CAPÍTULO 3. ENCANTO.

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La casa Traipipattanapong era conocida por ser una de las construcciones más hermosas y cuidadas, esto desde que fue construida hace más de cien años, y aportando los cuidados que siempre eran estrictamente dictados por Lady Olivia Traipipattanapong, la primera y difunta esposa de Jonathan Traipipattanapong, su apreciación era inefable, si había algo que siempre reconocería Lady Elizabeth, era el excelente gusto de la decoración de aquel palacio, sus extensos jardines perfectamente cuidados, unos rosales que daban unas hermosas flores endulzadas de un exquisito aroma, y qué decir de la fachada, era de mármol comprimido, dando un aire elegante, antes de llegar a la entrada se debía pasar por un puente de madera de roble, un pequeño estanque se paseaba debajo, era un palacio de ensueño.

Luego estaba la nueva propietaria.

Aunque Lady Elizabeth sabía por algunas fuentes que Jennyfer era hija de buena familia, su educación dejaba mucho que desear, era arrogante, presumida y demasiado ambiciosa, cualidades que no eran bien vistas, por lo menos expresarlas, no acostumbraba a tratarla mucho, pues desde que Lady Olivia, que en paz descanse falleció, el apellido Traipipattanapong había sido rebajado por la nueva Lady Traipipattanapong, algo que veía venir desde que la conoció el día de su boda, pero como se mencionó antes, no acostumbraba a convivir con ellos, pues eran de clase inferior, aunque lo suficientemente reconocidos como para un matrimonio provechoso con su segundo hijo, su mayor tesoro.

A la entrada los recibieron amablemente unos criados que los escoltaron hasta la entrada, Mew y Elizabeth caminaban a la par con elegancia y seriedad, aunque por dentro el menor de los Jongcheveevat estaba nervioso, quería darle una buena impresión a su prometido, darle a entender que se tomarían todo con calma y que no debía de preocuparse o sentirse presionado, sus intenciones no eran hacerlo sentir menos o un objeto sin valor, muchas veces miro eso en su madre, no soportaría que su prometido se mirara de la misma forma.

- Buenos días - habló su madre cuando estuvieron frente a la familia Traipipattanapong.

- Bienvenida excelencia, nos hace mucha alegría recibirla en nuestro hogar - habló sonriendo Jennifer.

Jennifer Traipipattanapong ( Collins como apellido de soltera) era una mujer hermosa, alta, de piel blanca y sonrisa radiante, ojos verdes como esmeraldas, su cabello perfectamente arreglado en un tocado exagerado, y por supuesto, irritante y egoísta, pero era una mujer decente, cualidades que lograban que Elisabeth tuviera al menos algo de respeto por su persona, pero eso no la salvaba de su despreció.

- Agradezco su hospitalidad, pero me gustaría hablar cuanto antes del asunto que nos trajo hasta aquí - habló fuerte y claro.

- Por supuesto, le presentó a Gulf, mi hijo - dijo y tomó a su hijo del brazo, el chico dió una dulce sonrisa y miró a la dama.

- Es un gusto - dijo con voz suave pero segura.

- Lo es para mí también - dijo con indiferencia.

Gulf miraba con temor a aquella mujer, ¡Era aterradora! Su semblante era serio, era muy bella para su edad, pero se notaba en su cara la amargura y la molestia de presentarse en su casa, no sabía a dónde mirar, sentía que era una falta de respeto grave si se atrevía a observar muy cerca, pero al mismo tiempo era también una falta de respeto no mirarla a los ojos e ignorarla como planeaba hacerlo está mañana, Jennyfer el día anterior se encargó de hablaré de la familia Jongcheveevat, los puntos más importantes e indispensables para su conocimiento, sabía que eran Marqueses, actualmente Edward Jongcheveevat seguía siendo marqués, al menos hasta que su hijo tuviera un hijo varón para obtener el título, pero lo más importante y la tarea que Gulf debía de realizar era concebir a ese heredero.

Para nadie era sorpresa que Alonso Jongcheveevat no podía tener hijos varones, era parte de los chismes diarios que se podían escuchar entre familias de sociedad, e incluso los mismos criados de la casa Jongcheveevat hablaban sobre ello, se decía, que su primera amante; a la que dejó en cuanto nació su hija, había lanzado una maldición a la familia; pues el primer intento con su esposa no salió gratificante, era normal para la sociedad inglesa que cuando una mujer casada estaba embarazada, su esposo buscará satisfacer sus necesidades con alguien más, y así también garantizar más hijos y descendencia, por eso existían tantos hijos bastardos e ilegítimos en los últimos años, a la primera amante o "querida" del heredero Jongcheveevat se le conocía como Rubí, era famosa por ser hija de una curandera negra, era recogida por lo que nadie sabía sus orígenes, pero se dice que luego de ser alejada de su hija se suicidio y dejó un mensaje muy extraño para el futuro Marqués Jongcheveevat, y desde entonces el heredero jamás ha llegado.

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