〔:🍓:〕「 12 」 ༄˚⁎⁺˳✧༚

1K 144 58
                                    

Heizou bajó él solo el colchón de su cama al suelo. Podría haberle pedido ayuda a su padre, pero prefería no molestarlo con una tarea tan sencilla que podía realizar él solo. Sabía que había tenido un día duro en el trabajo. Su madre, por otro lado, tenía turno de noche y no regresaría a casa hasta la mañana siguiente.

Después de dejar su cuarto más o menos presentable, se dirigió a la cocina para preparar la comida que iba a ofrecerle a Kazuha para cenar. Allí se encontró a su padre, que se estaba preparando su propia cena. Sabía que su hijo cenaría con el amigo que se iba a quedar a dormir.

Padre e hijo se parecían bastante. El color verde de los ojos del hombre era muy similar a los de Heizou y su complexión atlética probablemente también la había heredado de él. Su pelo se parecía más al de su madre, pero si su padre hubiera tenido el mismo color, habrían sido como dos gotas de agua. El propio hombre le aseguraba que mirar a su hijo era como verse a sí mismo cuando era adolescente.

—Hoy viene tu amigo a dormir aquí, ¿no? —preguntó su padre.

—Sí, sí. Kazuha se llama.

—Ah, es el que escribe poesía, ¿cierto? —recordó el hombre.

—El mismo, sí.

Su padre sostuvo su propio plato y volvió a hablar una vez más antes de marcharse:

—Estaré en el dormitorio —informó—. No hagáis mucho ruido y pasadlo bien. Si necesitáis cualquier cosa, avisadme.

—De acuerdo, papá.

El adolescente frunció los labios. Aunque el hombre hiciera como si todo estuviera completamente bien entre ellos, Heizou no había olvidado la reacción de su padre cuando le dijo que quería estudiar para ser detective. El hombre siempre había esperado que Heizou se convirtiera en un campeón de taekwondo o algo por el estilo, un sueño frustrado que tenía porque él no pudo lograrlo y que esperaba que su hijo cumpliera por él. Por eso no apoyó nada la decisión de Heizou de convertirse en detective, una profesión tan alejada del taekwondo.

Pero bueno, con el tiempo —y muy seguramente con la intervención de su madre—, el padre de Heizou buscó el momento ideal para decirle que no le impediría ser detective si eso era lo que su corazón le decía que hiciera y que, como su padre, lo tendría a su lado siempre. Aun así, Heizou fue lo bastante observador como para ver que todavía quedaba un brillo de desaprobación en sus ojos cuando se lo dijo. Esa fue la primera de muchas veces en las que sintió cómo lo decepcionaba.

Odiaba la sensación de no cumplir con las expectativas de su padre, pero no estaba dispuesto a renunciar a sus ambiciones para satisfacerlo. Se convertiría en el mejor detective de Teyvat y además haría que se sintiera orgulloso de él, aunque no tuviera una medalla de campeón de taekwondo colgando del cuello. Por el momento, tenía que fingir que se había creído la mentira esa de que lo apoyaba y eso hacía que a veces Heizou, cuando más débil y vulnerable se sentía por la noche, derramara alguna lágrima de frustración por sentirse un error decepcionante para su padre.

Estaba pensando en tantas cosas en ese momento que Heizou se distrajo de lo que estaba haciendo, del filete de pollo que estaba cortando.

—¡Mierda! —exclamó de la nada y soltando el cuchillo de repente al sentir como si le hubieran dado un calambre en el dedo. Se había hecho un corte.

Miró el líquido rojo y brillante que brotaba de la herida, no muy profunda gracias a Los Siete. Se llevó el dedo a los labios y se chupó la sangre que había salido mientras se dirigía al baño a por algo con lo que desinfectarla; agua oxigenada o alcohol etílico le servirían. Y una vez hecho eso, se protegió la herida con una tirita y regresó a seguir preparando la cena.

Haciéndolo lo mejor posible con la molesta tirita que le impedía doblar el dedo con naturalidad, intentó rebozar los filetes de pollo. Por el momento no tenían ninguna pinta espectacular, pero el resultado sería exquisito. Seguidamente encendió los fogones y puso la carne al fuego, a una temperatura muy exacta con la que sabía que quedarían muy jugosos.

Mientras la carne rebozada se doraba, Heizou comenzó a preparar con esmero la cama de huevo sobre la que descansarían los filetes. Ese plato era su especialidad y le hacía mucha ilusión prepararlo para Kazuha. En realidad, la simple idea de ver a Kazuha le hacía ilusión. Una completa estupidez, por supuesto. Nada de lo que tuviera que extrañarse; eran amigos, así que era normal que quisiera pasar tiempo con él. Era por eso, ¿cierto?

Heizou no era especialmente delicado con los olores, pero no podía soportar el del huevo. Así que, en cuanto terminó de preparar la cama para los filetes, se apresuró a lavarse las manos con mucho más jabón del necesario. Mientras se las secaba, comprobó la hora, descubriendo que Kazuha debería llegar en cualquier momento, dándole un brinco el corazón que ignoró con todas sus fuerzas.

Revisó a ver qué tal iban los filetes. La cocina ya se había llenado de ese buen aroma a carne rebozada que olía que alimentaba. Tan solo unos minutos más harían que los filetes estuvieran en su punto indicado, jugosos y dorados, un manjar para la vista pero también un manjar para el paladar.

Sin hacer nada en especial, simplemente dejando que el tiempo pasara para que la carne terminara de hacerse, el sonido del timbre lo sobresaltó. Acudió a ver quién era, a ver si era por fin Kazuha. Miró a través de la mirilla de la puerta, distinguiendo esa inconfundible cabeza blanca con su característico mechón rojo.

Abrió la puerta, encontrándose al otro lado con la mirada carmesí de su amigo y su sonrisa dibujada en sus labios rosados. A su espalda, cargaba una funda negra de guitarra. Kazuha podría haberla dejado en el hostal, pero pensó que quizá sería divertido cantar un poco con Heizou.

—Pasa, pasa; como si fuera tu casa, Kazu —sonrió el mayor—. Voy a ver qué tal está la carne. ¿Te parece si cenamos ya? La clase de taekwondo de hoy me ha abierto el apetito.

—Sí, está bien —respondió, quitándose los zapatos en la entrada—. Yo no he merendado y me muero de hambre —rio.

Heizou le pidió que fuera al salón y que se pusiera cómodo. Seguidamente fue a comprobar cómo estaba la carne, descubriendo que estaba en su punto, así que la apartó del fuego y apagó los fogones.

Volvió a poner gran esmero en el emplatado, haciendo que la ya de por sí apetitosa cena que había preparado se viera incluso más apetecible aún. Con los aires de un chef profesional, fue hasta el salón y dejó el plato, con comida de sobra para ellos dos, sobre la mesa donde iban a comer, fijándose con disimulo en la expresión que puso Kazuha. La forma en la que brillaron sus ojos y en la que se relamió los labios con discreción hicieron que Heizou se sintiera más que satisfecho.

Serendipia [Heikazu] (High School AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora