivo, los ojos seguirán brillando. Aunque vaya a otro mundo o a otro plano, los ojos continuaran encendidos. Esto demuestra que no están muertos.

Once Upon A Descendants: El Secreto de la Isla #1 (COMPLETADA)Where stories live. Discover now