Hasta el fin

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Historia escrita por Revontulett, disfrútenla

No soy dueño de Dragon Ball, le pertenece a Akira Toriyama y otros, así como de cualquier otro elemento de cualquier otra obra, creación que aparezca, créditos a quien corresponda.

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Amanecía.

La tímida luz del sol bañaba la enorme estructura del Templo Sagrado, cubriéndolo todo de una pálida película de tintes rosas y naranjas.

Parada en el centro de la enorme plataforma, Videl retrocedía.

Las conocidas sensaciones de la ansiedad, de la adrenalina llenándola ante el peligro, la inundaban en frías oleadas de terror. Cientos de imágenes revoloteaban como un torbellino en su cabeza, trayendo de vuelta a la superficie todo lo que había sufrido, lo que había atravesado y a lo que había sobrevivido a lo largo de los años. De algún modo u otro, a pesar de lo insólito y aterrador del peligro que estaba a punto de enfrentar, todo podía reducirse a un viejo concepto que por sí misma había ideado hacía mucho tiempo; una de las tantas cosas que la habían ayudado a mantenerse con vida. Algo tan simple y pragmático como una escala de los múltiples peligros que asechaban entre las ruinas del mundo.

En los últimos quince años, Videl había atravesado infinidad de situaciones de vida o muerte. En el mundo devastado en el que había crecido, los androides distaban mucho de ser la única amenaza que uno podía llegar a encontrarse. Dejando de lado los obvios peligros que las enfermedades, el hambre, el frío y la polución representaban para cualquier sobreviviente, Videl había creado su propia pirámide de posibles amenazas del día a día, ordenadas por peligrosidad y probabilidad de ocurrencia. En la base se encontraban los grupos de saqueadores y bandidos. Si uno vivía en las ruinas de una ciudad, como ella había hecho durante mucho tiempo, toparse con una banda de esas ratas carroñeras podía llegar a convertirse en parte de la vida cotidiana. Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que se había visto obligada a huir o pelear contra escoria como esa. De alguna manera, siempre se las había arreglado para salir entera de esos encuentros, pero eso no quería decir que no se hubiera llevado su buena cuota de cortes, moretones y hasta huesos rotos.

En los dos escalones siguientes ubicaba a los perros salvajes y a los gatos monteses, criaturas infernales que, independientemente de los entornos urbanos o silvestres, siempre podían estar asechando desde cualquier rincón. Mucho más peligrosos que los bandidos, Videl había tenido varios encontronazos con aquellas alimañas agresivas y endemoniadamente astutas.

Muchos menos frecuentes, aunque no por ello menos peligrosos, habían sido sus experiencias con la amenaza que ocupaba el anteúltimo escalón de la pirámide. Se trataba de los animales que habían logrado escapar de los zoológicos abandonados, o aquellos que solían vivir en lo profundo de bosques y montañas, y que ahora, con las ciudades completamente reducidas a ruinas, se animaban a aventurarse en territorio humano. En ocasiones que podía contar con los dedos de las manos, Videl se había topado con pumas, jabalíes e incluso leones y panteras. Tenía una larga cicatriz que iba de la clavícula a la axila, recuerdo de un para nada agradable encuentro con un puma medio muerto de hambre.

Por supuesto, nada de eso se acercaba siquiera a lo que había en la cima de la pirámide. En el último escalón se encontraban los androides. Así es. Número 17 y Número 18 eran lo que menos probabilidad tenía uno de cruzarse en el mundo post apocalipsis. Solo eran dos, y el planeta Tierra era demasiado grande hasta para seres como ellos. Pero que fueran lo menos frecuente no restaba para nada el peligro que representaban. Hasta el día en que vio por primera vez a Gohan, Videl jamás se había topado cara a cara con uno de ellos. Nunca había estado a menos de doscientos metros de distancia de uno o de otro. Pero aun así, la amenaza que suponían era la más grande que un ser vivo se podía topar. Cuando los androides aparecían, lo destruían todo y a todos. Escapar constituía un milagro en sí mismo, y Videl había sido lo suficientemente lista para mantenerse alejada de las ciudades y pueblos abandonados, sus principales terrenos de caza. A eso debía sumar una considerable dosis de buena suerte, pues antes de comenzar a refugiarse en tierras salvajes, los androides habían atacado las ruinas de Estrella Naranja. También habían destruido las comunidades exteriores cerca de las que se estableció después, aunque en ese momento ya se mantenía lejos de cualquier grupo, escondida en los bosques periféricos.

Un futuro diferenteHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin