Capítulo Ocho. "¿Amenaza Ó Advertencia?"

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- Alan, hermano... - Lebbety juntó la ropa de Ian y se sentó al lado de Alan.
- Lo hice por el bien de Ian, el Emperador me dijo que debía escoger quién sobreviviría. - Dirigió su mirada hacía Lebbety quién estaba llorando en silencio. - Él es sólo un niño... Ni siquiera ha aprendido a caminar, es tan inocente... Lebbety, comprendeme. Es fácil opinar sin tener hijos. A pesar de que Ian también lleve la sangre de alguien tan despreciable como Rashta, pude amarlo...
- ¡¿Cómo puedes proteger tanto a ese maldito mocoso?! ¡Dejaste que su majestad ejecutara a nuestro padre! - Tiró la ropa al piso.
- ¡Ian es tu sobrino, debes entender que él no tiene la culpa! ¡¿Por qué le tienes tanto rencor a un niño inocente?!
- ¡Ese niño inocente como dices, también es hijo de Rashta! ¡Si antes tenía dudas si debía apreciarlo o no, ahora sé que ese maldito bastardo es la culpa de todas nuestras desgracias! ¡Ese niño, mató a mí padre! ¡Jamás querré a él hijo de Rashta, nada me asegura que no será cómo esa infeliz!

Ian se despertó al escuchar los gritos, y como era de esperarse el pequeño comenzó a llorar. Alan lo cargó y observó desesperado a Lebbety.

- ¿Cómo es posible que haya tanto odio en tu corazón? Ian es mi hijo, tu sobrino, lleva nuestra sangre.
- Y me avergüenza estar emparentada con él, con Rashta, con tu hijo, contigo . Me avergüenzo de que seas mi hermano. - Se encerró en su habitación azotando la puerta.
- Lebbety... - Nombró a su hermana con tristeza.

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Un niño de aproximadamente cuatro años, de ojos verdes, cabello castaño y mirada tierna se sentó en el césped, dirigiendo su mirada hacía Heinrey. Éste al ver al niño se acercó lentamente, y tan sólo unos metros cerca del pequeño una barrera invisible impidió que Heinrey diera un paso más.

- ¡¿Eres tú?! - Preguntó el niño asustado. - ¡Vete, no quiero que me hagas daño! - Dió varios pasos hacía atrás mientras gritaba horrorizado.

Heinrey intentaba hablar, pero su voz no podía salir. Empezó a golpear la barrera transparente tratando de romperla para acercarse al pequeño.

- ¡Mamá, papá! ¡Ayúdenme! - Varios guardias se acercaron al pequeño.
- Su alteza, ¿Qué le sucede? - Preguntó el capitán de los guardias de seguridad del palacio.
- ¡Él, él está aquí! - Dijo aterrorizado mientras señalaba a Heinrey.

Koshar corrió y cargó al niño.

- ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?
- ¡Tío! - Abrazó con fuerza a Koshar. - Lo ví, él me estaba mirando... - Señaló a Heinrey de nuevo.
- No te preocupes, él no volverá a lastimarte... Ahí no está nadie.

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Heinrey despertó.

- ¡Yo no te lastimé! - Se levantó de golpe, asustado por la reacción del niño de su sueño.

Uno de los mayordomos, al entrar a la habitación con el desayuno de éste lo observó con desagrado.

- Su majestad, aquí está su desayuno.
- Gracias, déjalo en la mesa. - Contestó con una voz apagada y adolorida. - Christa, ¿Dónde está?
- Está en el jardín, en dónde están sus flores, su majestad.
- ¿El carruaje del Emperador ha llegó?

El sirviente asintió.

- ¿Y en dónde está él?
- Probablemente está en la habitación en donde se hospedará.
- Bien, ¿Puede esperarme afuera de mi habitación? Necesito que me lleves.
- Como ordene, su majestad.

Heinrey comió, y se vistió. Su atuendo era más elegante de lo normal.

- Su majestad, sígame.

Al llegar a la habitación, el mayordomo entró y se tardó unos cuantos minutos cuando por fin regresó.

- Dice que puede pasar, su majestad.
- Gracias, puedes retirarte.

Heinrey entró, Sovieshu estaba sentado en el sofá con una sonrisa.

- ¿Y que decidiste, gran Rey Heinrey? - Se burló.
- No voy a humillarme. Cometí un error, pero no le diré nada a la Emperatriz.
- Sí un gran error que la iba a perjudicar. Desde que era tan sólo un niño, aprendí a que no debo pensar solo en mi bienestar. Cuando tomo una decisión, ya sea buena o mala... Se que mi imperio sufrirá las consecuencias. Deberías hacer tu orgullo a un lado y pensar en todo lo que sufrirá tu reino si no haces lo que te pido.
- ¿Tú hablando del bienestar de tu imperio? Ibas a separarte de la Emperatriz e ibas a poner a una esclava fugitiva en su lugar.
- Claro, tienes toda la razón. Pero afortunadamente, lo pensé mejor y me dí cuenta que es preferible que el trono pase a otro que divorciarme de la Emperatriz. Y es la única condición que te pido para que nadie salga lastimado.
- Preferiría morir a hacer algo así. No voy a renunciar ante la Emperatriz.
- A ella le daría lo mismo, ¿No lo crees? La Emperatriz no siente nada por tí.
- Pero lo sentirá, y al parecer la Emperatriz tampoco siente nada por usted. No descansaré hasta que la Emperatriz esté a mi lado.
- Tal vez es cierto, la Emperatriz no está interesada en mí de manera romántica. ¿Pero no haz pensado en la posibilidad de que ella no quiera estar contigo? Es ilógico creer que la Emperatriz, siendo quién es, ¿Dejaría todo por lo que estudió desde que nació soló por tí? Es verdad, ella y yo tenemos una relación difícil. Pero hay algo que no puedes evitar, no sólo soy el Emperador del Imperio Oriente, soy el esposo de Navier. Y mientras yo no quiera divorciarme, tú jamás estarás con ella.

Heinrey apretó los puños, enderezó su espalda mientras su corazón no paraba de palpitar rápidamente, aceptando la derrota.

- Entonces, supongo esta será mi última visita. Antes de que mande a destruir éste palacio.
- ¿Qué? - Preguntó Heinrey desconcertado.
- Pienso declararte la guerra, ¿Creías que me haría de la vista gorda al ver de lo que eres capaz? Querías conquistar mi imperio, ahora yo me encargaré personalmente de que de tu reino solo queden cenizas.

Una Última Oportunidad... (Sovieshu X Navier)Where stories live. Discover now