Capítulo Dieciséis. " Sentimientos mezclados. "

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- Listo, solo debe firmar. - Le dió el contrato a Sovieshu en donde aceptaba a la mujer como su concubina oficial.

Era imposible que Sovieshu no pensara en ella al estar en aquella oficina, e imaginar que la mujer que estaba sentada a su lado era Rashta.

" Acepto a la ahora Lady Griselda Rollers como mi concubina. "

Sovieshu firmó los papeles, mientras ella lo observaba con una gran sonrisa. Lo último que importaba era la opinión de los nobles, pues habrían perdido la fé en él después del gran escándalo de Rashta mientras gritaba como una desquiciada al ser trasladada. El respeto aún seguía hacía él aún seguía en pie, pero la buena valoración que hacían los nobles había desaparecido.

- Felicidades, su majestad. Vaya que tiene un buen ojo. - Dijo el hombre que habría ayudado en el anterior contrato de Rashta.

Sovieshu no sé sorprendió ante tal comentario, claro. Él es la autoridad extrema. Y por lo tanto si su decisión era realmente buena o no, siempre iban a elogiarlo aunque por dentro lo odiaran.

- Le agradezco, si me permiten. Tengo mucho trabajo por hacer. - Sovieshu se levantó de la silla y de fué sin más.

Ahora todo era completamente diferente, cuando habría pasado lo mismo con Rashta él se encargó de celebrar con ella. Preparó un salón lleno de manjares, regalos, joyas y prendas hermosas. Un gran festín solo para ella.

« ¡Eres un imbécil...! Navier tenía razón, nunca podré sanar. » Se reprendió a sí mismo molesto mientras trabajaba en la oficina.

La gran esfera seguía proyectando todo lo que hacía Heinrey. Mientras él planeaba sus ataques, Sovieshu planeaba cómo contratacarlo.

" Seré de gran ayuda. " Que razón tenía, pues ahora con su ayuda él estaba seguro de sí mismo. Estaba seguro de que iba a derrotar a Heinrey.

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Christa abrazó a Heinrey por detrás, mientras él revisaba unos papeles. La respiración de Christa en su espalda realmente le molestaba.

- Siento que solo me estás utilizando. - Suspiró con pesadez. - Cuando termine la guerra, ¿Me votarás? - Preguntó con una voz dulce. - ¿Sólo estás conmigo para tenerme de informante?
- Por supuesto que no, tú significas más que éso. - Tragó saliva, nervioso.

« ¿Hasta dónde llegará mi mentira? ¿Cuándo descubriré mis límites? » Desde que Heinrey empezó a tener juicio propio tenía una sensación placentera al hacer algo peligroso o riesgoso. Ahora le emocionaba ponerse en riesgo, una adrenalina inigualable recorría su espina dorsal hasta llegar a su barbilla.

- Solo quiero que el poco tiempo que dure ésto, sea realmente agradable.
- De mi cuenta corre que nuestro periodo no será corto. - Se volteó y la abrazó, acarició su cabello castaño mientras veía sus ojos azúl cielo. Imaginando el cabello rubio y los ojos verdes de Navier, su único y verdadero amor sin importar con quién durmiera.

Debido a la guerra, el rumor de que Christa y Heinrey eran amantes pasaban completamente desapercibidos.

- Nunca pensé que terminaría enamorándome de tí. - Rozó sus labios con los de ella levemente, imaginando que a quién estaba besando era a Navier y no a Christa. Normalmente cuando pensaba en ella solía ser tierno, pero cuando caía en cuenta que a quién tenía era Christa empezaba a sacar otra personalidad totalmente contraría a la original.
- Te amo, Heinrey. Te amo. - Recargó su cabeza en el pecho de él. - No sé de lo que sea capaz de hacer si te pierdo.

Navier y Christa eran similares, ambas tenían ese mismo tono intimidante y poderoso al hablar, seguras de sí mismas. Solo con una excepción, que Navier guardaba demasiado dolor y rencor detrás de su imagen del estereotipo perfecto de Emperatriz. Detrás de su imagen, era una mujer sensible, de corazón frágil que en cualquier momento iba a romperse por completo. Heinrey se sentía como su salvador, los momentos que tuvieron juntos no salían de su cabeza, al verla demostrar aquellas risas sinceras cuando charlaba con ella, era el fruto que alimentaba a Heinrey, éso le daba alientos para seguir adelante.

Olfateó su cabello, un perfume agradable acarició sus fosas nasales. Un olor de frutas, flores silvestres y a azúcar lo tranquilizó. Buscaba los brazos de alguien para refugiarse y sentirse protegido.

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La madre de Heinrey estaba al lado de Navier, las dos mujeres más importantes en la vida de él.

Uno de los amantes de su madre se acercó, la tomó del brazo. Sonrió, y se fué con el hombre.

Navier seguía observando a Heinrey, él empezó a derramar lágrimas.

- Mi reina... Ayúdame... -

Navier sonrió, y Sovieshu apareció a su lado. La tomó del brazo.

- Te lo advertí, no debiste subestimarme. - Dijo Sovieshu para luego irse.

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Heinrey empujó levemente a Christa sin llegar a lastimarla.

- T-Tengo que hablar con el capitán de los ejércitos, lo siento. - Salió de la oficina.

Christa cruzó los brazos, las comisuras de sus labios temblaban y su corazón palpitaba acelerado.

- Imbécil...

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Una Última Oportunidad... (Sovieshu X Navier)Where stories live. Discover now