LA RAZÓN POR LA QUE NO PUEDO MORIR.

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Ella por fin soltó su cabeza

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Ella por fin soltó su cabeza. La nuca de Jeonghan punzaba como nunca. Era horrible admitirlo pero en ese momento no quería ni podía dejar de llorar. Hacerlo frente a alguien, y que ese alguien fuera esa mujer pelirroja era aún peor. Ella se había sentado a su lado disfrutando cada señal de desdicha salir de Jeonghan. Sus lágrimas, sus quejidos, sus dolorosas expresiones, todo eso parecía divertirle. Estaba pendiente de cada uno de sus movimientos. Se burlaba por la forma en la que Jeonghan detenía su mirada en cada uno de sus compañeros y sus Jiwa.

Ahora no eran más que marionetas.

- Creo que sabes que ellos no volverán a hablarte o moverse - dijo ella acicalando su largo cabello.

- ¿Por qué no terminas conmigo de una vez? - preguntó viendo en algún punto en el paisaje.

Ella meneó la cabeza.

- Eres de Xila. Voy a torturar esa brillante mente tuya.

Jeonghan miró una vez más a todos. Estaban vivos, y muertos al mismo tiempo. Sus ojos habían perdido algo de su brillo, sus músculos estaban relajados, sus cuerpos respiraban, pero no había vida en ellos.

- ¿Qué es lo que les han hecho?

- Están en una especie de limbo mental - explicó ella - Digamos que están en un encuentro con ellos mismos, con sus recuerdos, con su presente, y con sus más oscuros deseos sin completar.

- No suena tan mal... - se consoló en un intento de apaciguar su creciente angustia.

- No, es cierto. No es tan malo - dijo ella - Cuando mueran no lo notarán. No se darán cuenta del hambre o frío que sientan.

Jeonghan la miró fijamente por primera vez. Ella era una mujer hermosa, igual a todas las otras que los rodeaban en ese momento. Entendía hasta cierto punto por qué hacían lo que hacían. Ellas protegían esa pradera. Detestaban el cambio, la intervención humana desechando el paisaje a su alrededor por una vivencia más cómoda. El hecho de dejar las huellas de unos zapatos era ya imperdonable.

- ¿Por qué hay uno de más con ustedes? - preguntó curiosa.

- Eso no te importa.

Ella soltó una carcajada.

- Eres tan de Xila. Eres la personificación perfecta de lo que significa.

- No me halaga que tú me lo digas.

- Dime la verdad. ¿Quién no debería estar aquí?

Jeonghan guardó silencio.

Ella se giró atrás, sujetó a Jihoon por la ropa y lo arrastró por la tierra hasta tirarlo frente a ellos.

- ¡Déjalo! - chilló desgarrando un poco su garganta.

La impotencia que Jeonghan sentía en ese momento no podía compararse con nada que antes hubiese sentido. La ninfa delante de él no podría saberlo, pero ese viaje lo estaba cambiando por completo. Ya era casi imposible encontrar en él rastros del Jeonghan que era antes de iniciar, las personas siempre hablaban sobre el buen ejemplo que era él al representar perfectamente a su clan y su capital.

RUN TO YOU [Jeongcheol]Where stories live. Discover now