capítulo 26

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CERRADO POR ASUNTOS PROPIOS

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CERRADO POR ASUNTOS PROPIOS. ¡DISCULPEN LAS MOLESTIAS!

El mes de agosto entró por la puerta grande, con una ola de calor que sorprendió a todos por igual, incluso a los mayores. Estar a cuarenta grados era un infierno de por sí, pero preferible a la sensación térmica que estaban sufriendo desde hacía unas semanas. Si no habían rozado los cincuenta, estaban muy cerca. Bela, que llevaba pasando los últimos veranos en sitios cuyo clima era más agradable, si no más refrescante, lo estaba pasando canutas. Por eso había optado por arreglarse el corte de pelo (por encima de los hombros), mandar a la mierda el tinte rubio definitivamente y abrazar con fuerza a los pantalones cortos, a las faldas y a las camisetas holgadas. ¡A la mierda los sujetadores!

Esa mañana, mientras colocaba el cartel con una mano y se abanicaba con la otra, se había puesto unos pantalones cortos de tela, una camiseta de Spiderwoman, un par de tallas más grande, un sujetador deportivo y se había recogido el pelo en un moño pequeñito. No había puesto aspersores en la librería porque todavía tenía dos dedos de frente, pero como el calor siguiera apretando, pronto tendría que despedirse de sus últimas neuronas con vida. No obstante, el calor no era la razón por la que estaba a punto de subirse por las paredes. Entró a la librería, echó mano al mando del aire.

Tristán alzó una ceja interrogante en su dirección. Bela fingió no darse cuenta. Si quería saber algo que lo preguntara. Esas últimas semanas habían sido terribles. Gracias a Elisa, había tomado una decisión al respecto, pero como Tristán prefería mantenerse al margen y no dirigirle la palabra, ella había optado por callarse. Si él no quería hablar como los adultos que eran, no sería ella quien se lo pusiera fácil o quien le diera una excusa para discutir de nuevo. Comprobó la hora en su teléfono, y maldijo entre dientes al ver el mensaje de Elisa.

Has hablado con Tristán ya???

Y el correo?? No puedes fingir que no existe (9:34h).

Podía y lo haría, al menos hasta que no pudiera más.

Tristán carraspeó para llamar su atención. Bela levantó la cabeza tan rápido que, si no se hizo daño, fue por pura casualidad. Tal vez era la señal que andaba buscando para armarse de valor. Pero, sin embargo, antes de que Tristán pudiera decir lo que sea que fuera a decirle, alguien llamó a la puerta. Bela se mordió el interior de la mejilla para no maldecir en voz alta o para no decir ninguna estupidez. ¿Qué podría decir? ¿Que lo sentía? No era una mentirosa a propósito, muchas gracias.

Antes de abrir la puerta, respiró hondo.

Quizás disculparse no era tan mala idea.

—¡Buenos días! —gritó Elisa, seguida de Marianela y Ágata.

Era demasiado tarde para disculparse. Además, ¿qué diría exactamente? «Siento muchísimo no sentirme mal por querer salvarte la vida» o «Mírame, soy una Beauvoir, hago lo que quiero sin importar lo que sientan los demás, ¿de qué te sorprendes?». No se atrevía a mirar a Tristán, comprobar que sí, que estaba furioso con ella y que había cruzado la única línea que no podía cruzar por nada en el mundo.

El fuego que consume nuestra almaOnde histórias criam vida. Descubra agora