Capítulo VI

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1 de septiembre de 1971

Tengo miedo.

Mucho miedo.

A pesar de que tenga muchas ganas de ir a Hogwarts, y dejar de convivir con mi padre la mayor parte del tiempo, tengo miedo.

¿Y si todo acaba siendo peor aún?

Acabábamos de montarnos en el carruaje para poder llegar a la estación de King's Cross a tiempo. Seguro que hay mucha gente. No sé como voy a controlar la avalancha de todos los sentimientos de la gente y a este paso voy a perder el control.

No vas a perder el control, confía en ti.

No puedo hacerlo.

Si que puedes.

No quiero hacerlo.

Sabes que no es cierto.

Mientras que todos esos pensamientos pasaban por mi cabeza, mi hermano le contaba a mi padre que había sido elegido como prefecto de su casa.

Como no, solo faltaba alimentarle más el ego.

— Además, Padre, Andrómeda Black, la hermana de Ciss... eh digo, Narcissa — «¡¿Ya le ha puesto apodo?! Ay por Merlín». — será también prefecta. ¿Se puede creer que no hayan elegido a Bellatrix? Ella es mucho más competente que Andrómeda — Dijo muy convencido.

Conozco de poco a Bellatrix Black, solo de cuando su familia se presentó aquí a comer una vez. Lo único que sé es que está en sexto o séptimo curso, que tiene novio y que está un poco ida de la cabeza. Andrómeda es mejor candidata, seguro.

— Sí, hijo, tienes razón. — Respondió mirando hacia la ventana. Parecía que no le importaba nada lo que su hijo acababa de decir, como si estuviera ausente de la conversación.

Eso es raro.

Justo en ese momento, el carruaje paró, dejándonos en una parte trasera escondida de la estación de King's Cross. Nos apeamos lo más rápido que pudimos, para que los muggles no viesen el carruaje con thestrals que nos había traído hasta aquí.

Caminamos con nuestro equipaje hasta la entrada de la estación, de la cual entraban y salían una gran cantidad de personas, hombres, mujeres, niños y ancianos.

De pronto, todo lo que veía empezó a verse en cámara lenta.

Oh, no.

Podía sentirlo, todo. Estrés, Cansancio, tristeza, rabia, alegría, odio, amor. Todas las emociones habidas y por haber me empezaron a golpear la cabeza de una manera insoportable.

No podía hacerlo.

No podía.

Ay, no... Ay, no, no, no.

— Ignóralo, céntrate en tu mente, ciérrala — dijo la voz misteriosa que escuche la última vez.

Hice lo que decía, me ayudó una vez, y ahora mismo estaba en una situación desesperada. Si aparecía, era por algo.

Intente relajarme. Respire hondo y cerré los ojos, me olvidé de todo y de todos, de mi entorno y de por qué estaba allí. De todo.

Y paró.

Podía percibir cosas, pero no tan intensamente como hace apenas unos segundos.

No puede ser verdad, estaba salvada.

Muchísimas gracias, voz mágica.

— ¡Iria!... ¡Iria! ¡No te pares, vamos a llegar tarde! — Exclamó mi hermano desde la entrada. Padre y él ya habían llegado a la puerta

Cogí de nuevo mi equipaje, y corrí tras ellos.

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Tras cruzar el muro que llevaba al andén 9 ¾, nos encontramos con el tren que llevaba a Hogwarts. Era precioso, de un brillante color negro y rojo. Parecía sacado de uno de esos libros de misterio que tanto me gustaban.

Caminamos por el andén, buscando un lugar para poder pararnos y poder despedirnos de nuestro padre. Al cabo de un rato, mi hermano se despidió de él y se separó de nosotros, en búsqueda de sus amigos. Intenté hacer lo mismo para intentar buscar a Sirius, pero mi padre me sujetó del hombro para impedírmelo.

— Espera, Iria — Dijo — Tengo que hablar contigo.

— ¿Qué pasa, padre? — pregunté, no sabía qué más quería decirme después de todas las advertencias que me hizo en su momento.

— Quiero darte unas... nuevas indicaciones antes de que te vayas con... tu amigo — Dijo con un tono de voz extraño.

Percibía miedo, pero miedo de verdad ¿Mi padre tenía miedo?

Eso sí que es raro.

Demasiado.

Asentí con la cabeza como señal de atención, a lo que él continuó.

— Como estoy completamente seguro de que vas a ser seleccionada para Slytherin — dijo convencido «Si, seguro». — Voy a advertírtelo por si acaso. Ni se te ocurra relacionarte con sangres sucia, son una mala influencia y no queremos que ensucien nuestro estatus.

Perfecto, una regla más que no voy a poder cumplir porque no me voy a parar a preguntarle a todo el mundo si sus padres son magos.

— ¿Eso es todo? — pregunté impacientemente mientras veía como Sirius me saludaba desde la puerta de uno de los vagones con una sonrisa.

— No, aún no. — me miró fijamente a los ojos — Tampoco quiero que tengas ningún tipo de contacto con el director. Cuanto más lo evites, mejor.

— Pero, ¿es por algún motivo? — dije, extrañada. ¿Por qué no quería que hablase con el director? Como si fuera a meterme en un lío.

— No, no, no. Claro que no. — dijo con una voz extremadamente dulce. — Solamente espero que tu rendimiento sea bueno y que no tengas que ir mucho a su despacho, porque como yo me enteré de que has tenido que ir a verlo... — Empezó a apretarme los hombros con demasiada fuerza.

— Vale, vale, vale. Está bien. Nada de meterse en problemas. — Respondí, al mismo tiempo que movía un poco los hombros. Se había pasado de fuerza, otra vez. «Esto es muy raro»

— Buena chica, ahora corre, métete en el tren, que está a punto de salir.

— Adiós, Padre.

— Adiós, hija.

Cogí mi equipaje y cargué con él hasta la puerta del vagón en el que se encontraba Sirius. Desde allí, eché una última mirada a mi padre, él cual me observaba con una sonrisa forzada. Sabía que en realidad estaba encantado de deshacerse de mí, pero eso no me importaba, porque yo también lo estaba.

Aquí empieza mi camino hacia la libertad.

— ¡Hola, Iria! ¡Vamos, busquemos un vagón antes de que los ocupen todos! — Exclamó Sirius a la vez que se subía al vagón.

⋅Ataraxia⋅ ||PAUSADA||Where stories live. Discover now