06 | En cuanto a lo negociable

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Lloré aquella noche hasta quedarme dormida.

También el sábado me sobrecogió el estrés y volví a romperme mientras estudiaba. No estaba preparada para enfrentarme a la vida adulta yo sola. Pero mi padre no era una opción, ni pensaba cargar a mi hermano con mi frustración y ansiedad, ni Brenda entendería por lo que estaba pasando.

Zane me llevó a su casa un par de horas el domingo, me dejó usar su ordenador y me ofreció marihuana, pero la rechacé. Con mis audífonos puestos, escuchaba cualquier cosa que no fuera la basura que él y sus amigos componían. Uno de ellos era abiertamente fetichista y le detestaba con el alma, pero Zane no comprendía qué tenía de malo hablar de sus fantasías mientras yo trabajaba en mi ensayo.

Así que el lunes, considerando que mi madre tenía la comida hecha, decidí quedarme en la biblioteca a terminar mi ensayo.

Durante el almuerzo, le había contado a Brenda acerca de la situación en mi casa.

Brenda me escuchó pacientemente mientras nos terminábamos los bollos rellenos de crema y los lattes, ajenas al barullo en la cafetería de la escuela, cerca de la ventana.

No había tenido tiempo de arreglarme porque mi madre me gritó a las cinco de la mañana y, como tardé en despertarme, alcancé su cuarto cuando ya no me necesitaba. Me encargué de bañarla, cambiar sábanas y hacerle un té con leche para que se calmara, porque desaté uno de sus ataques de ansiedad.

Para cuando me di cuenta, eran las siete de la mañana. Me hice el café, me solté el cabello que seguía ondulado de la trenza de la noche anterior, me coloqué mi jersey beige, ese con el nombre de la universidad de Manchester a la que nunca iría, sobre mi camisa para que el cuello asomara y mis shorts de mezclilla. Haría frío, por lo que primero me aseguré de usar medias oscuras debajo.

Podría haberme puesto un jean, pero amaba la idea de usar medias térmicas con shorts y mis botas de cuerdas, en especial cuando se nublaba y las calles brillaban por la lluvia de la noche anterior. Corrí hacia la parada de autobús más cercana, pues Zane no pasaría por mí, y me marché a la escuela enfundada en mi impermeable oscuro.

Era el día de elegir jefes de grupo, por lo que me había puesto mi outfit preferido estratégicamente para verme responsable y dedicada. Si una persona como yo, con un historial problemático en la secundaria y el Bachillerato al punto de saltarme dos años, conseguía semejante posición, estaría orgullosa de mí misma lo que me quedaba de vida.

Para mi mala suerte, no hubo votaciones.

—Elegiremos a los primeros de la lista. Damon Barrett.

Estuve a punto de alzar la mano para quejarme, pero inmediatamente después oí mi nombre. ¿Yo era la segunda de la lista?

—Bien, entonces tenemos a Virginia Belmont para el grupo de enfermería; y a Damon Barret, para el grupo de pediatría.

¿Qué?

Damon me había mirado con sus profundos ojos negros que no expresaban absolutamente nada. Parecía un robot examinándome de la cabeza a los pies, como si nunca me hubiese visto y yo fuese una rata escuchimizada a su lado, y jamás me sentí tan incómoda.

De repente los shorts eran muy cortos y el jersey no abrigaba lo suficiente. Pero en cuanto fruncí el ceño, él debió captar que estaba invadiendo mi espacio personal con la vista, porque apartó la cara.

—Os daré la información para coordinar el viaje del año que viene.

—No. —Sacudí la cabeza en absoluta negación. ¿Yo con este inútil, incompetente, mudo que además seguramente es un pervertido?—. No, doctor, no voy a trabajar con él.

Damon #3Where stories live. Discover now