CAPÍTULO 18.

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Sería un completo desastre tocar a una casa y molestar a alguien más, sobretodo porque ya no tenía madera que darle para que se calentase en el fuego.

- Sebastian porfavor... Tienes que estar aquí...

Balbucee algo cansada, ya oscurecía, y hacia demasiado frío. Además mi vestido se atrapaba en las ramas del suelo y en cada tirón se rasgaba.

Llamé a la puerta y espere pacientemente a que abriese alguien. Llamé una segunda vez, y una tercera, alomejor estaría durmiendo.

- ¡¿Sebastian?!

Grité y volví a llamar a la puerta, esta vez aporreandola. No tenía miedo de que otras personas me escuchasen porque las casas estaban bastante separadas unas de otras.

Seguí aporreando la puerta sin parar, desesperada.

- ¿Que mierda está pasan...

La puerta se abrió De pronto y quedé con el puño en lo alto. Era él, es Sebastian.

- Mi amor...

Di un gran paso hasta el y me abracé a su cuello.

- ¿E-Eli?

Pudo pronunciar,se quedó en shock.

- Si, soy yo... Sebastian, te amo...

Lloriquee en sus brazos.

- Dios mío...

Susurró él, abrazándose a mi. Ahora ambos llorábamos, Sebastian cerró la puerta, aún conmigo enganchada a él.

- Estás helada, vayamos al fuego.

Me separé un poco de él y caminamos juntos al frente de la chimenea. Me veía de una forma confusa, no sabía que hacía aquí. Sus ojos estaban bien abiertos y me recorría con la vista de arriba a abajo sin parar.

- Elisabeth... ¿Que haces aquí? ¿Y tu boda? ¿La luna de miel? ¿Daniel? ¿Que ha pasado? ¿Esto es un sueño?

Me reí un poco porque moría por besarle y él no paraba de preguntar.

- Tu hija fastidio de la mejor manera esa estúpida decisión que iba a tomar... Sebastian, yo te amo a ti.

Intenté secar mis lágrimas, pero no paraban de salir.

- Estás diciendo que...

Lo corté, ya no podía seguir escuchando sus palabras sin antes besarlo. Me tiré hacia él, y caímos al suelo, ambos reímos, pero seguido él miró a mis labios y yo a los suyos.

- ¿Recuperé tu amor?

Preguntó acariciando mi mejilla.

- No puedes recuperar algo que ya tenías.

Susurré antes de apoyar mis labios con los suyos, y empezar a sentir como ambos movíamos nuestras bocas, y nuestros brazos, acariciándonos y sintiéndonos.

- Perdón por traicionar nuestro amor Sebastian.

Susurré separándome de su boca.

- Estamos bien ahora, no has traicionado nada.

Me tomo de la nuca y me acerco a su boca de nuevo.

- aún no sé cómo es que estás aquí.

Hablo bajito, mirándome a los ojos con curiosidad.

- Carol y Alfred tienen la culpa, pusieron un vídeo de nosotros tres, y miré por un segundo a Daniel, y ya no quería lo que tenía esperando en el altar, quería seguir teniendo más momentos como en el video, aunque eso cueste dolor.

Profesor Stan: A tu lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora