Las Vainas

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Nos tomamos un pequeño descanso antes de salir de la sede. El ataque de las acromántulas nos ha dejado a todos un poco traumados. Solo pensar en esos bichos tan grandes, peludos y horrorosos me provoca escalofríos. Por suerte logramos escapar a tiempo.

Afuera hace un día soleado aunque no tan despejado. Un par de nubes esponjosas navegan por el celeste del cielo, eclipsando al sol de vez en cuando. Observo a los demás edificios, impactada por el paisaje que me ofrecen. Es una pena que se hallen en un estado tan precario. Chicago es una ciudad asombrosa.

Tobias y Tris deciden omitir el uso del tren por ahora. Después de lo acontecido con Harry, preferimos dejarlo de lado momentáneamente. No obstante, nuestros sucesivos encuentros con las arpías y las acromántulas no hacen más que indicarme que es imposible estar completamente a salvo. Siempre estaremos expuestos al peligro.

Recorremos las calles abandonadas de la ciudad en tropel. En ocasiones nos tomamos un pequeño tiempo para detenernos e inspeccionar los edificios en busca de algo útil. Si bien necesitamos aprovechar la mayor cantidad de recursos posible, la idea de introducirme en una construcción descuidada, oscura y desconocida no me apetece en lo más mínimo.

Avanzamos y seguimos avanzando. Llevamos alrededor de media hora caminando. Mantengo la cabeza gacha durante todo el trayecto, focalizando mi vista en mis zapatos. Esto se ha transformado en un laberinto más moderno: una infinita excursión en un lugar desconocido, pero sin las enormes paredes que nos rodean y mantienen encerrados.

Súbitamente, unos gritos a la cabecera del grupo me extraen de mis pensamientos con violencia. Estiro el cuello para evaluar con más detalle lo que sucede, manteniendo el arma cargada bien en alto. Una sustancia negra ha sido liberada de algún lugar y ha formado una ola que está arrasando con la calle en la que nos encontramos. Oh, no. No puede estar sucediendo de nuevo.

- ¡Bella! - grita Edward, y está a punto de saltar hacia la masa de líquido oscuro cuando Jace lo toma por el brazo y lo detiene.

- No seas estúpido. Morirás igual que ella - le dice.

El vampiro sacude el brazo y logra zafarse del cazador de sombras tan violentamente que el rubio cae al suelo. Edward está a punto de correr en busca de Bella cuando un sonido lo detiene. El sonido del cañonazo.

La piel se me eriza inmediatamente y las manos con las que sujeto mi arma comienzan a temblar. Otra muerte. La sustancia ha acabado con Bella. Contemplo como su novio cae de rodillas al suelo y oculta su rostro detrás de sus manos.

- No entiendo... - comienza a decir Tobias, pero algo lo interrumpe.

El vampiro que se arroja encima de él. Está intentando matarlo.

***

Peeta corre a separarlos y Thomas y Percy se le unen. Cuando finalmente logran desprenderse, distingo una mirada salvaje cargada de odio y cólera en los ojos rojos como la sangre de Edward. También noto como sus blancos colmillos asoman por debajo de sus labios superiores.

- Fue su culpa - dice, con la voz ronca y amenazante -. Ustedes la mataron.

- Edward, por favor, contrólate - le responde Tris, con las manos en alto.

- ¡Por qué no moriste tú! - le escupe -. ¡Se suponía que tú y tu novio eran los líderes aquí, los encargados de llevar la delantera! ¿Por qué no vieron venir eso?

- Fue una trampa - dice Tobias -. Nadie la vio venir. Ni siquiera tú, con tus reflejos de vampiro, lograste hacerlo.

Edward sacude la cabeza, indignado.

- No está muerta - se repite -. Voy a encontrarla. Y si no lo hago, regresaré para vengarme de ustedes.
A continuación, desaparece en un abrir y cerrar de ojos, corriendo a la velocidad del sonido. Todos permanecemos en silencio hasta que Annabeth rompe el silencio.

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