XXII: "Primer día"

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Apolo fue el primero en entrar a la casa, miró todo a detalle con su ceño fruncido graciosamente. Pateó un par de zapatos fuera del camino, corrió cosas y acomodó otras. Luego lo siguió Ares, repitió el procedimiento y por último Atenea con ambas maletas. 

Louis venía un par de pasos detrás, tomaba su vientre bajo, todavía algo hinchado por la reciente incisión y con los puntos aún escociendo. Rio levemente ante las acciones de sus cachorros, que bajó su amorosa mirada de madre enamorada los encontraba sumamente encantadores.

Harry lo siguió de cerca, con una mano en su cintura para evitar que cayera o se desestabilizara, y en la otra cargaba una butaca con Artemisa durmiendo profundamente.  

—¡Todo despejado! —exclamó Apolo con sus manos juntas imitando la estructura de un arma. 

—¡Todo despejado aquí también! —Ares le devolvió el grito desde la cocina.

—¡Todo en orden! —Atenea llamó— puedes venir, mami.

—Muchas gracias, cachorritos —Lou besó la mejilla de su hija mayor haciéndola ronronear en el proceso— quiero ir al nido.

Harry asintió, por lo que Ares tomó el transportador con Artemisa en el, todavía conmocionado por lo pequeña y delicada que era, así su papá podía acompañar a Louis hasta la habitación. Tardaron un tanto en subir porque el omega castaño se negó rotundamente a que su esposo lo cargara, por lo que cada escalón era un martirio. 

—¿Estás cómodo, amor? —Harry acomodó las almohadas en su espalda y encendió el aire acondicionado.

—Sí, gracias alfa. ¿Puedes traer a nuestra bebé? —Louis puchereó.

—Dame un segundo. 

El alfa revisó una ultima vez que todo estuviera en orden, sus instintos no lo dejaban en paz y ni siquiera se había hecho la idea de que haría cuando en un par de semanas más tuviera que volver al trabajo y dejar a su familia. Por suerte, los mellizos todavía no empezarían la universidad hasta en un par de meses, por lo que podrían quedarse con su omega y acompañarlo en el proceso.  

Volvió a los minutos cargando a la cachorrita contra su pecho y olfateando con fuerza sobre su cabecita. Todavía no llegaba a una conclusión sobre el aroma pero sin duda sería poderoso en un par de años.

Dos alfas más grandes y un omega pequeño lo seguían de cerca, no se habían despegado de ninguno de los tres en las últimas horas y para Louis eso era lo más gratificante del mundo pero para Harry ya era necesario un poco de intimidad con su pareja. 

Sin embargo, no pudo negarse cuando su omega con grandes ojos de cachorro desamparado y atrayentes feromonas apaciguadoras les exigió a todos que se acurrucaran el reducido espacio. Ahora más que nunca necesitaba de todos lo aromas y calores de su manada. 

Suspiró contento y pronto sintió todo el peso de lo que había atravesado la noche anterior. Todavía no caía en la realidad de que su última hija estaba descansando sobre su pecho o de que estuvo a nada de perder la vida. En su momento no le dio importancia y solo quería que su bebé estuviera bien pero ahora descubrió que no quería despedirse de su realidad. Se sentía completo, amado y apreciado y sus cachorritos no merecían quedarse sin su mamá a tan temprana edad.

Una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla, su aroma se agrió y rápidamente tuvo gruñidos y jadeos preocupados a su alrededor. 

—Yo... lo siento... estoy bien —murmuró antes de apretar con mayor ímpetu a su bebé.

Harry lamió su marca haciéndolo jadear, Apolo apoyó su cabeza sobre uno de sus hombros y Ares en el otro. Atenea se acostó sobre su regazo con cuidado de no tocar la herida de la operación.

¿Se agranda la familia?Where stories live. Discover now