Capítulo 8

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—Amiga, luces radiante. – dijo Flor, dándole los últimos toques a mi cabello.

—Realmente hermosa. – Agregó Stepha, mirándome con mucha dulzura. – ¡Qué envidia! – todas reímos ante tal comentario.

Me veía en el espejo y no podía creerlo. Aunque el maquillaje era muy sutil, era algo nuevo para mí, me hacía ver más madura y diferente, lucía hermosa.

—Y, por último, lo más importante, el vestido. – escuché la voz de la señora Amelia mientras entraba en la habitación. Todas volteamos a su dirección, viéndola sostener la percha donde estaba mi vestido colgado, pero éste estaba cubierto por una tela que no dejaba exponerlo. – Liana, sé que habíamos quedado de acuerdo en el otro vestido, pero sentí que este te sentaría mucho mejor. – entonces con su mano libre apartó la tela que ocultaba el traje. Cubrí inmediatamente mi boca ante la sorpresa que me causó ver qué vestido era. Las demás chicas pasaban su mirada de la señora Amelia hacia a mí, tratando de entender la situación.

—¿Liana? ¿No te gustó? – preguntó Flor, preocupada y confundida al mismo tiempo. Aquel vestido, color durazno, era tan hermoso. Me levanté en silencio de mi asiento y me acerqué hacia la señora Amelia, quien me miraba con dulzura, sabía que me había gustado aquel detalle. Pasé mis dedos por la tela de aquel vestido largo, color melocotón, adornado por vuelos en la parte de los hombros.

— ¿Cómo es posible? –pregunté mirándola y luego nuevamente al vestido. Lo acerqué a mis brazos y lo abracé, con cuidado de no arrugarlo.

—Cuando Liana era aún muy pequeña para que este vestido le quedara, lo usaba diariamente, jugueteando y tonteando por toda la casa, hasta que un día el señor Leblanc le prohibió volver ponérselo y me lo entregó para que lo donara a alguien que lo necesitara. La verdad es que lo guardé, pero lo había olvidado hasta que llegó esta ocasión. –explicó la señora Amelia y volví a mirarla impactada. Esto significaba mucho para mí, ese vestido le pertenecía a mi madre, y lo había traído conmigo. Dejé rápidamente el atuendo a un lado y abracé a la señora Amelia con mucha fuerza.

—Gracias, gracias, muchísimas gracias. Es perfecto. – dije mientras mi abrazo era correspondido. Cuando me separé de ella, miré hacia arriba pestañeando con rapidez, evitando que las lágrimas cayeran de mis ojos.

— ¡Oh, no, no, no! No puedes darte el lujo de llorar ahora. – dijo Amelia, las demás rieron y se acercaron a mí, rodeándome en un abrazo grupal. – ¡Basta de lloriqueos! Liana necesita estar lista ya. – "Sí, señora Amelia" todas respondimos y volvimos a lo nuestro. De verdad que no me creía lo que había pasado.

...

Bajé las escaleras con cuidado de no resbalarme, levantando levemente la parte inferior de mi vestido para no tropezarme con él. Allí abajo esperaban por mí Derek y el señor Leblanc. Mis ojos se encontraron con los del primero mencionado, noté cierto asombro en su mirar. Cuando llegué al primer piso, incliné mi cabeza en forma de saludo, y ambos hicieron lo mismo.

—Luce usted muy bien, señorita Basurto. – halagó el señor Leblanc, y sonreí como reacción.

—Se lo agradezco mucho, señor. – respondí.

—Es hora de marcharnos, no quiero que nos presentemos tarde a la celebración. – dijo luego el señor de la casa y nos hizo señas para que le siguiéramos, mientras emprendía su camino hacia la salida. Derek le siguió y, después de despedirme de las chicas lanzándoles besos silenciosos, caminé tras ellos.

Noté cómo Derek redujo la velocidad de su paso para que pudiera alcanzarle, y así hice. Sin embargo, no había dicho ni una palabra.

— ¿Le comió la lengua el gato? –pregunté en tono burlón y él dejó escapar una suave carcajada. Cuando llegamos al carruaje, Derek me extendió su mano para ayudarme a subir en él, la cual acepté, mirándole a los ojos.

TAN SOLO TRES MESES | COMPLETAWhere stories live. Discover now