26. Royalty AU (NS)

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Disclaimer: Naruto y todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.

Notas: Esta es una colección de drabbles sin relación entre sí que decidí escribir como colaboración al SNSmonth2022. Tendrá pequeñas historias tanto Narusasu como Sasunaru, y en cada capítulo indicaré las respectivas advertencias y si es SN o NS.

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Prompt 26: Royalty AU (NS)

Advertencias: Omegaverse, cierto estilo medieval, desigualdad de género, feminización.

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El movimiento del carruaje estaba comenzando a marearlo. Las horas de trayecto entre su tierra natal y su destino eran un auténtico sufrimiento, especialmente cada vez que recordaba el motivo del viaje.

Sasuke Uchiha, segundo hijo de Fugaku y Mikoto Uchiha, Príncipe del Reino de Fuego, había sido criado y educado con un solo objetivo: convertirlo en un buen esposo. Su único deber como omega era ser de utilidad para forjar alianzas con otros reinos. En otras palabras, casarse.

Sasuke había resentido ese destino desde que tuvo uso de razón. Veía a su hermano mayor, Itachi, ser entrenado para convertirse en el próximo Rey de la Nación, mientras que él no tenía ni siquiera el derecho de ser el segundo en la línea al trono por ser el segundo hijo de la actual pareja real. Todo por su segundo género.

Toda la vida fue tratado como si fuera una muñeca de porcelana. Vestía los más elegantes vestidos, aprendió a tocar los más finos instrumentos, fue educado en diversas artes... Pero al final todo lo que se esperaba de él es que fuera una figura bonita, callada y sumisa a merced del alfa que algún día se convertiría en su esposo. Ah, y por supuesto, también le fue inculcado todo lo que necesitaba saber para ser una buena madre. Porque ese era el rol de los omegas en la sociedad, ¿cierto? El honor de poder bendecir a sus alfas con una abundante descendencia.

Sasuke resentía todas y cada una de las reglas impuestas de la sociedad. Detestaba los vestidos que se veía obligado a utilizar y el corsé que amenazaba con dejarlo sin aire. Odiaba el cabello que le llegaba a la espalda baja, siendo obligado a pasar horas y horas sentado para que pudieran peinárselo y arreglárselo de un modo que correspondiera a su estatus. Despreciaba su monótona rutina, el no tener voz ni voto dentro de su propia familia, el ser considerado como un objeto al cual podían intercambiar como si no fuera su vida la que estuviera en juego.

Quería aprender de ciencias, de política, no de artes y otras banalidades. Quería usar pantalones, como el hombre que se consideraba ser. Quería aprender a luchar, entrenar con la espada. Quería poder intermediar en los asuntos del reino, que sus opiniones fueran valoradas.

Quería ser alguien, no algo.

Pero tampoco era estúpido. Claro que pensó en escapar, en irse tan lejos que nadie pudiera encontrarlo. Pero, ¿qué ganaría con eso?

Si no se cumplía su parte del tratado habría guerra. Se perderían muchas vidas inocentes, el Reino iría a la ruina... Y, por mucho que Sasuke valoraba su persona y su libertad, no creía que personas inocentes merecieran enfrentar el castigo por su egoísmo. Su vida no valía más que la de todos los habitantes del Reino de Fuego, aunque tampoco valiera menos.

Por esa sencilla razón, se resignó. Cumpliría con las obligaciones que se le habían impuesto, esperando que en el futuro los casos como el suyo dejaran de existir.

Ahora, de camino a su boda con un hombre que ni siquiera conocía, su único consuelo era la paz y el silencio que le otorgaba el vacío carruaje. Sus padres viajaban en otro, al igual que su hermano. Por una vez, podía dejar de fingir para contentar a las personas a su alrededor y permitirse ser él mismo, aunque sea por algunos minutos más.

Pronto llegarían al Reino del Viento, que se convertiría en su nuevo hogar de ahora en adelante. Bueno, si es que podía llamarlo "hogar".

No sabía nada sobre su prometido además de su nombre y que era el único sucesor del Rey Minato Namikaze y, por lo tanto, próximo Rey del País del Viento. Tampoco esperaba nada de él, no más allá de lo que ya conocía al menos.

Sí tenía suerte, lo trataría con el debido respeto que merecía según las normas sociales, lo que implicaba serle fiel, proveer y no maltratarlo físicamente a cambio de que calentara su cama y le diera un hijo o dos. Y si no, sería como la mayoría de los alfas que había visto, que maltrataban a sus parejas, tenían cientos de amantes fuera de casa y a veces dentro de la misma, y disfrutaban ejerciendo el poder que como la casta mayor se les había otorgado.

La verdad ninguna de las opciones le parecía agradable por distintas razones, pero llevaba años preparándose mentalmente a lo que se enfrentaría pronto.

Tal vez demasiado pronto, ya que el carruaje de repente se detuvo y pronto le fue anunciado su arribo.

El viento era fresco y agradable, y la belleza de la naturaleza alrededor de la capital del Reino lo maravilló instantáneamente. Daba la impresión de ser un pueblo próspero y feliz, y claro que eso fue lo que atrajo a su padre en primer lugar, y no su fuerza militar ni los acuerdos económicos que se lograrían con la alianza.

Se les recibió como era digno de visitantes de la realeza, y su cuarto era bastante amplió y lleno de lujos. No se le permitiría conocer a su prometido hasta el momento de la ceremonia, pero para él no hacía ninguna diferencia.

Durmió extrañamente relajado, optando por ignorar el mundo a su alrededor para la menos poder descansar en paz.

Al día siguiente fue ataviado en un costoso vestido de bodas, con cientos de adornos y joyas tanto en la tela del traje como en su cuello y cabello. Fue maquillado y perfumado, y aunque el reflejo en el espejo era surreal, no era él. Estaba vacío, solo era una marioneta más para que otros manipularan a su antojo.

Su madre asintió satisfecha al verlo, comentando algo así como que su belleza era digna de un Uchiha o alguna tontería como esa. Su padre simplemente le recordó una vez más todo lo que se esperaba de él luego de la ceremonia y que no lo echara a perder. A pesar de los años, el Rey del País del Fuego conocía bien a su hijo y sabía del espíritu rebelde encerrado dentro de esa apariencia de muñequita de porcelana.

La caminata hacia el altar fue corta, demasiado. El velo que cubría su rostro en señal de pureza pesaba más que cientos de costales de plomo.

Pronto fueron pronunciados como esposos y se vio despidiéndose de las ataduras de su apellido para ser aprisionado nuevamente, esta vez bajo leyes y mandatos desconocidos para él.

Sintió las manos de su ahora esposo levantar el velo con delicadeza, descubriendo su rostro ante él por primera vez.

Fue un momento extraño donde todo el mundo a su alrededor se detuvo y todo se redujo al hombre frente a él, quien parecía igual de cautivado solo con mirarlo.

Por un instante, Sasuke no comprendió nada. Solo estaba seguro de una cosa: su esposo tenía los ojos azules más profundos y hermosos que hubiera visto jamás.

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SNStober 2022Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum