Capitulo Catorce. "Motivos desconocidos de Mckenna."

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La sangre de Navier se congeló al escuchar a Sovieshu, « ¿Cómo es posible que sea capaz de decir tales calumnias? » Pensó tratando de mantener la calma.

Ella se acercó a Sovieshu tambaleando pero su cuerpo no pudo resistir ante tanto estrés, y cayó en sus brazos desmayada.

- ¡Carajo! ¡¿En qué diablos pensaba?! - Se reprendió a sí mismo con Navier en brazos.

Sovieshu se impulsó y cargó a Navier, la llevó a su habitación que en ese caso era la que estaba más cerca y la recostó en su cama.

- ¡Navier, Navier, despierta! - Le dijo tembloroso, pero al tomarle el pulso se tranquilizó. Sobó su mejilla pálida y fría mientras lágrimas empezaban a asomarse por sus cuencas grises, ¿Era desesperación? ¿Frustración? ¿Ó simplemente miedo ante la reacción de Navier? Pero ni él mismo pudo saberlo en ese mismo instante.

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La noche pasó, y con ello llegó el amanecer. Sovieshu no pudo reconciliar el sueño ante la preocupación por el estado de Navier.

Ella abrió lentamente los ojos, recordando los acontecimientos de la noche anterior y dándose cuenta de qué no estaba en su habitación.

Alguien tocó la puerta con desesperación, Sovieshu se levantó de la silla en la que estuvo sentado toda la noche y entreabrió la puerta.

- Su majestad... - Dijo la condesa.
- La Emperatriz ha desaparecido... - Agregó Laura a punto de estallar en lágrimas.

Sovieshu se frotó la sien, aturdido debido a que no pudo dormir.

- No, la Emperatriz está aquí. - Sovieshu intentó abrir la puerta para mostrarles que Navier no había desaparecido, pero en su lugar la condesa Eliza puso su mano firmemente en la puerta evitando que Sovieshu la abriera.
- P-Perdón por la molestia su majestad, no queríamos interrumpirlo. Qué tenga un buen día. - Respondió la condesa, ambas hicieron una reverencia y se fueron avergonzadas.

Sovieshu cerró la puerta y se acercó a Navier quién ya habría despertado.

- ¿Qué me pasó?
- ¿No lo recuerdas? - Preguntó Sovieshu.
- Salí de la sala de té, gritaste algo y desperté aquí con un fuerte dolor de cabeza. No recuerdo nada más.
- Te confesé que yo había provocado la muerte de Rashta. La adrenalina que sentía me dió valor para que te lo dijera. - Dijo Sovieshu con un nudo en la garganta. - Ante la impresión, te desmayaste. Te cargué, y te traje aquí.

Los latidos de Navier se empezaron a acelerar, pues nunca se hubiera imaginado que Sovieshu quiso que la mujer por la qué él metió las manos al fuego durante mucho tiempo muriera.

- Le pedí a los guardias que le pusieran un cuchillo al lado de su comida. - Hizo una pequeña pausa. - Nunca iba a salir de ese calabozo. Al poner ese cuchillo, hice que ella decidiera si quería seguir viviendo encerrada ó si quería escapar de ahí, muriéndose.

Un suspiro involuntariamente salió de Navier.

- Pensé que la habías ejecutado a sangre fría.

A pesar de la crueldad de Rashta, Navier seguía sintiendo lástima por ella. Su compasión era sorprendente.

Sovieshu se sentó al lado de Navier, recargó sus brazos y observó el candelabro del techo.

- ¿Eres superficial? - Preguntó Sovieshu cambiando abruptamente de tema.
- ¿A qué va éso? - Preguntó Navier.
- Sólo es una pregunta. Pero si quieres, no la respondas.
- Sí, soy superficial. Como todas las personas.
- Entonces es por eso... Me pregunto si Heinrey no será como esas brujas, que al perder su magia se convierten en seres horripilantes.
- No te entiendo.
- Tu gran amigo, tiene el alma del Dios de la guerra. - Desvió la mirada. Era algo imprudente por parte de él al ver en qué estado se encontraba Navier al contarle aquellos detalles delicados. Pero su valor se iría en cualquier momento. - El gran mago me envió una carta diciendo, solo por ése motivo me ayudará en la pelea contra el reino occidental. Porqué él dice que se tiene que eliminar todo rastro de Heinrey.

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- Su majestad, Christa quiere verlo. - Dijo la dama de compañía de Christa.
- Dile que estoy indispuesto. - Respondió Heinrey.
- Dice que es urgente, su majestad. Viene con el joven Mckenna.
- ¿Ése bastardo se atrevió a regresar después de traicionarme? - Se preguntó a sí mismo molesto. - Ahg. Diles que pueden pasar.

La dama salió de la oficina, y en unos cuantos segundos sólo Mckenna entraron a la oficina.

- No vine a disculparme, ni nada parecido. Vine a advertirte que el Emperador va a hacer todo lo posible para qué no quedé nada de lo que algún día fuiste. No es alguien con quién puedas jugar.
- ¿Ahora eres el mensajero de ese bufón? - Se burló.
- El mejor mago que existe lo ayudará en la batalla junto con sus aprendices. Me gustaría verte sufrir, pero no me agrada que destruyan el palacio y el país en donde nací y crecí.
- ¿No debería someterte a un juicio para que pagues tu traición con latigazos y azotes? - Demostró su molestia. - Deja de quitarme el tiempo, solo me estorbas.
- Veremos cuánto dura tu teatro. Buena suerte, espero que Christa no sé dé cuenta de tu engaño. - Dijo para luego salir de la oficina.

Heinrey sonrió, y por los nervios empezó a reírse involuntariamente. Pero al escuchar sus risas se asustó y tapó su boca con su mano mientras seguía riendo.

- Seremos muy felices, eso te lo aseguro. - Sacó un pequeño retrato que él mismo había pintado de Navier mientras reía como un maniático.

Su comportamiento había perdido los límites, incluso el mismo se preguntaba, "¿Qué más me falta por hacer?" "¿De qué otra cosa soy capaz?" "¿Hasta donde llegaría el amor que siento por mi reina?", Pero él no pudo formular una respuesta adecuada para resolver todas sus dudas.

Una Última Oportunidad... (Sovieshu X Navier)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin