Extra 5: Atenea y Dakota

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Para ese punto del día Atenea ya sentía sus ojos escocer. El cansancio se instalaba en cada una de sus células y el hambre picaba en lo más alto de su punto.

Llevaba alrededor de 48 horas en el hospital donde hacía sus residencias para por fin terminar su especialización en neurocirugía.

Estaba emocionada, le quedaba relativamente poco, pero las prácticas solían consumirla. Sus papás le habían dicho hace tiempo que necesitaba enfocarse un poco más en ella misma, que en realidad no importaba mucho si su formación acababa un año antes o después, pero que esta no debía darse a costa de su salud. Ella les decía que sí, abrazaba a su papá y besaba las mejillas de su mamá aunque después terminara ocultandoles sus turnos en el hospital.

Se dejó caer contra la pared que daba soporte a una de las camillas que los estudiantes solían utilizar en los huecos entre turnos o pacientes. Cerró sus ojos con fuerza sintiendo cada uno de sus músculos palpitar con cansancio y una fina lágrima deslizarse por su mejillas. Estaba tan agotada.

Ni siquiera levantó la cabeza cuando el sonido de la puerta retumbó en el pequeño espacio. De repente, un aroma dulzón le llegó de golpe y haciendo que su pecho se removiera con fuerza. Su alfa hace tiempo que no dejaba de gruñir y clamar por una persona, y más en específico, por su aroma.

Dakota Jhonson era una alfa dulce, amigable, servicial, pero sobretodo segura de sí misma. Habían cruzado pocas palabras y alguna que otra mirada pero el lobo de Atenea había caído rendida de un momento a otro.

Lo peor de todo no era la posición de Dakota dentro del hospital, siendo esta la de maestra y jefa de Atenea, sino que la alfa mantenía una estrecha relación de amistad con Harry. Siendo colegas en el hospital desde hace un par de años, se habían vuelto el dúo dinámico de las cirugías y Atenea se había visto en la obligación de reprimir a su lobo interior.

—Atenea, ¿estás bien? —inquirió la médica.

La rizada entre abrió los ojos y lo primero que pudo apreciar era la bella cabellera rubia sujetada en una cola de caballo. Dakota estaba de espaldas a ella y parecía rebuscar por algo en una mochila apoyada en la pared contraria.

—Todo en orden, doctora. Solo estoy algo cansada.

—Deberías volver a casa —recomendó la alfa.

—Claro que no, mi promedio bajaría.

Atenea tuvo que retener un gemido que quiso abandonar su pecho cuando los ojos cafés y preocupados de su superior se posaron sobre ella. Dakota la recorrió con la mirada y una mueca se instaló en sus bonitas facciones.

—No pasa nada, puedes completarlo en otro turno o con algo extra, estoy segura que tu potencial da para eso y más, pero no puedes descuidarte así —Dakota caminó un par de pasos hasta sentarse junto a Atenea.

El silencio reinó en la sala luego del consejo. Atenea podía sentir la presencia de la otra alfa muy cerca suyo haciendo que sus nervios incrementaran. Para colmo, su lobo no estaba siendo de mucha ayuda, liberando feromonas que no debía y jadeando dentro suyo.

Sintió el olor del eucalipto y cerezas perteneciente a Dakota intensificarse un poco, la miró de reojo y las mejillas normalmente pálidas de su maestra ahora estaban un tanto sonrosadas. Sin poder controlarse, y dejando que su lobo interior actuara, Atenea llevó una de sus manos a la rodilla contraria más cercana a su cuerpo y apretó suavemente.

El jadeo que escapó de los labios de Dakota la hizo sonreír de lado pero el salto que dio la mujer fuera de la cama, en cambio, logró un ceño fruncido.

—Lo siento... yo... debe ser mi celo acercándose —aclaró rápidamente Dakota, intentando ignorar la gota de sudor que resbalaba por su nuca.

Se acomodó la bata, enjuagó el sudor restante y salió de la habitación.

¿Se agranda la familia?Where stories live. Discover now