—Eres tan descarado. Te acusaré con Lillie.

—No lo harás.

—Lo haré. ¿Sabes el problema que nos estás causando? Primero aceptas el proyecto de Lillie en mi nombre, si estoy aquí es por tu culpa, Lillie me odia lo dejo muy claro en el hotel y ahora lo recalco unas diez veces en la terraza, de hecho, si no intervengo Lillie es capaz de lanzarse de la terraza con tal de estar lejos de mi y ahora ¿pretendes que no te acuse con ella?

Negué.

—Estas sacando de contexto mis grandes actos de humanidad.

—Lo único que sacare de aquí es tu enorme trasero de entrometido que tienes.

Me cubrí la boca impactado.

—¡Te estás haciendo el inocente, pero bien que te besaste a Lillie!

—Que ella me besó —repitió—, luego la besé y volví a besarla hasta que... llegaste tú con... Nicolás, voy a meter a Lillie en problemas con su novio por tu culpa.

—Pero si yo no la bese, fuiste tú.

—Si, pero... cierto. Demonios que no quiero arruinar su vida.

—Su vida la arruinaste cuando la dejaste ir, acéptalo.

Y si justo en el clavo.

—Santiago, sabes que puedes confesarle la verdad, es horrible, pero tu no tienes culpa de nada de lo que paso.

Negó.

—No soy capaz de decirlo en voz alta, Nicolás. No sería capaz de arruinar su felicidad.

—Es un milagro que aún nadie sepa la verdad, pero en cuanto eso pase, créeme, ese día perderás a Lillie para siempre.

Suspiró decaído.

—Quiero que sea feliz, lo merece más que nadie en este mundo y no seré yo quien le arruine su nueva vida.

—Tienes que decirle, decirle que tu papá fue quien...

—No lo digas —pidió carcomido por la culpa— no soporto oír eso.

Salió del carro y agarró las fundas de las compras que había hecho. Entramos al hotel en completo silencio hasta llegar al ascensor.

—Carajo, ¿de donde salió ese moretón?

Y entonces mi amigo se miró en el espejo del ascensor y se tocó el cachete, sin poder creer lo rojo que estaba, entonces se empezó a reír divertido.

—Fue Lillie.

—¿Te cacheteó?

—Dos veces.

—¿Dos veces? Vaya que si que no pierde el tiempo en defenderse.

—Si y estuve a punto de recibir la tercera bofetada, pero ustedes llegaron. Estaba tan molesta que creo que incluso le dieron ganas de arrojarme la maceta en la cabeza.

—¿En serio? No lo creo, estas calumniando a mi Estrellita.

—Es la verdad, no se si agradecerles o no por interrumpir.

Y yo seguía en shock.

—Se besaron tres veces —recapitule— te golpeó dos veces y luego llegamos, ¿eso fue todo?

—Ah, espérate, después de abofetearme dijo que me había besado para demostrarme que ella no siente nada por mi. Escucha bien, dijo que no sentía nada, absolutamente nada. Admito, que su confesión me dolió más que los golpes recibidos.

Mi exilio con la abuela 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora