Carta 41: Quince primaveras

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En los momentos de la infancia nuestros sueños son muy diversos y conocemos el mundo mediante el juego. Linda ¿tú jugabas con muñecas? Pensando que eran princesas por rescatar ¿o te trepabas a los árboles imaginando ser una escaladora profesional? ¿has preferido jugar con las niñas? o ¿te han obligado a no jugar con varones? No lo sé linda.

Salta la cuerda una, dos, veinte veces. El tiempo corre y no hay más niña. El tiempo corre y ya no hay más sueño infantil. El tiempo corre y ya no quieres saltar más. Juegos de niños lo llamas. Las muñecas comienzan a estar todas perfectamente colocadas en el salón de la fama (la caja de donaciones) Al final sólo queda un peluche, una pelota y nada más.

El cuarto lleno de juguetes da paso a un nuevo momento histórico ¿Qué pondremos en las paredes? ¿pósters? ¡No! Porque no te gustan los cantantes. Luego de tanto pensar decides volver a acomodar todo tú misma. Las estrellitas amarillas en el cielo celeste son tapadas por el color lila. El estante que estaba lleno de muñecas, se va llenando de libros.

Así poco a poco vas dejando linda, de inventar tus propias historias para leer las de otros. De los cuentos que leías, infantiles e inocentes ahora vienen novelas de géneros diferentes.

Entonces tus amigas vienen a verte y las chicas llenas de barro que posaban para la foto de mamá, con el pelo alborotado y quizá alguna mudando un diente. Ya no están sucias ni son obligadas por mamá para una foto tomarse. Porque ahora ellas mismas se arreglan para posar. Linda, tú que decías que jamás te pondrías una falda, ahora andas en vestido a todo lugar.

Papá que era tu héroe, ahora comienza a tener un lugar distinto y las palabras de mamá siguen siendo más y más duras cada vez y aunque piensas que te estás ganando el mundo sabes también que cuando piensas que lo sabes todo no sabes ni el cinco por ciento de lo que es la vida.

Una noche cierras los ojos y al día siguiente quince años ya llegaron y te has convertido en una princesa, linda, y papá cada vez está más celoso y mamá más y más feliz. Porque ella ahora te ha enseñado a una señorita correcta ser. El día transcurre entre las abuelas y las tías, mamá y las primas. Todas te han ayudado con el vestido, el maquillaje y el peinado. Papá no ha entrado en ningún momento a la habitación pues tuvo que hacer diligencias y los quehaceres del hogar.

Hace un rato ya todas se han ido y comienzas a recorrer la habitación. Tantos recuerdos pero no vienen a tu cabeza sino a la de papá quien viéndote caminar por el lugar. La niña alocada con el cabello lleno de hojas está frente a él convertida en toda una señorita. Te das la vuelta para ver al hombre de tu vida y lo encuentras allí... con los ojos llorosos pero feliz. 

100 cartas para ellaWhere stories live. Discover now