17 | Hanma Shuji

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Siempre supe lo que la gente pensaba de mí, el mundo puede ser una mierda la gran mayoría de veces y es muy fácil saber lo que está en la mente de los demás, nunca se me hizo muy difícil descifrar los pensamientos del resto. Sabía que me tenían pena y muchos otros me tenían miedo, podía ver el prejuicio en sus ojos y el descprecio en sus actitudes, cuando pasaba junto a alguna señora, esta se aferraba a su bolso como si en algún momento fuera a saltar sobre ella a arrebatárselo, cuando caminaba junto a una pareja, el chico colocaba a la mujer tras él, ¡ja! pobres ilusos, las mamás escondían a sus bebés y las chicas evitaban mirarme a los ojos. Y eso nunca fue un problema para mi, me importaba una mierda lo que los demás tengan que decir sobre mi, me sentía bien como estaba, solo, como siempre lo estuve. Luego de la muerte de mi mejor amigo, Kisaki, traté de alejarme de los asuntos de pandillas y esas cosas, pero la gente conocía mi reputación, me conocían, o eso creían ellos. Me divertía verlos a la cara e instantáneamente saber lo que pensaban de mi, pero no pude hacerlo con ella, siempre me fue difícil saber lo que pasaba por su mente y supongo que en parte, eso fue lo que me hizo querer seguirla a todos lados.

Me senté en la fuera de la cafetería con mi vaso entre las manos, mirando a la calle, veintinueve años y aun no hice nada productivo con mi vida, solo me la pasé jugando de aquí para allá, no me importaba seguir haciéndolo, pero estaba conciente que ya no tenía dieciséis años, ya no so un niño, debería empezar a actuar como adulto, ¿verdad? Una pelota llegó rodadno hasta mis pies, la tomé en manos y busqué a su dueño, un niño de unos cinco años, quise acercarme a devolverle su juguete pero su madre llegó antes y se llevó a su hijo de la mano llorando, susurrándole un "aléjate de él, es peligroso" para nada discreto. Bufé y tiré la pelota a un lado sin fijarme a dónde caía.

-¡Ay! No puede serrrr- una chica de cabello castaño renegó desde su mesa, donde la pelota había aterrizado, haciendo que su taza de café cayera sobre su pulcra blusa blanca -¡Ey idiota!- giré mi cabeza -¡Sí, tu! ¿Qué es lo que te pasa?- nunca nadie se había atrevido a hablarme así.

-Eh, cálmate, solo es una manchita, saldrá con un poco de bicarbonato, llorona- volteé mi cabeza para tratar de ignorarla.

-Ts, imbécil, tengo una entrevista importante y acabas de arruinarlo todo- la gente alrededor solo se quedaba expectante a nuestro próximo movimiento, muchos de ellos la miraron asustados, como si yo fuera el lobo y ella la inocente Caperucita tratando de pelear contra mi.

-Ya, tranquila renegona, ten- me quité la camisa y se la tiré en la cara para luego ponerme la chaqueta, tapando mi torso desnudo.

-Gracias, aunque es lo mínimo que podías hacer- tomó la camisa y su bolso y se adentró en el local.

Desde que escuché su voz, sentí algo raro en mi, algo en ella me llamaba, quería seguir escuchando su voz quejumbrosa y seguir viéndola, se veía muy estresada y cansada, y probablemente si arruiné su atuendo de entrevista, no pude evitar sentirme en deuda con ella, al fin y al cabo ella no hizo nada contra mi, algo en su ser me atraía, era magnético, no me miró con miedo o pena como todos suelen hacerlo, me miró fuerte, como retándome y aunque me duela en el orgullo admitirlo, hizo que mi corazón se acelere. La vi salir del local con mi camisa, la había metido en la pretina de su falda ajustada haciendo que se amolde perfectamente a su figura, traía el bolso en su hombro y su caminar estaba acompañado del ruido de sus tacones altísimos de color rojo, no pude evitar pensar en nuestra diferencia de altura, si con esos tacones apenas me llegaba a los hombros, sin ellos a duras penas me llegaría a los codos.

-Ey señorita entrevistada, súbete, déjame llevarte- apunté mi moto con la cabeza.

-¿Qué te hacer creer que me subiré en eso, contigo?- señalo mi moto con su dedo y puso una expresión de disgusto.

Tokyo Revengers OneShots | Headcanons Donde viven las historias. Descúbrelo ahora