Epílogo

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Una llamada al intercomunicador de su oficina lo hizo quitar la mirada de los expedientes que estaba revisando.

—¿Sí...? —inquirió sin tanta atención.

—Señor Styles, es su hija menor —su secretaria, Ana, comunicó con voz preocupada.

—Pásamela rápido —su lobo interior comenzando a inquietarse por su bebé.

—Enseguida.

El intercomunicador hizo un sonido extraño, como de interferencia, y pronto la dulce voz de Artemisa se hizo presente. Un jadeo constante podía apreciarse desde el otro lado y junto a él varios gruñidos.

Harry frunció el ceño antes de acomodarse en su silla y agudizar un poco sus sentidos.

—Amor, ¿mi vida? ¿qué sucede? —Harry llamó lo más suave posible.

—Duele, papá... mucho —Artemisa dijo como pudo.

—¿Dónde duele?

—Mi abdomen y mis encías... ¡duele, papá! ¡ayúdame!

Harry sintió rasgar a su lobo y aullar por socorrer a su hija. Siendo médico sabía exactamente que era lo que estaba sucediendo. Su bebé estaba experimentando su primer celo.

Tarde o temprano ese proceso natural sucedería, Artemisa ya tenía 15 años y faltaba poco para que se presentara pero la idea de que eso se materializara lo aterraba.

—Mi amor, estás presentando tu celo, ¿recuerdas que hablamos de esto? —escuchó un murmullo del otro lado y lo tomó como una respuesta afirmativa— bien... ahora, ¿dónde estás?

—En... la escuela... en el baño.

El corazón de Harry se aceleró ante eso, definitivamente era peligroso que su niña estuviera en pleno celo y en la escuela. Ni siquiera sabía la casta de Artemisa y de verdad temió al imaginarse que podría ser una omega.

—Voy por ti, no te muevas de ahí.

Artemisa jadeó en respuesta y luego de un par de indicaciones más colgó el teléfono. Tomó rápidamente sus pertenencias personales, avisó a su secretaria para que cancelara todas sus citas y sin importarle nada más se montó en su coche.

Condujo lo más rápido que las leyes le permitían. Incluso tuvo tiempo de enviarle un mensaje de voz a Louis para avisarle de lo sucedido y comenzara a acondicionar las habitaciones del sótano. Su omega se aceleró más que él, más que nada porque todavía estaba en el bufete y no sabía cuando podría salir de la reunión importante que lo mantenía atrapado desde temprano.

Harry estacionó el vehículo en doble fila, importándole poco si alguien lo retiraba. Ingresó con velocidad a la institución mientras agudizaba su olfato. Hizo caso omiso a los llamados de lo que creía era personal o guardias de seguridad y poco a poco pudo rastrear a Artemisa. Olía fuerte y picante, una mezcla sumamente atrayente pero modificada levemente por el temor. Limón con almendras, pensó con una media sonrisa. Definitivamente una alfa.

Se adentró al baño de la segunda planta del lugar y un gruñido alertó sus sentidos.

Artemisa jadeaba, gruñía y se retorcía en el suelo. Su piel normalmente pálida ahora estaba de un tono rojizo y grandes gotas de sudor bajaban por sus sienes.

La chica le gruñó apenas lo divisó y exhibió sus colmillos nacientes. Harry hubiese reído de su intento de amenaza si no estuviera lo suficientemente preocupado. Liberó un poco de sus feromonas para que Artemisa lo reconociera y pronto la niña comenzó a sollozar. Las propias de su hija lo atacaron con fuerza y las ganas inconscientes de gruñir se le formaron en el pecho.

¿Se agranda la familia?Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora