—Son mis invitados. Hablo en serio, pueden pedir lo que sea —insistió, viendo a Reese un segundo después—. Sé que Malcolm no lo hará, pero no será una molestia, de verdad.

—Mai-

—Okey, los dejaré adaptarse —lo cortó, agitando ambas manos frente a ella y ampliando la sonrisa—. ¡Los veré en un rato!

Y sin más, salió prácticamente corriendo en dirección a la planta baja otra vez, cerrando la puerta tras ella y dejándolos dentro.

«Bueno...»

—¿Ves? —la voz de Reese lo desorientó, y Malcolm tuvo que girarse a verlo— No fue tan difícil, ¿o sí?

Malcolm se cruzó de brazos mirándolo mal. Reese se había arrojado directamente de espaldas sobre la cama, sólo para quedar estirado como una perezosa estrella de mar.

—No lo sé... Hay algo que se siente extraño en todo esto.

Reese se enderezó hasta quedar sentado y lo observó.

—Tranquilízate, Malcolm. Ni siquiera estarán durmiendo cerca de nosotros...

Malcolm suspiró, dejando su mochila en el suelo y caminando hacia él para tirarse a su lado como lo había visto hacer en un inicio.

—El problema es que no sé si eso es exactamente lo que me hace sospechar...

.

.

.

Más tarde, cuando los dos bajaron, Stevie y Maisie estaban en la cocina hablando sobre la cena. Reese se había ofrecido a hacerla, y aunque ella insistió en que no era necesario, logró convencerla después de un rato.

Honestamente, y aun si no iba a decírselo, Malcolm creía que todo era porque no soportaba las ganas de ponerle las manos encima a la cocina más ridículamente grande que había visto en su vida. Después de todo, Reese no era muy bueno conteniendo sus ansias de hacer algo una vez que se le metía en la cabeza.

Al final se habían decidido por pollo y algo más a lo que Malcolm no le prestó demasiada atención por estar hablando con Stevie de la nueva edición especial de un par de cómics que ambos seguían leyendo, apenas escuchando de fondo la conversación de Maisie y Reese sobre cosas que honestamente no entendía ni le interesaban demasiado.

—Están allá —dijo ella.

De reojo, Malcolm vio a su hermano siguiendo la trayectoria de un delgado dedo y lo escuchó silbar.

—Debe haber una escalera en el armario —mencionó Maisie—. Iré por ella.

Nah, está bien.

—¿Y cómo-

—Oye, Botón —Malcolm volteó por completo esta vez cuando lo oyó—, ven aquí...

—¿Qué pasa? —preguntó mientras se acercaba.

—¿Ves esos frascos allá arriba?

Reese apuntó hacia la parte superior de las repisas en la alacena, y él enarcó una ceja en respuesta.

—¿Ajá...?

—Necesito que los bajes.

Malcolm jadeó indignado, recargando su peso sobre uno de sus pies y cruzándose de brazos mientras lo veía a través de ojos entrecerrados.

—¿Estás burlándote de mí ahora?

¿Qué? No —rio, negando con la cabeza y poniéndose en cuclillas—. Sube.

Serotonina [Wilkercest]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora