62 ! Pijama de ositos.

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Rubén estaba poniéndose aquel pijama con sus pantuflas de osito, eran cafés porque le agradaba la idea de aquellos, poniendo su ropa de escuela sobre bajo de aquella almohada se sentó en el colchón.

— ¡ERES UN DESGRACIADO, TE VIERON COGIENDOTE A UNA CHICA DE 17 ¿¡CÓMO ESPERAS QUE RESUELVA ESTO, EH?! — gritaba aquella mujer con la garganta floja, sentía los golpes de los vasos crujir sobre el mueble de la cocina tratando de esconder sus oídos.

— ¡NO ME IMPORTA! SI TIENEN ALGÚN PROBLEMA SE LAS VERÁN CONMIGO, LA POLICÍA NO PUEDE TOCARME. —

— AH, ¿PERO A MI? — rubius escondió su rostro en aquellas sábanas de colores azules, sintió como la pelea se iba degradando hasta no escuchar absolutamente nada.

Hasta un rato que escuchó aquellos pasos de pie desnudo sobre la madera del suelo, era su padre quien dejó caer la botella de cristal que se deslizó sobre el mismo.

— Rubén, sal de ahí, sé que estas despierto. — dijo el señor subiéndose a la figura del cuerpo de rubius desde la cama bajo las mantas.

— No escuche nada. — estaba casi susurrando del miedo, la mano de su padre cruzó bajo aquel pijama de osos pequeños.

— No me mientas, pequeño. — sus manos pellizcaron sus pezones pequeños, haciendo que Rubén se retorciera de dolor.

— Me duele. —

— Me importa una mierda. — fue lo último que escuchó antes de ser arrancado de su ropa, amaba ese pijama antes de que fuera manchado con sangre.

Rubén nunca quiso ser un buen chico, le asqueaba tal apodo que podía acabarlo en pedazos pequeños y finos, su padre seguía abusando de él desde los 12 años sin parar hasta que pudo matarlo, pero olvidó que tenía que matarse así mismo para no caer en el mismo risco.

Quackity se veía inocente, tan inocente que prendió su alma al fuego una vez tanto que no pudo apagarlo, murió a manos del mismo tipo de víctima que fue alguna vez, y murió sabiendo que había sido una total mierda, pero a ese Rubén ya no le importaba serlo. Seguiré recordando al pequeño que prometía no ser lo que había jurado destruir.

(...)

Alexby a tal punto yacía confundido, todos sus sentimientos estaban al borde del colapso total, no quería pensar en que se había enamorado, tan solo quería pensar en lo mucho que pudo haber hecho para impedir la muerte de su mejor amigo.

— No. — pero algo en su corazón lo impidió, todos aquellos recuerdos borrados como si fuera un borrador pasando sobre la hoja de papel de su Instituto.

Jadeó, poniendo su mano en su pecho al estar presionado, no, realmente se había enamorado? No quería pensar en ello pero parecía que todo indicaba a una respuesta negativa.

— Él te amaba, te amaba más que a nada, me lo dijo una y otra vez cuando lo escuchaba llorar. — murmuró Mangel acariciando su hombro derecho.

— ¡Ya basta! ¿¡Cómo puedes ser tan cínico?! Él no me amaba de esa manera porque me lo hubiera dicho, y tú no tienes ningún derecho a reclamarme si lo amé o no. — estaba molesto, empujó su cuerpo haciendo que Mangel tambaleara sus pies por un segundo.

— No lo digo para que te sientas culpable, lo digo porque así era, él tenía miedo de perder tu amistad. —

— ¡Cállate! ¡Cállate, cállate! — apretó el botón que dirigía a las enfermeras, de inmediato tuvieron que llevarse a Mangel por el ataque de nervios que acabó por consumir al joven en la camilla.

"Perdón, no quería hacerlo." pensó para si mismo aquel chico que fue trasladado fuera de la habitación, escuchaba los gritos desgarrantes de alexby mientras se sostenía a las sábanas.

Todo estaba tan jodido, los ataques que estaba teniendo el joven no eran normales, su vida se giró de la nada, quería ser médico con todas sus fuerzas y quería impresionar a su pequeño hermano, lolito.

