14 | Señales sociales

3.3K 363 427
                                    

Archer me acompañó con su novio al partido de Damon el domingo, a las tres de la tarde. Desde las gradas, bajo el frío cielo carbonizado de invierno a principios de febrero, le indiqué quién era Damon y me excusé con que él me había invitado. También distinguí a Brenda, Jocey y las chicas al final de la primera banca del graderío, pero no nos dirigimos la palabra. En algún momento, tendría que disculparme con ella también.

Para Archer y para mí, asistir juntos selló la paz.

Zane, en cambio, no me hablaba aún; Brenda me ignoraba. Harían la pareja perfecta si se juntaran.

—¿Ese es el que te gusta?

Fruncí el ceño. Yo estaba pensando en Zane, por lo que tardé en darme cuenta de que se refería a Damon.

Jamás me gustaría ese tipo —mascullé entre dientes—. Es imbécil. Además, tengo novio.

Archer arqueó las cejas con escepticismo.

—Tu novio te tiene bloqueada.

—Solo está enojado. Ya se le pasará.

Tenía una muy vaga esperanza de que Damon me hablase al finalizar el partido, pero solo me miró. Había empezado a llover quince minutos antes del final del juego, así que me eché la capucha del impermeable sobre la cabeza, igual que mi hermano; Hunter se refugió en su sudadera.

Para cuando acabó el juego y Damon me reconoció bajando del graderío, él ya tenía el cabello pegado a la cara y la camiseta blanca adherida al cuerpo.

Era simplemente extraño.

Se le profundizaba la mirada y se volvía imposible adivinar sus pensamientos. Nunca parecía ni feliz ni triste, pero sí le había visto sorprenderse y ponerse nervioso, así que sí debía tener emociones. Quizá solo reprimía las negativas por alguna extraña razón. Eso o era un sociópata diagnosticado y por eso recibía terapia en una clínica psiquiátrica.

Como estaba lloviendo, nos fuimos en cuanto acabó. De camino al estacionamiento, mi hermano, a mi derecha, murmuró que debía darle una oportunidad como persona.

Fruncí el ceño.

—¿No le has visto?

—Por eso mismo.

El lunes, cuando llegué al aula de farmacología con la intención de ignorar a Damon porque no tenía ni idea de qué decirle, él me dirigió la palabra primero. Me llamó por mi nombre en cuanto pasé frente a él y tuve que rotar mi cuerpo para mirarle a la cara.

Me dio las gracias, aunque no tenía por qué, y yo le dije que mi hermano lo felicitaba por su esfuerzo, ya que yo jamás reconocería algo tan estúpido como jugar un deporte. Además, Damon ni siquiera era el mejor. Era solo uno más. Destacaba porque medía un metro noventa y cinco, y era imposible no verle. Pero mi hermano me pidió que lo felicitara.

—¿Era tu hermano? —me preguntó Damon entonces.

—Sí, y su novio.

Damon se apartó el cabello de la cara. Estaba preparada para una mueca de extrañeza como la que hizo Zane cuando se enteró. No me importaba que la gente se sorprendiera; de hecho, estaba acostumbrada. Pero Damon ni siquiera se inmutó: permaneció en su sitio, mirándome sin contraer un músculo.

—Dile que gracias.

Existe algo llamado señales sociales, que sirven para comunicarnos: son los gestos, las palabras, el lenguaje corporal que te indica cómo reaccionar a lo que escuchas o ves, o cuándo cambiar de tema. Son guías de conversación. Damon no parecía tener ninguna.

Damon #3Where stories live. Discover now