Capítulo 21 Un baile de tango

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Alex y Charley se seguían pegando, parecían dos animales peleándose por comida. En este caso la comida era yo.

Lía, su novio y todos los que estaban en la cafetería los observaban, pero nadie los des apartaba, por lo que tuve que intervenir, pues de alguna forma u otra todo aquello era por mi culpa.

—¡Ya basta! —Grité con lágrimas en los ojos. —Los dos se quedaron quietos y me miraron. Ambos respiraban agitados. Charley y Alex se estaban pelando como dos trogloditas saciando su sed de venganza. Sin darles tiempo a decir nada más empecé a alejarme de aquel lugar.

Sentí como Lía me llamó varias veces, pero pasé de ella y seguí mi camino. Sin darme cuenta me alejé de la cafetería. No quería ir a mi casa, necesitaba despejar mi mente y sabía que en mi casa con Piter y mi madre no lo iba a lograr. ¿Cuántas opciones me quedaban? Ethan, él era el único con el que podía contar. Le mandé un SMS con el texto (S.O.S.) junto con la ubicación y en unos minutos se encontraba frente a mí. Sus ojos marrones chocaron con los míos al entrar a su auto y supe que me iba a derrumbar en aquel lugar.

De inmediato sin hacer ni una sola pregunta empezó a conducir lejos de aquel lugar, y aunque me iba aún sentía esa rabia ligada con angustia y ganas de llorar.

Al llegar a un mirador alejado de la ciudad Ethan frenó el carro y nos quedamos en silencio.

—Aquí, aquí es seguro para que grites patees y saques todo lo que sientes sin que nadie te vea. Bueno, aparte de mí por... —No lo dejé continuar.

Salí del auto y empecé a gritar insultos al aire. —Malditos imbéciles hijos de pu... —Le di una patada al auto —¿Por qué tienen que ser así? ¿Por qué los chicos tienes que ser de esa forma? —Le di otra patada esta vez al neumático —Maldigo el día que apareciste en mi vida con esos ojos azules y...mierda...

Me senté en la hierba y recosté la cabeza de mis rodillas. Las lágrimas empezaron a salir como un diluvio. Ethan por fin salió del auto y se sentó a mi lado. —Los chicos son unos idiotas —Dijo y pasó su brazo por mi cuello.

—Todos no, tú no eres como ellos. —Gimoteé secándome las lágrimas.

Ethan sonrió —Toda regla tiene una excepción, yo soy esa excepción mi querida amiga. —Intentó bromear y di un largo suspiro.

—Ojalá todos fueran como tú. El mundo sería mucho mejor.

—Si todos los chicos fueran como yo el mundo sería un desastre. ¿Te imaginas que a todos les gustaran las chicas y los chicos?

Empecé a reír sin darme cuenta —Tienes razón cuanta perversión hay en ti, olvidaba ese detalle.

—Oye —Me dio un golpesito en la frente —no soy tan pervertido.

Nos reímos una vez más y sentí como mi estado de ánimo iba aliviando. Al ponerme de pie con la ayuda de Ethan observé el paisaje a mi alrededor por primera vez. Era un lugar muy bonito. A lo lejos se veían algunos edificios y más allá de la ciudad se dibujaba un paisaje muy hermoso con colinas y montañas enormes que se perdían en el horizonte. Por un momento quise estar ahí, quise volar y alejarme de todo y de todos.

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Por fin llegó el día que tanto temía. El día de mi presentación con Alex por lo de la clase de tango. En la mañana intenté salir de casa lo más sigilosa posible, pero di un respingo al ver a mi hermano y a mi madre con una sonrisa esperando para acompañarme, y según ellos, verme triunfar como bailarina. Tuve que hacer de tripas corazón para fingir que nada sucedía y que estaba feliz. Había luchado tanto por eso. Tantas horas de ensayos tirados por la borda. Desde la primera vez que a mis 7 años vi una coreografía de tango quedé fascinada con aquellos movimientos seductores y las miradas entre los bailarines tan llenas de pasión. De inmediato supe que eso era lo que quería para mí. Y esa era la oportunidad de demostrarle a mi madre que quería brillar en los escenarios. Que el tango hacía mucho tiempo que había dejado de ser una simple clase de la escuela, pero la suerte no estaba de mi lado últimamente. Ni siquiera el idiota de Alex se había aparecido aún y ya casi era nuestro turno.

El chico del segundo B © ✔Where stories live. Discover now