Capítulo 16.

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Lo único en lo que pensaba camino al hospital, era en mi hermano. Lo único que deseaba con todas mis fuerzas, era que estuviera despierto de una vez por todas y pudiéramos irnos a casa.

Pensé que Justin no se merecía estar en mi mente ni por un segundo después de todo lo que me hizo y actuar como lo hizo él.

—¿En qué piensas?

Me sacó Cedric de mis pensamientos. Mi mirada que había estado perdida en la carretera se posó en él, observando sus pecas y analizando las palabras que me acababa de decir.

—Ah, en nada —me encogí de hombros—. Es solo que quiero que Finn esté despierto de una vez por todas y que todo vuelva a la normalidad, como si nada de esto hubiera pasado.

—Tranquila, ya verás como todo saldrá bien.

Cedric me sonrió y posó una mano sobre mi pierna.

Finn era todo lo que tenía en esos momentos. Ya no podía contar con el apoyo ni la presencia de mi madre ni de mi padre, además, no sabía nada de mis tíos desde hacía años y por desgracia solo tenía a un abuelo vivo, y estaba en el asilo desde hacía años por culpa de mi padre.

Antes de que me pudiera dar cuenta Cedric había aparcado el coche en la zona del parking gratuito del hospital y me apeé del coche, cerrando la puerta después, a la vez que lo hizo él.

Al lado del coche de Cedric había un Volkswagen Golf plateado. Ese coche se me hacía muy familiar, y aún más la matrícula de éste. No le di demasiada importancia y corriendo un poco para alcanzar a la persona con la que había venido, me encaminé hacia la entrada del hospital.

Caminamos por los pasillos interminables y enfermizos del hospital hasta llegar a la planta donde estaba mi hermano ingresado. En la salita había muchísima gente, incluso más que el día anterior. Tuve la inercia de buscar a Dex, pero obviamente no estaba allí. Segundos más tarde mi atención fue captada por el sonido que hizo una puerta al abrirse, chirriando. El doctor que había atendido a mi hermano el día anterior se hizo paso y cuando me vio, no tardó en acercarse a nosotros.

—Buenos días, señorita Dellinger —me saludó el hombre con el pelo canoso—. ¿Y usted es...? Veo que no es el mismo chico que la acompañó ayer.

—Fiallo, Cedric Fiallo, doctor. Y no, no soy el chico de ayer.

—Oh estupendo, Fiallo, un placer. ¿Italiano?

—Así es.

—Se le nota en el acento —continuó hablando el hombre de bata blanca—. Muy bonito, por cierto.

—Muchas gracias.

—Siento interrumpir esta interesante conversación —ironicé—. Pero me gustaría saber y ver, si es posible, como está mi hermano. Al fin y al cabo estamos aquí para eso.

—Por supuesto, discúlpeme. Su hermano, señorita Dellinger, está mucho mejor, esta noche ha mejorado muchísimo. No hay más que decirle que ya se ha despertado y por suerte, su cerebro y corazón responden perfectamente.

Suspiré aliviada, dejando ir todo el aire que llevaba conteniendo dentro Dios sabe cuánto tiempo y mis pulmones se deshincharon como si de globos se tratara.

—¿De verdad? —Cedric pasó un brazo por mis hombros, estrechándome contra él y dejando un pequeño beso en la parte superior de mi cabeza—. Dios Santo, muchísimas gracias, doctor, por todo lo que ha hecho por Finn, de verdad —sentí las lágrimas al borde del abismo, pero las contuve—. ¿Podría verle, aunque fueran cinco minutos?

—Las normas en este hospital dicen que solo puede entrar un familiar por paciente en la unidad donde su hermano se encuentra ahora mismo, señorita. Cuando el señor Dellinger salga, usted podrá entrar. Y si el señor Fiallo también lo desea, también lo podrá hacer una vez usted haya salido.

Blackmailer ➳ j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora