54 ! Cupido, cómo puedes ser tan cruel?

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Jadeó fuerte, el pecho dolía y su corazón también, pusó entre los dedos de sus pies un par de calcetines oscuros, estableció un par de botas sobre los mismos.

— ¿Listo? — Luzu preguntó desde el marco de la puerta viendo como quackity vestía sus últimas prendas, claro que no vio su piel en ningún momento, habían establecido reglas.

— Sip. — asintió con la cabeza baja, sus ojos estaban más que agotados. Partió el camino usando en su hombro una pequeña mochila azul con estampados amarillos de pequeños patos, cosa que le había regalado su padre hace años.

Comenzaron a caminar sobre aquellas calles pamimentadas, forzandose a mantener aquella distancia que sería fundamental, al menos un metro de distancia llevaban de lo nerviosos que estaban.

Sonrió una vez llegar al establecimiento, era una parecida clínica pero veía a su amigo temblar al casi pisar el pavimento, era obvio que quackity estaba asustado, más que cualquiera en ese momento.

— Tranquilizate. — luzu no podía evitar sentir ese impulso de querer mecerlo como un bebé, o querer unir sus labios para calmarlo, pero no podía, porque después de todo no era la persona correcta.

— Ven. — acarició su hombro con una sonrisa amigable señalandole la entrada al edificio plomo. Quackity suspiro y entre sus dientes salió un pequeño gemido de los nervios al pisar más pasos.

Estaba desorientado, pero su orgullo no le permitía expresarlo, aunque era bastante claro por la forma en la que se baleanceaba de forma oscilar.

— Si, disculpe, tenemos cita con ellos...— le entregó unas dos tarjetas a la encargada de recepción sonriendo ansiosamente mientras el rostro de la señora parecía inconcluso.

— Ya veo, Williams Luzu y Wembley Quackity...nombres extranjeros. — dijo indiferente, pero antes de poder darse cuenta ya les habían dado el paso a las dos salas separadas.

— Te espero después. — murmuró luzu dándole palmadas en la espalda contraria, pero quackity no aceptó el afecto, apresuró el paso.

— ...adiós. — dijo luzu para si mismo antes de escuchar aquel portazo, al menos agradecía que la molestia hiciera que quackity se alejara más rápido, sin más dio más pasos a su destino.

(Pov Quackity.)

Había entrado en aquella habitación sin pensar, se encontraba con un hombre poco mayor que él, tenía una etiqueta sobre su pecho que marcaba el nombre "Juan".

— Uhm...¿Wembley? — susurró el chico tosiendo levemente por aquel té que había tomado de la figura.

— Ah, sí. — comenzó a entrar en pánico, estaba dentro una habitación solo con un hombre mayor a él, pero rápidamente el ambiente cambió.

— ¡Buenas, mi nombre es Juan! Hace un tiempo que no tengo pacientes nuevos, así que bueno, vamos a empezar, ¿te parece? — quackity no estaba seguro, estaba torciendo la manilla de la puerta con terror antes de tratar de sentarse en aquel sillón.

— Hey, está bien, señor Wembley, usted me puede decir cuando se sienta cómodo. — estaba dudando realmente, temblaba y sudor salía de su piel, no sabía si podría contener aquellas lágrimas de dolor pero finalmente decidió tomar asiento.

— ...buenas tardes. — respondió en voz baja a lo que Juan sonrió.

— ¿Quiere presentarse, señor Wembley? — Juan posicionó sus dedos sobre un cuaderno antiguo sujetando en su otra mano un par de lápices a tinta.

— ...mi nombre es Quackity Wembley, tengo 19 y me gustan los patos. — su voz era bastante baja, su garganta dolía y su vista permanecía sobre el suelo con sus pupilas desaparecidas.

Todo lo que hago es por amor (Borrador) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora