Scene eleven.

675 50 19
                                    

José.

Diez minutos son los que tenemos en el departamento de sandy y son los mismos que llevo en el balcón fumando mi quinto cigarro de la noche, hay música buena allá adentro que hace que todos estén vueltos locos bailando y disfruten de ello.

Pero ¿qué vergas hago yo? Claro, estar fuera de ello, hundido en mis pensamientos, intentando despejar la mente y querer entender mis extraños comportamientos, no es algo tan usual en mí, y cuando se da me da miedo a veces. Creo en el amor como todo ser humano, he tenido varios noviazgos pero la mayoría ha fracasado o sólo terminamos por no entendernos o porque ya nada es lo mismo.

Incluso me han lastimado, para la mayoría suena tan marica que un hombre lo diga pero vamos ¿a quién chingados no le ha dolido? Putos insensibles. Quiero volver a querer a alguien, a sentirme querido pero sin embargo quiero ser entendido, comprendido, necesito de alguien que me quiera por lo que soy con todo y demonios llenos de misterio, no por lo que aparento.

Pero es tan difícil, las mujeres de hoy en día son unas interesadas, y no lo hablo en general, lo digo sólo por algunas, es por eso que se pierde tan rápido la credibilidad y no vuelves a confiar como antes.

Ah... me siento un erudito filosófico.

Finalizo el cigarro y lo tiro al piso para aplastarlo con mi zapato, estoy dispuesto a beber y ponerme hasta mi madre, sólo así me olvido de los malos ratos y me termino por relajar.

-¿Qué pedo pepe? La fiesta está adentro- un yayo muy serio habla detrás de mí y luego decide hacerme compañía.

-Vine a... pensar- suspiro y hago una mueca.

-¿En qué?- voltea a verme.

-Verás, hace como una semana conocí a una chica y no sé qué hizo en mí que de pronto viene a mi mente, y luego cuando me la topo, soy todo un puto amoroso.- relato serio y atemorizado, no quiero siquiera escuchar lo que yayo vaya a decirme.

-Te llama la atención- escupe y yo empiezo a negar rotundamente.

-No, no puede yayo ¡NO!- niego frustrado- no tengo nada de conocerla.

-¿Y eso qué wey? Todo pinches puede pasar- enarca una ceja y da un buen sorbo a su cerveza- date una oportunidad cabrón ¿cuándo fue la última vez que tuviste un noviazgo?- cuestiona curioso.

-Hace um...- pauso para poder hacer cuentas y responderle. Lo miro- un año.

-Ahí tienes, no le veo nada de malo.

-No quiero fracasar wey, no quiero que suceda como en mis anteriores relaciones wey.

-Mientras te atormentes con esa idea, va a suceder, pepe.

Quiero... quiero intentarlo, hay algo que me empuja a hacerlo pero muy a fondo, hay algo más fuerte que me abstiene y entonces me pone en un dilema, tengo miedo... ¿qué tal que simplemente pueda terminar siendo una interesada y me mande a la verga? ¿Quién puede asegurarme que puede sentir lo mismo que yo? ¿Qué me asegura que todo podrá tener tanta armonía? Nadie.

Aunque a veces me siento tan bien estando solo, no hay nadie quien te ordene qué hacer o que no, no te mantienen presionado o jodiendo que no pinches le has llamado o por lo menos enviado un mensaje para saber cómo se encuentra o esos dramas de celos enfermizos que te arman pero luego llega un punto en el que necesito de alguien para sentirme acompañado.

Por lo menos querido de un rato. Siendo honesto, soy todo un misterio por descubrir y ser entendido, comprendido, sin sentirme sofocado o juzgado.

Estoy por cumplir veintiocho años el mes que entra (enero) y aún no tengo claras muchas cosas, eso me estresa, me desespera, ya soy todo un adulto como para saber lo que busco, lo que quiero pero no, estoy indeciso.

Pero todo mi concepto e ideología cambia cuando aquella pelinegra se adueña de mi mente, me hace sentir extraño, es adorable, tiene algo que la hace destacar entre tanta mujer que le rodea, hace que llame mi atención, no tengo más de dos semanas de conocerla y de sólo topármela me apendejo ¿es que acaso la vida y el destino ya lo tenían deparado?

« Quiero conocerte más... » tecleé rápidamente, quería enviárselo y saber su respuesta, me intrigaba tanto.

-Hazlo.- me anima yayo dándome unas cuantas palmaditas en la espalda.

Suspiro y cierro los ojos con fuerza, Jesucristo no puedo.

« No seas cobarde. » me dije.

3... 2... 1... y pulso "enviar".

The Reason.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant