Humano

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Historia escrita por Revontulett, disfrútenla

No soy dueño de Dragon Ball, le pertenece a Akira Toriyama y otros, así como de cualquier otro elemento de cualquier otra obra, creación que aparezca, créditos a quien corresponda.

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Estaba acostado delante de ella, inmóvil en una de las viejas camillas de hospital que habían logrado llevar hasta las instalaciones del metro. El único sonido en la fría habitación era el repiqueteo rítmico del suero, conectado al brazo que le quedaba por medio de un tubo plástico. El líquido bajaba lento y constante, manteniéndolo con vida, y ella no podía apartar la mirada.

Se acomodó un su asiento, rodeándose las rodillas con ambos brazos. La expresión del joven era de una paz absoluta. Tenía los ojos cerrados y la boca ligeramente abierta, como si durmiera un sueño tranquilo, no una inconsciencia que ya se había extendido durante cuatro largos días. Ella había procurado mantenerse junto a él todo lo que le era posible. Nock había dado la orden de desvalijar la tienda mayorista que Sharpner había encontrado, de manera que ya casi tenían todos los suministros que necesitaban para marcharse. La actividad de Videl se había vuelto menos ajetreada desde entonces, pero aún así siempre había cosas por hacer: montar guardia, organizar patrullas de menor alcance y varios trabajos del día a día, desde purificar el agua hasta ayudar al único médico que tenían a atender a los heridos.

Más allá del hecho de que ella lo había llevado hasta allí, esto último era lo que le había permitido acercarse aún más a él. Sabía en qué habitación estaba "internado", de modo que aprovechaba cualquier tiempo libre que tenía para ir a visitarlo. Siempre llegaba con la esperanza de verlo despierto al fin, de poder hablarle, de poder hacerle tantas, tantas preguntas. Pero seguía inconsciente... Una parte de ella temía con pavor que ya nunca se despertara, que permaneciera dormido hasta el día en que fuera imposible quedarse más tiempo en la Capital del Oeste. Temía más que nada verse obligados a abandonarlo allí.

"Un poco más de tiempo...solo un poco más..."

Sonrió con amargura al darse cuenta de lo que acababa de pensar. Hasta hacía cuatro días, no había nada que deseara más que largarse cuanto antes de la ciudad. Ahora, sin embargo, anhelaba con fervor todo el tiempo que pudieran tener. Sacudió la cabeza, clavando los ojos en aquel rostro tranquilo, en paz, dormido.

—Si de algún modo puedes escucharme...despierta...por favor...

Él, por supuesto, no contestó. Tampoco despertó. Siguió allí, tumbado, rodeado de un aura de paz y tranquilidad que no podía describir. Lo miró con suma atención, como tantas otras veces desde que lo trajera desde el otro extremo de la ciudad. Aquello había sido difícil. Había tenido que conducir una motocicleta en pésimas condiciones, de noche y en medio de la lluvia, rogando en todo momento que él no se cayera y que ninguna emboscada de bandidos o perros salvajes los sorprendiera más adelante. Cuando al fin lograron llegar al refugio en el metro, la reacción fue de asombro y de indiferencia a partes iguales. Después de todo, no era la primera vez que los exploradores traían a alguien herido que habían encontrado estando de patrulla. El asombro en cambio fue por la herida que el joven presentaba, la pérdida completa de uno de sus brazos, así como por el extraño uniforme de karate que vestía. Videl lo supo en cuanto vio como todos se quedaban mirándola mientras cargaba con él hasta la enfermería, aunque nadie dijo nada. Al fin y al cabo, más allá de sus ropas y su herida, solo era alguien más al que habían encontrado al borde de la muerte. Nada fuera de lo común en los tiempos que vivían. Solo Erasa sospechaba quién era él, pero había tenido la delicadeza de darle espacio y mantenerse en silencio. Videl se lo agradecía. Aún no se sentía preparada para...para...

Un futuro diferenteWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu