CAPÍTULO VEINTISIETE

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 El aire en mis pulmones se vuelve pesado, tanto que comienzo a sentir que me ahogo

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El aire en mis pulmones se vuelve pesado, tanto que comienzo a sentir que me ahogo. Me obligo a respirar lenta y profundamente hasta que me controlo.

Cierro las carpetas y las acomodo en su sitio con las manos temblorosas. Las lágrimas me asechan a la par de la histeria, estoy tentada a llamar en éste mismo instante a Evan, de salir corriendo de aquí.

«Sé inteligente» me ordeno.

Me aseguro de dejar todo tal cual como lo encontré, pongo seguro nuevamente y cierro.

Una vez en mi cuarto me permito llorar: me siento aterrada. Ahora estoy en la mira tanto como Evan, ahora comprendo que nos han marcado para el matadero, no importa lo que hagamos, ya han decidido nuestro destino, solo están esperando el momento oportuno para sellarlo.

Debo avisarle cuanto antes, sin embargo, llamar sería lo más estúpido: podrían estarme vigilando en éste mismo instante.

Bajo a la cocina y tomo uno de los cuchillos, no es lo que me gustaría tener de arma, no obstante, es lo suficientemente filoso para cortar un cuello en caso de verme en la necesidad de hacerlo.

Bien, quizás estoy exagerando, debo tranquilizarme.

Mi mochila tiene un pequeño compartimento en la parte baja del respaldo, ahí guardo el cuchillo y dejo el cierre a la mitad para tener fácil acceso a él.

Me doy un minuto para observar mi habitación en busca de las cosas más importantes que me llevaré conmigo, puesto que es muy probable que jamás vuelva a ver está habitación. Tomo mi sudadera favorita color azul marino y un lápiz junto con mi cuaderno donde guardo mis dibujos. Siempre me encantó dibujar, pero después de que mi hermano se fue, lo hacía cada vez menos.

Me encuentro lista para jamás volver. Llevo conmigo la sudadera preferida de mi madre, la cual me adueñé.

«Mi madre».

Recuerdo las palabras de mi hermano: Era epidemióloga. Ella estudió el virus CR-6, buscaba una cura o, al menos eso era lo que nosotros creíamos.

¿Eso quiere decir que ella sabía de todo esto? Mi corazón se encoge ante tal idea.

Llevo también el cuaderno para dibujar que me hizo mi padre como regalo de cumpleaños, y la cadena en mi cuello que me recuerda que una vez tuve un amigo, un hermano.

Cuando termino de acomodar mis cosas, me dispongo a hacer la comida para sentarme con mi abuela por última vez en esta mesa. Debo actuar con naturalidad obviamente, como la nieta que ha extrañado mucho a su abuela, que confía en ella, que la ama.

En el preciso momento en que apago la llama, mi abuela entra en la casa.

—¡Qué bien huele, cariño!

—Espero que también así sepa —digo sonriendo mientras pongo la mesa—. ¿Qué tal el trabajo en los laboratorios?

—Bien. Ya sabes: muestras que tomar y analizar, informes...

PROTOTIPO CR-6: CONTROLWhere stories live. Discover now