"Roba la llave"

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Capítulo 17.
“Roba la llave”

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Cuando el primer golpe de aroma llegó a su nariz como un polvoriento rocío de ácido irritante sobre una herida abierta, un cortocircuito punzante en sus sienes o un atisbo de infarto, Armin supo que no sería sencillo llevar adelante su labor como había imaginado. El olor estridente (extrañamente familiar al de una casa abandonada), fue tan impactante para Armin, quien no se había esperado para nada un olor como tal en casa de un adinerado, una casa amueblada, habitada y presuntamente bien perfumada, que tuvo que aguantar la respiración por un tiempo antes de hundirse más en las profundidades de la casa, e ir tomando breves sorbos de aire de vez en cuando para ir acostumbrando su olfato poco a poco. Para Jean, a su lado, el olor le parecía tan familiar que ni siquiera tuvo que adaptarse a la terquedad estridente del aroma.

Otra cosa que acaparó su atención, incluso cuando no debería haberlo hecho, fue percatarse que en la casa no se encontraba a Mikasa por ningún lado, como si se hallara bien escondida de cualquier ser que apareciera por la casa, incluso de Eren, pensó Armin, aunque no estaba muy seguro de esto. Como un animal temeroso o condicionado, probablemente no tuvo el descaro de pasearse por la casa minutos antes de que hombres vinieran por su cuidado. Armin no imaginó cuán traumatizada estaba Mikasa, y cuán acostumbrada estaba a estarlo, que ya no se percataba de sus hábitos de reclusión. Una persona normal podría darse cuenta perfectamente de su estado, y la sóla cavilación de Mikasa no teniendo una vida normal le sofocó el juicio.

Por un instante antes de seguir caminando detrás de Jean, pensó si en verdad quería encontrarla.

Como fuera, y con estos pensamientos en mente, aguantando la respiración, tratando de resguardar la ansiedad de ir en búsqueda de Mikasa y tener que reprimir el deseo de acurrucarla entre sus brazos, porque aunque no era racional, realmente sentía que debía hacerlo, continuó al lado de Jean siguiendo las órdenes y sus pasos, pues él sabía orientarse en el lugar y a Armin le tocó la labor más pesada de todas.

Sintió la contracción de sus músculos cuando oyó el crujir de las tablas de la escalera bajo sus propios pies, mientras iba subiendo la escalera e imaginando la conversación que tendría, o quizá el comportamiento que tendría al enfrentarse cara a cara con la mujer que lo había atormentado con cavilaciones extenuantes por estos meses. Sólo recordaba su rostro pálido como el de un fantasma en vida, y la expresión extrañamente plácida mientras dormía. No se parecía a su hermana en realidad, pero las contradicciones mentales le habían hecho creer que en algunos rasgos sí se parecían. Ahora estaba ansioso por volverla a ver y comprobar si seguía mirándola de la misma forma, como su hermana. Entre las otras muchas cosas por las que estaba ansioso.

Se dedicó a registrar las paredes, el pasillo, la arquitectura de la casa en general, de modo para olvidar que en segundos tendría contacto con la mujer sobria, o al menos no drogada como aquel día. Las pisadas que daba la suela de sus mocasines contra las tablas de la escalera le retumbaban en la cabeza, se abatían a una lucha por el pescuezo, un eterno martilleo. Su corazón, su maldito corazón ahora mismo también se encontraba taladrandole el pecho. ¿Por qué tenía la impresión de que por más que subiera escalones no avanzaba nada? El trayecto se le hizo eterno.

—Espérate aquí —le comunicó Jean, y recién entonces notó cuán lejos estaba Jean de él, y él tan lejos del primer piso tal que podía ver hacia abajo. ¿Desde cuándo le había parecido así de grande la casa? Si bien la había encontrado espaciosa, le sorprendió lo profunda que se veía desde su posición. O quizá sólo estaba impactado por lo repentino de ese quiebre mental en el que le había sacado jean.

UNDER YOUR SKIN. {EREMIKA}Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt