Capítulo Dieciocho.

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Los días pasaban como agua chorreando por una cascada, sin darse cuenta ya había pasado un poco más de un mes. Afortunadamente los ejércitos de ambos lados estaban preparados.

- Faltan sólo tres semanas para que se cumplan los dos meses que dió de plazo para iniciar la guerra, su majestad. - Le dijo Griselda. - Mis aprendices están preparados, perfeccionaron sus habilidades mágicas al máximo esplendor. No será difícil acabar con el ejército del Rey de occidente, ya que sabemos cuáles y cómo serán sus ataques.
- Señorita Rollers, ¿Puede teletransportarse?
- Así es, ¿Por qué lo pregunta, su majestad?
- Estaba pensando en la posibilidad de tomar un rehén, Heinrey ha estado investigando sobre la maldición de su familia, quiere descubrir que habilidades posee. Tal vez se debilite si tomamos un rehén.
- ¿A quién tiene en mente, su majestad?

Sovieshu se sorprendió, pues pensaba que iba a ser juzgado por tan siquiera pensar en lastimar a alguien inocente.

- Podría ser su cuñada, ó en todo caso su primo bastardo. Heinrey ha demostrado cierto interés en ellos.
- Comprendo que le tenga aprecio a su primo bastardo, ¿Pero, relacionarse con la viuda del antiguo Rey de occidente?
- He estado observando con atención la esfera de berilo que creaste, ellos mantienen una relación secreta.
- Es algo extraño, ¿No le parece, su majestad? Se supone que el Rey se negó a hacer una tregua porque éso significaba renunciar a la Emperatriz. ¿Y ahora está con su cuñada?

————

- Los nobles dicen que desde que su majestad nombró a la señorita Rollers como su concubina, no se ha separado de ella. - Comentó la condesa Eliza
- Es su nueva concubina, con Rashta fué lo mismo. No tiene porqué sorprenderla. Es la nueva mujer del Emperador.
- Su majestad es un mujeriego. - Dijo Laura a regañadientes.

Navier se levantó.

- ¿Cuánto ha pasado desde que su majestad ordenó que descansara?
- Aproximadamente dos semanas, su majestad.

Navier sonrió, al parecer su tranquilidad había vuelto.

- ¿Podrían pedirle a alguno de los cocineros que me traiga un pastel de frutas? - Preguntó repentinamente, cosa que sorprendió a la condesa y a Laura.

Ordenaron el pastel, y éste no tardó en llegar. Las damas e compañía le sirvieron una rebanada a Navier y ellas se sentaron a acompañarla.

Navier se sentó y comenzó a comer, una felicidad inmensa emanaba a ambas damas de compañía. Ellas sólo se quedaron sonrientes y en silencio.

« Tal vez... Este será el último pastel que pueda comer. » Pensó. Por alguna razón, ella tenía un mal presentimiento aún que tuvieran "ventaja". Pues Navier desde hace tiempo había decidido no volver a contestar las cartas de Heinrey, y cada que Reina la visitaba ella destrozaba las cartas, ya que probablemente éso contaría cómo un delito, ella estaría traicionando al imperio.

- Está delicioso. - Saboreó el pastel. - Al parecer había pasado mucho desde que había disfrutado de un buen postre.

Los días en los que descansaba eran extraños, pero agradables. Recordando los momentos en los que era solo una princesa, cuando no tenía tantos deberes que la agobiaban.

- Me alegra verla de mejor humor, su majestad. Descansar le ha sentadado muy bien.
- Sí... El médico real tenía razón, necesitaba un descanso.

Se notaba tranquilidad en Navier, pero por dentro su cerebro estaba trabajando. Cada hora, cada minuto y cada segundo que pasaba lo centraba en la guerra que estaba por desatarse en unas cuantas semanas. Un hecho catastrófico que involucraría a los nobles de occidente, a hombres plebeyas, mujeres plebeyos e incluyendo a niños que serían ejecutados y arrojados a una misma fosa por orden de Sovieshu.

"No quiero arriesgarme. Si les doy la oportunidad de que sean parte del imperio, probablemente me van a apuñalar por la espalda. " Recordó las palabras de Sovieshu.

Lo que más le intrigaba era saber que iba a hacer con Heinrey, si siendo el la reencarnación de un Dios "¿Cómo iban a exterminarlo?" Aquella pregunta no paraba de resonar en su cabeza, una y otra vez. Sin poder ser respondida.

Pero no podía hacer nada, ella estaba atada de manos y pies. Lo único que le quedaba era resignarse y aprovechar el tiempo que le quedaba de vida. 

- Cierren la ventana, si Reina intenta entrar... No le abran.
- ¿Está segura, su majestad?
- Estoy segura.

Una Última Oportunidad... (Sovieshu X Navier)Where stories live. Discover now