La Pequeña Gigante

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La Pequeña Gigante

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La Pequeña Gigante

Ya Rosa y sus hijos llevan días viviendo en su nueva casa, acostumbrándose a dormir en diferentes cuartos. En su vieja casa solo dormían en un cuarto para todos. Están felices, a pesar de todo lo malo acontecido en el pueblo, que trajo nuevas oportunidades para todos.

Comienzan las clases esa semana, y Rosa pide a los niños que les comuniquen a sus maestros y profesores que por favor le envíen la lista de útiles por cada año cursado por sus hijos. Serían ocho listas por los ocho hijos que cursaban diferentes grados.

A la semana siguiente, los docentes envían las listas de útiles. Unas largas listas que contenían desde resmas de papel tamaño carta y tamaño oficio, hasta los diferentes tipos de libros por área de estudio. Eran demasiados los materiales que pedían por estudiante: colores, acuarelas, todo por caja.

Rosa, al tener las listas en sus manos, al día siguiente se dirige a la ciudad de Coro. Ese día salió de madrugada y dejó a los niños, como siempre, al cuidado de Antonieta. Cuando llegan las cinco de la tarde de ese mismo día, se estaciona un carrito tipo taxi frente a la casa. Para sorpresa de los niños, quienes jugaban afuera en el patio del frente, montados en el Gran Zapatero, observan que es Rosa llegando a casa.

Ellos, alegres, salen corriendo a recibirla: -¡Llegó mamá... mamá, llegaste! -y corren a recibirla en la calle. El chofer se baja y abre la parte de atrás del carro, y qué impresión para los niños ver una gran cantidad de cajas. El chofer pide a los niños más grandes de Rosa ayudar y colaborar con bajar las cajas. Eran muchas y muy pesadas. Los niños se encargaban de bajar todas las cajas, eran como veinte o treinta cajas. Sabina ya quiere saber de qué se tratan tantas cajas, pero ¿de qué? ¿Qué tienen dentro?

Rosa, al terminar de organizar las cajas en la sala, se sienta un rato a descansar y comer algo; viene muy cansada del largo viaje. Los niños, a su alrededor, callados, no preguntan; ya conocen a su madre; es delicada y estricta.

Al cabo de un rato, se levanta de la silla dónde descansan sus pies y llama a los niños que se acerquen. Primero tomó las cajas que tenían el nombre de Antonia y le entregó 2 cajas muy pesadas. Ya Antonia estaba por terminar el bachillerato. Luego llama a Rafael y le entrega 3 cajas que decían su nombre, marcado con tinta de marcador. Y así sucesivamente llamó a cada uno y entregó sus respectivas 3 cajas.

Sabina con sus cajas no podía... Pesaban demasiado y eran 3. ¡Las llevó como pudo a su cuarto y encima de su cama las destapó! Eran cajas full, pero full de todo tipo de material escolar. Todo por paquete. Libretas por materia; si veían 10 materias, eran 10 libretas, colores, lápices, marcadores, creyones, tizas por cajas, pero para cada uno. Era increíble... ¡jamás habían visto tantos cuadernos, libretas, juegos de escuadra, láminas, carteleras, mapas de Venezuela y mapas mundiales... de todo! Libros por área. Cada uno con sus respectivos libros por separado. Los niños gritan de la alegría: -¡Maita de dónde sacaste tantos libros... mamá, quién te los regaló! Llegó la noche, todos contentos y reunidos, cada quién identificando con sus respectivos nombres sus libros y cuadernos. Rosa al observarlos se sonríe y decide aprovechar para contarles una experiencia vivida con Carlota en la escuela.

Las Muñecas de PaPel. De lo Ordinario a lo Extraordinario.✔Where stories live. Discover now