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El camino a casa de Peter transcurrió en silencio, no dejaba de pensar en todo lo que había pasado y lo mal que me sentía porque me había gustado.

Sentir el contacto de su boca cálida sobre la mía, exigiendo atención, sus manos tocando mi cuerpo. Caía en sus encantos.

Llegamos y subimos directo a su habitación, cerré la puerta a mi espalda y me lancé hacia la boca de Peter buscando llenar el vacío que Ángel había dejado después del beso, pero no fue así, no conseguía lo suficiente.

—Quiero hacerlo —solté sin reflexionarlo dos veces— Podemos intentarlo.

—¿Ahora? —preguntó y me miró sorprendido— ¿Estás segura de ello? Mira no quiero que...

—Estoy segura —le comuniqué empujándolo sobre la cama y sentándome a horcajadas sobre su regazo— Estoy lista, te quiero, ahora.

—Yo también te quiero, amor. — dijo mientras que con un movimiento brusco, pero experto nos cambió de posición de manera que me encontraba tumbada en la cama con mis piernas un poco abiertas para que Peter se acomodara sobre mí.

Deslizaba sus manos por mi cuerpo, bajó el vestido y mis pechos quedaron al descubierto, dejó un camino de besos húmedos desde mi cuello hasta mis pezones. Sus manos viajaron a mi muslo y apretó con fuerzas.

—Nena, me encantas —susurró en mi oído. Mi cuerpo se paralizó, sentí miedo.

Entonces pasó, mi cabeza viajo a cuatro años atrás. Justo en el momento que mi vida se desmoronó y mi felicidad había acabado.

—Por favor déjala ir es solo una niña, tómame a mí por favor —mi hermana no dejaba de llorar mientras intentaba defenderme, en vano.

Él era mucho más grande que nosotras, más fuerte.

—Si lo que quieres es tomar el puesto de tu hermana yo no tengo ningún problema —esa voz que tanto me atormenta ladeó la cabeza y con una sonrisa en su rostro me dejó libre.

Estaba confundida sin saber qué hacer.

—Cristal escúchame, corre y no mires atrás. Estarás bien solo corre —Greta me sacudió— Te quiero mucho.

El sujeto se lanzó hacía nosotras.

—No Greta como quieres que te deje sola aquí, yo me quedo contigo.

—Corre —Greta lo empujó por el pecho en lo que yo buscaba una forma de escapar— Por favor vete Cris, recuerda que te voy a amar siempre.

Entonces corrí sin saber hacía que destino solamente corrí porque a pesar de tener catorce años sabía que el jardinero no era bueno y nos quería hacer mucho daño. De esa noche lo último que recuerdo es que cuando volví con ayuda ya era demasiado tarde.

Lágrimas salían de mis ojos y un sentimiento inexplicable se apoderó de mí, entonces me estremecí entre los brazos de Peter que me besaba sin parar, hasta que notó mi incomodidad.

Se separó perplejo. 

—¿Qué pasa Cristal? —acarició mi mejilla con su nariz— ¿Dónde está tu cabeza justo ahora? ¿Estás bien?

Me senté de golpe y me abracé a mi misma, no podía dejar de llorar.

—Yo lo siento mucho —sollocé— parece que siempre arruino nuestro momento Peter. 

—Lo único que me importa es que estés bien —se levantó y arregló su ropa— Tienes razón será mejor que solo descanses un poco y mañana temprano te llevo a tu casa. No pasa nada.

—¿Estás molesto, verdad?

—No. Nunca me enfadaría contigo.

Fue su última palabra, me besó la frente me cogió entre sus brazos y ahí junto al chico que quiero, pero con el cual no puedo estar por las pesadillas de mi pasado, me quedé profundamente dormida.

Un aroma a comida exquisito me despertó. Los rayos del sol se filtraban por la ventana y tenía una bandeja sobre mis piernas con el desayuno. Peter me miraba con una sonrisa en sus labios.

—¿Cómo dormiste?

—Dormí muy bien —le sonrió.

Peter se inclina y pasa un mechón de mi cabello por detrás de la oreja.

—Te hice tostadas —acarició mis mejillas— Voy a darme una ducha rápida y en cinco minutos vuelvo.

¿Por qué si era el mejor novio que se podía tener yo no me enamoraba de él?

Ayer Ángel...

No había sido un sueño.

El beso con Gleimor me golpeó con fuerzas y me sentí el doble de mal. Yo quería a mi novio. Por mi mente pasó la vaga idea de contarle lo ocurrido, pero eso traería disputas. No hacía falta buscar problemas.

Terminé por completo mi desayuno y Peter salió de la ducha envuelto en una toalla. Las gotas de agua se deslizaban por su cuerpo. Me quedé observando por un segundo.

Era guapo y sus músculos estaban trabajados en un gimnasio, cualquiera moriría por estar con él y yo seguía con mi maldito miedo.

—Me cambio de ropa y pasamos por tu casa.

—Vale.

Su trasero quedó descubierto frente a mí, sentí como mis mejillas se ruborizan y me tapo el rostro en lo que él se coloca su bóxer y termina de vestirse.

Pasamos por mi casa para que pudiera cambiarme de ropa y seguir nuestro trayecto hasta el colegio.

Me cambié a la velocidad de la luz, para no llegar tarde.

—Sigo pensando que deberías tener ropa también en mi casa —su mano seguía en mi muslo.

Quizás fueron palabras insignificante, pero para mí habían tenido un peso enorme.

—Claro —me removí incómoda.

El me ofrecía mayor seguridad, mientras yo me lo replanteaba todo y seguir adelante con esto.

Con lo fácil que era todo cuando éramos mejores amigos.

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