Pero ahora se fue a la mierda por sus calenturas del momento, todos sus planes se rompieron, su corazón también, no sabía qué hacer, desearía que hubiera un manual para intentar manejar la situación en aquel momento.

— Tengo jaqueca. — murmuró yéndose del hospital con la mirada bajo sus pies, estaba mareado con todo nublandose gracias a las ligeras lágrimas, aprovechó de sacar su teléfono para prender la música.

(...)

— Así que, un plato de arroz con carne picada y pasta caliente, ¿añado algo más? — el camarero estaba sosteniendo el papel de hoja que tenía escrito aquella orden.

— ¡Alcohol! ¡Vino! — dijo quackity con entusiasmo.

— Una salsa de aderezo y jugo de manzana por favor. — el chiquillo no tenía remedio, si o si iba a pedir algo que tuviera alcohol, y luzu no tenía voto de voz en interferir.

— Que aburrido eres. — murmuró el chico sacando de su mochila aquellas identificaciones para moderar su edad, el mesero sonrió yéndose de la mesa.

— No te vayas a emocionar con el vino. — regañó luzu pateando el pie de quackity por debajo de la mesa.

— HEYY, YO ME CUIDO SOLO. — comenzaron a menear sus pies con fuerza cada uno por su lado.

— Aquí tiene su orden. — el mesero sirvió aquellos platos con cuidado, agregando la salsa y las dos bebidas requeridas.

— ¡Que rapidez! — exclamó el de estampados de pato con emoción por la mesa, luzu sonrió feliz de verlo contento de tal forma, la última vez que fueron a comer algo fue espantoso.

— Come con cuidado, te podría dar asco las primeras bocadas. — quackity asintió tomando la cuchara que estaba frente sus manos, con precaución sopló el arroz caliente de donde salía vapor y comió el bocado.

Y ese salado sabor, que revoloteaba su garganta penetrando sus sentidos, escurrió el jugo de la carne picada sobre su estómago haciendo que tuviera que tomarse un tiempo al masticar.

"Por favor paren, me duele." suplicaba cuando Rubén solo veía la acción sin hacer más que sonreír satisfecho, estaban grabando cada golpe en su garganta mientras intentaba escapar, ¿pero qué podía hacer un chico de 19 con huesos rotos y la mente hecha mierda? No era nada comparada la fuerza de aquellos hombres que solo lo estaban violando.

El sabor, algo explotó esa vez y era el triste semen de aquel viejo en su garganta, quiso escupirlo y no pudo, estuvo forzado a tragar aquella amargura. No sabía bien, no sabía para nada bien.

"NOOO." gritaba amordazado sintiendo como su abdomen se caía a pedazos por cada embestidas dobles. Rubén lo único que hizo fue regañar a aquel que se corrió en su boca, por haberlo manchado.

— Quackity, soy yo. — murmuró luzu agarrando su mano con fuerza, estaba viendolo preocupado al ver su rostro perplejo, quackity tragó.

— Ah, lo siento, luzu, me quemé la boca. — sonrió como si nada, tragando más del plato que no era más que una sabrosura en su boca.

— Está bien. — luzu probó agarrar aquella pasta caliente, el olor era agradable pero al meter aquello en su nariz fue asqueroso, tenía ganas de llorar y vomitar pero seguía recordando la voz de lana.

— Ugh. — no quería pensar tan solo en la voz de su psicóloga, quería pensar en el rostro de su amado quien estaba frente a él comiendo a velocidad mínima, sabía que algo pasaba.

Así que se atrevió a dar un mordisco, por primera vez le gustó el sabor de la pasta, tan cálida que sus dientes casi cosquillean, sonriendo aguantando las ganas que tenía de vomitar en aquel momento.

— Delicioso. — dijo una vez haber probado el plato, quackity sonrió a la par escondiendo las ganas que tenía de llorar en aquel momento.

los dos estaban en un péndulo de emociones, comiendo, tragando hasta que quackity abrió la botella de vino frente a él, con cuidado pusó el líquido sobre su copa.

Todo lo que hago es por amor (Borrador) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora