—¿Qué... qué sucedió con su madre? –preguntó, mirándome con atención. Dejé escapar una leve carcajada llevando mi vista al frente.

—¿No pudo empezar con algo menos... duro? –pregunté devuelta en tono gracioso.

—Discúlpeme. –dijo rápidamente. – No es necesario que me lo diga. –aseguró, mirándome apenada.

—Tranquila, se lo contaré. –contesté, mirándola con una sonrisa graciosa. Ella me golpeó el brazo con suavidad, rodando los ojos con una pequeña sonrisa en el rostro.

—Bien, lo escucho. –dijo, sin dejar de mirarme ni un momento.

—Pues... ¿Por dónde comienzo?

"
—Su esposa padece de leucemia, señor Leblanc. –aquella simple oración fue solo el inicio de la peor etapa de mi vida. Mi madre había estado sintiendo malestares y fatiga en los últimos días. – Lo lamento mucho. –Mi padre se pasó las manos por el cabello, caminando de un lado a otro, inquieto.

— ¿Hay algo que pueda hacerse, doctor? –preguntó él, sabía que aquella noticia le había caído como roca en el estómago.

—Derrick, usted es mi amigo, y quiero ser lo más sincero posible. –respondió él, acomodándose los lentes encima de la nariz. – Al parecer, el cáncer de su esposa se desarrolla con lentitud, con ciertos tratamientos y medicamentos podemos lograr su mejoría, pero eso solo extenderá la llegada de lo inevitable. –mi padre frunció el ceño.

—Se refiere a que... –contestó él sin terminar la expresión, se podía ver el miedo y la tristeza en sus ojos. El doctor asintió levemente, confirmando sus sospechas.

—Lo siento mucho. –dijo el doctor, acercándose a él y rodeándolo en un abrazo. Mi padre no reaccionó, pero vi sus ojos llenarse de lágrimas que luchaba por no dejar escapar. De repente su mirada se encontró con la mía, y rápidamente dejé de asomar la cabeza por la puerta de la habitación de mis padres. Cerré la puerta de inmediato y me di la vuelta, mirando desde lejos a mi madre dormir tranquilamente sobre su gran litera. Me acerqué hasta allí con pasos sigilosos, me senté junto a su cama y la observé por un rato, jamás había visto a mamá de esa manera, y aunque era pequeño, me causó mucha tristeza.

—Papá... —le llamé ya estando acomodado en mi cama para dormirme, él me miró por encima de su hombro ya que estaba a punto de salir de mi habitación.

—¿Sí, hijo? –contestó.

—¿Mamá está muy enferma? –pregunté, mirándole expectante. Él se dio la vuelta, viéndome algo sorprendido por mi repentina cuestión. Él se acercó a mí y se agachó de cuclillas junto a mi cama.

—Me has escuchado hablar con el doctor, ¿Cierto? –asentí levemente. Él forzó una pequeña sonrisa y acarició mi cabello hacia atrás. – Tu madre no se siente muy bien ahora mismo, pero va a mejorar, te lo prometo. –Asentí lentamente, con una leve sonrisa.

—Entonces no va a morir, ¿Verdad, papá? –pregunté, él negó lentamente, pero vi un leve destello en sus ojos, y ahora entiendo que aquella pregunta había sido difícil para él porque conocía la respuesta y tuvo que mentir para no arrastrarme con él.

Los siguientes días fueron mejores, con los medicamentos indicados por el doctor mi madre había mejorado. Cada día se veía tan viva, tan alegre, tan activa. Tenía tiempo para mí, para mi padre y para sus proyectos, actuaba como si nada estuviese pasando.

—Quita esa cara, amor, no me he ido a ningún lado. –la escuché decirle una vez a papá mientras estábamos en el jardín. Mi padre amaba mucho Susan, la amaba con cada fibra de su ser, mientras ella estuvo con nosotros valía la pena vivir, reír, disfrutar, al menos así se sentía. Ella nos daba ánimo incluso cuando era quien la estaba pasando peor.

TAN SOLO TRES MESES | COMPLETAWhere stories live. Discover now