Capítulo 4 Una caída monumental.

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Imaginen la escena, yo más roja que un tomate, mi rostro estaba lleno de vergüenza y rabia. Odiaba que Alex siempre se saliera con la suya. En serio, era un experto en hacerme sentir mal.

Sin decir nada dio medía vuela con una sonrisa de satisfacción y se alejó. Él disfrutaba eso y era lo que más me molestaba.

—Lía, necesito tomar algo más fuerte que esto.

Le di la copa a mi amiga y sin decir nada desapareció y más tarde apareció con dos cócteles y una sonrisa de oreja a oreja. Ella sí se estaba divirtiendo, ahí ajena a mis problemas con aquel estúpido y odioso chico.

Me tomé mi cóctel de tres tragos y fui a por el de Lía. Ella me lo arrebató en el aire.

—¡Oye! ¿No vas muy rápido? —Me preguntó frunciendo el ceño.

—No seas pesada, necesito despejar la mente y esto me va a ayudar. —A lo lejos volví a ver al causante de mis tormentos esta vez con Rita, Rita era una creída del club de teatro. Se veía tan feliz con ella que daba asco. Tomé otro cóctel y me fui para el centro de la fiesta arrastrando conmigo a mi amiga.

Lo siguiente que pasó se dividió en dos etapas. De pronto estaba mareada, veía a todos a mi alrededor bailando animados y solo me daban ganas de bailar más y más. Me sentía libre, grité y reí a más no poder. Hubo un momento en el que se acercó Charley y bailó con nosotras «pero». Sí, lo sé, a mí no me suceden cosas buenas más de dos minutos seguidos.

Cuando estuve muy mareada me recosté de Charley y al ver a Alex besando a Rita fui tan estúpida que pensé lo siguiente (obvio fue el pensamiento nada cuerdo de una adolescente borracha) «Yo también puedo disfrutar como él»

Fue así como cometí el primer error de la noche, o el segundo porque el primero había sido ir a aquella fiesta. Lo que sucedió fue que besé a Charley. ¿Y el error? Lo sabrán más adelante.

La calidez de los labios de aquel chico me llenó la boca y después de eso solo me dejé llevar por la emoción básicamente de estar borracha. Él me cargó en brazos y por un segundo me dije «Vez Mise, este si es un chico romántico».

¡Que equivocada estaba!

Terminamos en su habitación y reaccioné cuando lo tenía a horcajadas encima de mí, en bóxer. Fue en ese momento en el que mi cerebro empezó a procesar toda la información.

Charley, ese chico a la que le gustaba era a mi mejor amiga. ¿Entonces qué estaba haciendo en su habitación, encima de su cama?

Por un segundo me detuve a mirar a mi alrededor buscando la puerta de salida. El lugar estaba medio oscuro, solo alumbraba la luz de una enorme pecera que relucía al fondo de la habitación.

—Charley... no, lo siento, no puedo hacer esto. —desde mi posición intenté buscar su mirada, pero él solo miraba mis pechos. ¿Por qué no se hacía a un lado?

Me intenté mover pero no cedió. Justo en ese momento me empecé a asustar. Las pupilas de sus ojos estaban más grandes de lo normal, no era tan ingenua como para no saber lo que significaba eso. Ese chico estaba drogado y yo estaba debajo de él en una posición para nada favorable para mí.

—Chaeley, necesito moverme, me tengo que ir. —no hubo respuesta. Solo siguió sujetando mis brazos y esta vez liberó uno para quitarme el biquini.

—Charley, suéltame, me estás lastimando. —Su boca fue directo a mi cuello. De verdad tenía mucha fuerza, me tenía inmovilizada, en ese momento ya estaba aterrada. No quería estar con él. Mi corazón estaba a mil y sabía que debía salir de aquel lugar a como diera lugar.

—¡Mierda, déjame ir! —Grité y me vi alumbrada por la voz de mi querida madre. «Miseria Elizabeth Aslan, si un chico te intenta obligar a hacer algo que no quieres le das en las bolas, eso siempre los detiene»

Le di con la rodilla en su entrepierna. Justo en el punto débil de los chicos. Efectivamente, aquello lo hizo ceder. Se hizo a un lado gritando una palabrota y me arrastré hasta la puerta desesperada.

—Miseria, lo siento, no era mi intención... —Dejé de escucharlo. Él se quedó retorcido de dolor en la cama. En cambio yo salí a toda prisa de la habitación.

Por un instante estuve desorientada sin saber para qué lugar correr. Fue cuando vi las luces y seguí la música para llegar a las escaleras.

(Tercer error de la noche.)

Al llegar miré hacia abajo y me dio un mareo. Sentí como algo se me revolvió en el estómago. Me aguanté de la barandilla y busqué entre náuseas a mi amiga. No la vi.

—Miseria —me habló alguien—, de verdad no sé qué me pasó ahí dentro, no quise lastimarte. —Era Charley de nuevo. Sus ojos estaban desorbitados y se movía más hacia los lados que Jack Sparrow en Piratas del Caribe.

—¡Que no quisiste qué! —chillé—. ¡Te dije fuerte y claro que te detuvieras y no lo hiciste!

En ese punto ya las lágrimas habían salido.

—Yo, lo siento. —sus ojos buscaron los míos y con su mano me intentó tocar la mejilla.

—Ni se te ocurra tocarme de nuevo. —estampé con fuerza mi mano en su rostro y, justo ahí, perdí el equilibrio.

Las siguientes imágenes aparecen en mi mente como ráfagas vagas de un sueño. Un sueño muy raro. Caí por las escaleras y rodé hacia abajo llevándome consigo unos cuentos golpes en los brazos, piernas, cabeza y costillas. Estaba desorientada, mareada y con dolor en todo el cuerpo. Todo se tornó confuso y sin sentido. Serré los ojos y los abrí varias veces. Primero sentí que alguien me cargaba en brazos y me decía algo que no entendí. Se me fueron las luces. Luego iba en un auto. Las luces de la ciudad con los semáforos y el aire de la ventanilla medio me hicieron volver en sí aunque deseaba con toda mi alma vomitar. Miré a mi lado y vi a alguien conduciendo a toda prisa. Él me miró a los ojos y me dijo con una voz que nunca voy a olvidar:

—Todo va a estar bien...

Con esto último y con la imagen borrosa de Alex conduciendo perdí el conocimiento.


El chico del segundo B © ✔Where stories live. Discover now