CAPÍTULO 2 TREGUAS INESPERADAS

221 20 0
                                    


"Para bien o para mal, las desgracias unen a la gente. Y cuando menos lo esperes, estarás riendo con quien creíste ser tu enemigo".

La cafetería estaba abarrotada de gente que iba, y venía sin parar.

El bullicio de charlas, risas, e incluso llanto, le añadían a la atmósfera un toque melodramático, acorde a la situación. Dinah y yo teníamos demasiado tiempo debatiéndonos sobre cómo podría obtener tanto dinero lo antes posible, de la forma menos riesgosa.

-Ya no sé qué hacer Chechee, necesito el maldito dinero...-digo apoyando mi frente en la mesa, completamente frustrada. El cansancio físico comenzaba a pasarme factura también. La noche no había sido fácil, por supuesto que el café ayudaba muchísimo, y, probablemente, ocupaba el noventa por ciento de mi cuerpo en este momento. Mi amiga me acaricia el cabello suavemente, reconfortandome.

-Lo necesito Dinah, ¿por qué tuvo que pasarle esto a el viejo? No lo entiendo, de verdad que no puedo. ¿Cuándo acabará mi castigo? Estábamos tan felices y luego...-hago formas con mis manos simulando una explosión.

-Ya verás como todo se soluciona, preciosa. Encontraremos la forma, sabes, la abuela nos dejó a Zayn y a mi dinero. No es mucho, pero tal vez podríamos...-levanto mi cabeza como si de un resorte se tratara.

-Ni de broma-ella me ve con el ceño fruncido, y sus ojos suplicantes. Pero me rehusó.-No puedo quitarles ese dinero. Es suyo. Lo necesitan. Dime, ¿quién pagará tu medicina, Dinah Jane? ¿Y la de Zayn? ¿O acaso piensas dejar de cuidarte?-ella asiente culpable, y yo suspiro pesadamente, negando. Zayn es diabético, mi amiga sufre de TLP y de mucha ansiedad. Aunque parezca extraño, me preocupa más su situación, que la diabetes de Zayn. Y es que mi amiga es demasiado voluble, sin ese medicamento sería como una bomba de tiempo, que, aunque no es mortal, tampoco puede dejar de atenderse. No están en la mejor situación económica, ya que tienen tantas cuentas por pagar como nosotros, y yo no puedo cambiar una vida por otra. Charlie es mi padre, sí, pero Dinah es mi otra mitad. No puedo simplemente dejarla a la buena de Dios. Eso nunca.-No puedo aceptarlo-digo sincera, mientras tomo sus manos, y veo directo a sus hermosos ojos, ahora llorosos. -Escúchame cielo, encontraremos una solución, como tú misma lo dijiste...-ella asiente no muy convencida, y siento el terror en su mirada. Veo las enormes bolsas bajo sus ojos, mi pobre Chechee. Me siento culpable por hacer que esté aquí, aunque me hace sentir mejor el tenerla conmigo. Contra su voluntad, la mando a casa. Necesita cuidarse, descansar. Por mi parte, me quedo otro rato, pensando. ¿Cómo saldremos de esto, Dios? ¿Acaso es una prueba? El pasado nunca se va...

-¿Podemos hablar?-pego un salto en mi asiento, sorprendida. Al levantar la vista, me encuentro a Cassandra, la novia de Charlie, y por ende, mi temible madrastra. Una mujer de mediana edad, cuerpo como reloj de arena enfundado en jeans, tenis y un sweater algo grande, parece ser del viejo. Su cabello castaño rizado, se encuentra recogido en una desordenada coleta como la mía, y sus ojos marrones, lucen profundamente cansados. Asiento suavemente, indicándole una silla frente a mí.

-Debes descansar-dice mirándome fijo.

-No puedo hacerlo-respondo severa.

-Eres tan caprichosa...-espeta molesta.

-Y tú tan metiche...-respondo fastidiada, rodando los ojos. Ella me da una sonrisa, haciendo que la mire raro.

-Eres muy valiente, ¿lo sabías? -la miro enarcando una ceja. Ahora falta que se le aflojen los tornillos y tenga que internarla. Genial. Más gastos...

-Nunca me caíste bien-me dice. ¿en serio, Sherlock?

-Es obvio, lo sé-contesto y ella sonríe tímida

-Quiero confesarte que nunca me caíste bien por ser los ojos, y la luz de tu padre...-inmediatamente la miro asombrada por sus palabras, y ella continúa mirando sus manos entrecruzadas sobre la mesa, de forma nerviosa.

-Para el siempre has sido su "princesa"-rueda los ojos mientras hace las comillas en el aire, y yo sonrío. -Lamento haber sido una completa bruja contigo, Camila...-dice mirándome a los ojos sincera. Esta es la primera vez, en más de tres años, que conversamos civilizadamente. Es increíblemente raro. Algo malo se viene, lo sé. Ella fue malvada. Tampoco es que yo me dejara y se la hiciera fácil. Pero es entendible, siempre fuimos el viejo y yo, y los Malik. De repente, llega una intrusa queriendo cambiarlo todo.

-¿Me perdonas, Camila?-pregunta sin dejar de verme.-Por favor, yo realmente amo a tu padre. Él es el mejor hombre que he conocido en mi vida...y Dios sabe que he conocido muchos malos-Asegura sincera, y yo no lo dudo.-Charlie es el hombre más honesto, valiente y encantador que existe-la escucho hablar, y no tengo dudas de que realmente lo ama. Su cara se ilumina al mencionarlo, y tiene esa expresión soñadora que tanto conozco. Ella lo ama. Ahora lo sé. Y lo acepto. En este momento, hago lo que en más de tres años nunca hice ni pensé hacer. La abrazo. Ella se sorprende un poco -bastante ha decir verdad- pero termina recibiéndome. Por un segundo olvido todo. Ella logra tranquilizarme momentáneamente, tiene ese "instinto maternal" que nunca creí de ella.

Nos quedamos así unos minutos. Unidas por el amor y la preocupación hacia un mismo hombre. Me separo y la miro a los ojos.

-Supongo que es momento de una tregua, metiche...-ella me sonríe con malicia.

-Ya era hora, niña caprichosa -ambas sonreímos divertidas y pronto comenzamos una animada conversación. ¿Quién lo diría? Aunque en nuestra plática no faltaron palabras como metiche, caprichosa, madrastra bruja y malcriada, podría decirse que estamos en buenos términos. Hasta amistosos podría decirse.

Finalmente, la metiche logra convencerme de irme a casa. Pero antes, voy a salir a buscar un empleo. Me gradué hace unas semanas, luego de tanto. Recuerdo lo orgulloso que estaba mi viejo. Le presumía a todos que su niña se graduaría. Ese día había estado sintiéndose mal, pero no hubo fuerza sobrehumana que lo hiciera desistir sobre no ir a ver a su chica.

Cuando llegué a casa, todo estaba tan vacío. Ni siquiera sé lo que comí. Estaba en modo automático. Revisé el periódico local en busca de un empleo acorde a mi profesión, o al menos, uno con buena paga.

Mañana será un día largo, presiento que no saldrá bien, espero y sólo sea mi pesimismo haciendo acto de presencia. Empresas, cuidado, voy a conseguir un bendito puesto, lo sé.

Así tenga que venderle mi alma al diablo nuevamente, o pactar con el...

Hazel no tenía idea de que el destino, Alá, o el santo pomelo pueden oírte. Eso de "venderle tu alma al diablo" puede venir en una muy interesante oferta...

Hazel (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora