𝐗𝐕𝐈

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El pequeño príncipe corrió por los pasillos cuando sus piernas dejaron de temblar y pudo levantarse. No entendía absolutamente nada, pero sus ganas de descubrirlo lo sobrepasaban y le daban las fuerzas suficientes.

¿Qué hacía su padre con lo que suponía eran los padres de Sunghoon? ¿Cómo es siquiera posible esa conexión? ¿Qué conclusión había elegido el peliceniza para que lo afectara de esa manera?

Aquellas preguntas retumbaban en su cerebro, nublándole la conciencia de que debía mantener la compostura en el castillo. No le importó y siguió corriendo en un intento de alcanzar a Sugnhoon antes que cualquiera lo viera en quién sabe qué estado.

No recuerda haberlo visto enojado alguna vez en su vida, no con él por lo menos, pero aun así no era alguien agresivo y jamás pensó verlo gritándole frente a frente.

Le había echado la culpa de algo que ni siquiera pudo procesar, y sí, el príncipe se sentía culpable con muchos de sus pensamientos, pero ninguna acción lo había hecho sentir de esa manera. Él no había hecho nada, era injusto.

Se había sentido más pequeño de lo que era, disminuido en acusaciones falsas y aquello le provocaba algo extraño en todo su ser, más si era proveniente de su mejor amigo. Siempre habían tenido una amistad bastante agradable, solían ser amables en toda ocasión a no ser que bromearan, pero esta vez no se acercaba en nada a esa opción.

El pelingegro príncipe nunca había estado en medio de una situación densa o algo parecido, y menos le habían gritado en la cara. A pesar de todo lo que significaba ser un príncipe con un padre que ni siquiera le dirige la palabra, le había tocado la vida sencilla.

Siempre ha sido alguien con una sonrisa en su rostro por eso, pero aquel "siempre" era solo desde el punto de vista de otros.

Sunoo encontró problemas a pesar de que no lo creía, pero cuando ni siquiera sabía que estaban allí o no debían ser considerados, podía esconderlos mejor que nadie. Carecía tanto de atención emocional como de educación al respecto, y sus emociones y sentimientos siempre eran desconcertantes por ello.

Fue una de las principales razones de que sus amigos cercanos lo trataran tan tierna y atentamente. Provocando eventualmente que el morocho pudiera ordenar aquel torbellino que siempre había en su mente sobre la vida de un príncipe y la vida más allá de eso, abriéndose genuinamente hacia sus amigos con la confianza para aprender de ellos aquello que nunca aprendería de sus padres.

Hanbin y Sunghoon habían sido importantes piezas para que eso sucediera, por lo que se había sentido realmente atacado cuando uno de ellos le había roto aquella burbuja de niño pequeño en la que siempre lo mantenían.

Llegó a la concurrida habitación y no sé encontró con aquél que buscaba, pero sí con las malas noticias en boca de Jay.

—Se ha ido.

—¿Irse? ¿A qué te refieres? —preguntó Sunoo, ahora siendo un manojo de nervios.

—Pensé que tú me lo explicarías —el castaño frunció el ceño ante los tristes y confundidos ojos del menor. —Lo siento, no pude detenerlo. Dijo que tenía que volver al pueblo para pensar o algo así.

El pelinegro se sentó en la orilla de una de las camas cuando sintió que sus piernas le fallarían nuevamente.

—¿Y Jungwon? —preguntó casi en un susurro, con la mirada perdida.

—Uno de sus hermanos lo necesitaba, está en una de las habitaciones de arriba, dijo que volvería más tarde —el peliengro asintió lentamente, sin procesar nada, lo que Jay notó y por lo cual agregó: —Pero sabes que puedes hablar conmigo.

La Douleur Exquise │ 𝐒𝐔𝐍𝐒𝐔𝐍Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon