capítulo 17

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Marzo, 2019

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Marzo, 2019

«¿Por qué no puedo? ¿Qué me pasa?».

Estaba sudando, las manos le temblaban y el corazón le iba a mil por hora, y todo por una maldita vela. Desde hacía unos días, era incapaz de conjurar una llama sin que se le agotara el aliento; tampoco distinguir los hilos con precisión. Había pasado de poder leerlos a que fueran una maraña sin ton ni son, si es que conseguía visualizarlos. Ágata, justo a su derecha, le tendió un té que olía a podrido y sabía aún peor, porque «niña, necesitas relajarte, limpiar tu aura». Ella lo aceptó a regañadientes.

Marianela —la nieta de Ágata, su aprendiz— apareció por detrás de las cortinas con un puñado de libros y varias publicaciones periódicas. A Bela se le encogió el estómago al ver el aspecto que presentaban y el poco cuidado que parecían haber recibido. Pero, sin embargo, su necesidad de descubrir qué estaba pasando, quiénes eran en realidad Isabelle Beauvoir y Tristán Sharpe superaron todo lo demás.

—Aquí tienes, abuela. Es todo lo que he conseguido en el mercado.

Si bien se moría por saber qué era el mercado y dónde se encontraba, se mantuvo en silencio, pues la última vez que quiso averiguar de qué hablaba, Ágata le respondió con una condescendencia que le había puesto de los nervios. Bastante había tenido toda la adolescencia con su madre, muchas gracias, para aguantar a una señora con aires de abuelita.

Ágata descartó la mayoría de los libros con un chasquido, recogió una de las notas de prensa y asintió efusivamente.

—Es lo que me imaginaba, por eso me sonaban tanto esos nombres.

Bela esperaba de corazón que fuera algo más que las notas que habían encontrado en casi todos los libros de las Beauvoir. Por mucha razón que tuvieran sus antepasadas, necesitaba algo más conciso que un «Tristán Sharpe era un psicópata», «Tristán Sharpe es peligroso» o «La familia Sharpe es uno de los linajes de cazadores de brujas con más prestigio. El último de su linaje es el culpable de la muerte de Isabelle Beauvoir».

Y, por primera vez en semanas, así fue.

Los amantes asesinos —leyó Ágata con suma dificultad. Bela se incorporó de un salto y casi le arrebató la nota de las manos, pero consiguió resistirse a tiempo. Ágata no tenía que ayudarla.

La nota de prensa presentaba un estado lamentable: agujeros de termitas, manchas negruzcas y un color amarillento que daba hasta repelús. Pero, justo en primera plana, había una foto de la pareja. Bela no necesitaba ninguna confirmación. Eran ellos.

» Se les culpó de los asesinatos en serie que hubo por la época en varias ciudades francesas. También, aunque no pudo demostrarse, a pesar de las similitudes, de otros asesinatos de muchachas por toda Europa. Probablemente eran brujas.

» Estas mujeres fueron brutalmente asesinadas. El asesino o los asesinos se llevaron como trofeo todos los dientes y las uñas. Aunque aparecían sin ropa, con múltiples heridas, ninguna fue violada.

El fuego que consume nuestra almaOnde histórias criam vida. Descubra agora