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- Izuku - empieza a decir Katsuki, llamando la atención del pecoso - Te amo, se mi esposa - concluye.

El jade y el rubí se conectaron como varias veces sucedió anteriormente, siendo sinceridad y cariño lo único que Izuku pudo encontrar en los ojos del contrario.

El pecoso se sonrojó, sintiendo su corazón palpitar de forma desenfrenada y sin control, además, de la suave caricia en su mano izquierda, misma en la que aún era sostenido con cuidado por Katsuki.

- ¡Esto es peligroso! Aunque es un hombre ¡Creo que me he enamorado! - confiesa, sonrojándose aún más, pareciendo a los ojos contrarios una linda y apetitosa fresa.

- Uhm... Yo... - intenta decir, pero fue interrumpido - ah! - siendo empujado a la cama con cuidado por el rubio, quien no perdió tiempo se montó sobre el.

- ¡No necesitas decirme! - piensa Katsuki.

Pronto, sin duda ni prisa Katsuki se acercó más al peliverde, quien ya era comparable a una fresa por la situación, y sin que se diese cuenta, los labios de ambos se unieron en un dulce y gentil beso, siendo el inicio de su primera noche, y el de su nueva vida.

.

Al día siguiente, con la salida del sol y el dulce canto de las aves, se hallaba Katsuki justo en la entrada de su cueva, cocinando un rico venado como desayuno para dar a su pareja.

Era temprano y todo estaba tranquilo, y hubiese seguido así de no ser por una nueva y conocida presencia.

- ¿Cómo está el chico Bakugo? - preguntó el pelirrojo, acercándose a dónde se hallaba su amigo.

- Sigue durmiendo - respondió, fijándose en el venado.

- Oh - exclamó - al menos, explicaselo adecuadamente para un acuerdo - comentó nervioso - el no tenía idea - confesó.

- ¡CÁLLATE! - grito Katsuki - es tan lindo ¡Tuve que hacerlo mío! - dijo, recordando su primer encuentro, dónde vio su cara poca masculina y confundido - ¡¿Y si me lo quitan?! - preguntó colérico, enojado de solo pensarlo.

- Te has enamorado - susurró el pelirrojo, feliz por su amigo de que éste por fin encontrase el amor.

Y dentro de la cueva, en una gran cama muy desordenada, se hallaba descansado un dulce chico de ojos y cabellos verdes, piel lechosa y estampadas con pecas, agregando en esta ocasión, unas cuantas mordidas y chupetes, mostrando que ahora, su corazón pertenecía a otra persona.

Una muy gruñona y malumorada.

Fin.

Cortejo.Where stories live. Discover now