10

225 26 2
                                    

Eres la música en mí

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Eres la música en mí.

Una melodía que no sabía que existía. 

Nunca he tenido talento para la música, nunca la aprecié.

Hasta que llegaste tú.  

Listo para entregarme un mundo lleno de mariposas. 

Mariposas amantes de volar al ritmo de tu música.

—O—

Thalía rompe a llorar tan pronto como quedamos solas. 

Mi primer instinto es consolarla, por lo que mis brazos van hacia los suyos y rodeo sus hombros en un rápido abrazo que le permite amoldarse a mi anatomía. No replico o comento algo al respecto; en su lugar, continúo acariciando su melena castaña y le dejo desahogarse como tanto está pidiendo. 

Sus ojos son dos puntos rojos cuando se aleja de mí después de murmurarme las gracias por dejarle llorar. 

—Van a lastimar a mis bebés.

—No. A tus bebés nadie les va a hacer daño —insisto.

—No tienes ni idea de todo lo que está pasando —refuta. Pasa las manos temblorosas debajo de sus ojos —. No entiendo qué tanto he hecho para que cada vez que intento ser feliz, un nuevo problema aparezca. Es como si la vida no quisiera darme un tiempo de tranquilidad. 

—No es la vida. Es lo que viene con ser novia de Uriah —intento bromear para hacerla reír, pero continúa sollozando —. Kaia Thalía, no es bueno que estés tan estresada. No les hace bien a tus bebés. Mucho peor ahora que estás dando de amamantar otra vez. 

Mi mejor amiga frunce la nariz.

—Uriah no entiende nada —balbucea.

Abro la boca para responder, pero la enfermera que entra a la habitación me interrumpe. La mujer alza ambas cejas de tal forma que siento mi cara ponerse de un rojo intenso. No dice nada, mucho menos intenta acercarse a Kaia Thalía. En su lugar, solo deja sobre la mesa un par de documentos y sale de la habitación. Cierra la puerta con un suave jalón. 

—Thali, deja de llorar —le vuelvo a pedir cuando veo que se limpia debajo de los ojos con ayuda de las mangas de su camiseta. 

—Te juro que no sé qué estamos haciendo mal —murmura. Frunzo el ceño —. No sé en qué lío se está metiendo esta vez... —Sus ojos grises viajan hacia la ventana del cuarto —. Solo sé que mi paciencia se está acabando. 

Una vez más, me quedo con las palabras en la boca cuando la puerta del cuarto se abre. A diferencia de la delicadeza de la enfermera, Uriah abre la madera de un fuerte jalón que me hace parpadear. Su cabello negro está despeinado y luce como un toro al cual le está saliendo vapor por los orificios nasales. 

Euforia Where stories live. Discover now