10 | Subestimado

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El hecho de tener mi propio portátil y mi propio coche me ahorraron un montón de problemas.

En primer lugar, dejé de depender de Brenda y de Zane; en segundo, no perdía tiempo en la biblioteca porque trabajaba desde casa, mientras cuidaba a mi madre.

Afortunadamente, Damon y yo no compartíamos tantas clases como el semestre anterior, aunque el primer día, cuando entró al aula de farmacología y me vio, al lado de Brenda, me saludó cuando yo no rompí el contacto visual.

Seguía usando su clásico suéter negro desgastado, remangado hasta la mitad de los antebrazos, y la mochila colgaba de uno de sus hombros. Rodé los ojos al mirar a Brenda, que volvió a insinuar que conseguiría una cita con él. No contesté porque me daba igual.

Veía a Damon en psicología, bioquímica y farmacología. Quería ignorar su presencia, pero llamaba la atención a propósito.

Unas alumnas de su clase de neonatología aparentemente robaron los exámenes parciales para compartirlos en el chat grupal de estudiantes. Las descubrieron por las cámaras de seguridad y la doctora Snider decidió reprobar ese examen para todo el salón, indistintamente, y que sus calificaciones finales dependieran del último examen del curso.

Me enteré gracias a Brenda, que lo supo por Jocey, de que Damon se había opuesto a la decisión:

—Interrumpió a la doctora para decirle que no estaba de acuerdo, que no era justo y que solo los culpables merecían pagar.

No supe qué responder. Nadie le contestaba a la doctora Snider. Era mi profesora de Infancia y Adolescencia, tenía un humor tan árido que incluso a mí me hacía reír y sus proyectos no tenían ningún sentido: aun si seguíamos todas las indicaciones, siempre faltaba algo.

Me frustraba que su clase me arruinase el promedio, porque nunca en mi vida había visto números tan altos en mi boletín de notas oficial, pero jamás me atrevería a encararla como Damon lo hacía.

Damon no entendía de respeto. Se creía que estábamos todos en la misma posición de autoridad y no se daba cuenta de que su actitud podía resultar desafiante. Lo peor era que ni siquiera hablaba con altanería o superioridad, sino que parecía de verdad confundido, como si de verdad quisiera comprender.

—El príncipe siempre se mete en problemas —murmuré.

Bajábamos el pasillo en dirección a la clase de nutrición, donde aguantaríamos otra charla de hora y media antes de movernos al aula de legislación.

Brenda se encogió de hombros.

—No puede callarse —explicó—. Por eso todos los doctores le tienen manía.

—Se cree con derecho a hablar porque es hombre —repliqué—. Si fuera una chica, la expulsarían.

—La señora Snider lo echó de clase, Vi.

Me callé. Definitivamente, no era el día indicado para quejarme.

Brenda había terminado con su novio hacía una semana y, para superarlo, había decidido montar una fiesta el siguiente fin de semana. No le dolía ni siquiera un poco, ya que llevaba meses planeando su venganza antes de la ruptura.

Primero, decidió reventar las tarjetas de crédito de su chico en el centro comercial; luego le envió capturas a la muchacha con la que lo engañaba para que supiera que ella siempre fue la primera.

Me invitó a su fiesta, pero le dije que no iría porque tenía que estudiar. Habría alcohol y no tenía ganas de exponerme a la presión social de rechazarlo continuamente.

—Voy a convencerlo de ir.

—Es antisocial —le recordé.

No entendía por qué me lo decía como si fuera un logro. A Damon le costaba socializar: no asistiría a un evento social por voluntad propia.

Damon #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora