CAPÍTULO 16. PROBLEMAS EN EL PARAÍSO.

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Una mañana fresca con el suave canto de los pájaros inundaba Hardersfield esa mañana, un hermoso domingo que muchos aprovechaban para salir y pasear en familia, se podían ver dulces parejas compartir tiempo juntos escondidos en los árboles para que sus familias no los interrumpan, ancianitas saliendo de la misa de cada domingo muy satisfechas con la palabra escuchada ese día, niños corriendo por todos lados simulando ser soldados y pequeñas niñas en la orilla del bosque con pequeños juegos de té y muñecas, puestos de fruta, verdura, hombres haciendo trucos de magia asombrando a los niños y que aplaudían, era una mañana de domingo hermosa, más aún sin contemplamos que el invierno estaba en vísperas de terminar, entrando por fin al mes de Marzo, la primavera estaba casi en su máximo esplendor y las cosechas comienzan a dar frutos, todo el trabajo de meses había valido la pena, además de que los girasoles estaban comenzando a crecer nuevamente, por lo que él gran campo que rodeaba a la hacienda Rayo de sol se miraba tan bello que muchos trabajadores iban a trabajar caminando solo para contemplar al sol asomarse por ellos, sin duda la primavera era la estación más bella para Hardersfield. En la casa de los Jongcheveevat no había mucha diferencia, el matrimonio era cada vez más expresivo y juguetón, las veces que salían de paseo juntos los aldeanos podían apreciar el gran cariño que ambos se profesaban, las miradas cómplices, los suaves besos que lograban ver cuándo se detenían por el campo en el coche caminó a casa, la sonrisa del señor Suppasit cuando su esposo hablaba con las mujeres y donceles del pueblo sobre sus inquietudes o al tratar con los niños, su vida marital parecía de cuento de hadas, había criados que aseguraban verles más enamorados que nunca, y desde que el primer girasol comenzó a florecer, Mew siempre ordenaba un ramo para su joven esposo, quién lo ponía personalmente en un florero y adornaba a veces su recámara, el comedor, el recibidor, la sala de música o el salón del té, no había lugar en la semana donde no hubiera un florero con girasoles en él.

Aunque también se debe resaltar la visita de la futura marquesa Jongcheveevat, Sara había llegado hace casi tres meses a su hogar, había dicho que estaba molesta con su esposo y que prefirió no provocar problemas, pero el golpe en su labio le dijo otra cosa a Gulf, quién con mucha alegría alojó a su concuña en su casa, Lady Elizabeth solo tenía autorización de quedarse tres días en casa de su hijo, por lo que solamente se habían limitado a verla tres días al mes, días en que no paro de hacer comentarios informando su molestia con Gulf por cambiar más cosas de la casa ( cosas que se estaban callendo a pedazos como el tapiz) pues dió a entender que ella debía supervisar los cambios y analizar si eran convenientes, lo que generó una constante pelea entre ellos, que siempre ganaba Gulf por supuesto. Lady Elizabeth también había mostrado su descontento ante la evidentemente nada normal visita de Sara a la hacienda, pero Gulf siempre le decía a la futura marquesa que su casa estaría abierta para ella, ambos habían desarrollado una gran convivencia, todas las tardes se reunían a tomar el té antes de la cena y hablaban sobre temas muy interesantes para sorpresa de Gulf, seguramente si Sara hubiera tenido oportunidad de tener buenos maestros sería muy buena alumna, al menos desde su punto de vista.

- He escuchado que la lavanda tiene propiedades para calmar los nervios, definitivamente necesitaré todo un costal para tratar con mi suegra una vez que regrese - bromeó tomando su té tranquilamente mientras escuchaba la risa de Gulf.

- No creo que sea tan malo ¿O sí? - dijo comiendo una galleta.

- ¡Oh dios! Tan solo el escuchar "Sara, una mujer de sociedad no aprieta los labios" "Sara no comas eso porque engordaras" "Sara las niñas deben aprender cosas de señoritas, no matemáticas" - dijo imitandola sacando otra carcajada a Gulf - Tienes tanta suerte de que solo le veas la cara tres días al mes, y por lo menos Mew te defiende, no como Alonso que me ignora cuando le cuento mis problemas - se quejó.

- No le des importancia, supongo que quiere que seas igual a ella cuando tú marido sea nombrado marqués - dijo terminando su taza de té.

- Dios no - expresó sirviendo más té en la taza de Gulf - Quiero solo ser yo, aprender de mis errores y darle a mis hijas una vida donde ellas si puedan escoger su destino - habló con sinceridad.

MI AMANECER Where stories live. Discover now