Capítulo 3 Una fiesta a escondidas.

692 98 7
                                    

El plan estaba listo, Lía le dijo a su madre que iríamos a dormir en mi casa y yo le dije a la mía que iríamos a la suya. Un excelente plan. ¿Qué podría salir mal?

Ambas bajamos en el ascensor con la ropa en nuestros bolsos. Lía bailaba de vez en cuando y me regalaba pequeñas miradas de ilusión. No entendía muy bien por qué estaba tan feliz, la verdad. La fiesta hasta donde sabía sería algo normal como cualquier fiesta donde iría la misma muchedumbre de estudiantes del insti y la única novedad era que el anfitrión sería Charley.

Cuando llegamos al primer piso salimos y entramos a la garita del guardia.

—Hola, señor Smith. —El anciano desvió la mirada de su celular y nos dio una sonrisa fingida.

—¿Nos podría dejar la garita un minuto para cambiarnos de ropa? —le pregunté elevando la comisura de mis labios.

—¿Por qué no se cambian en sus casas como las chicas normales?

—Es que nuestras madres no saben que vamos a una fiesta. —respondió Lía restándole importancia al asunto.

El anciano tomó un cigarro entre sus dientes y se cruzó de brazos. —A ver, ¿qué les hace pensar que ahora mismo no las voy a delatar con sus padres?

Mi amiga y yo nos dimos una mirada cómplice. Nuestro malévolo plan estaba activado.

Tomé aire, di un paso hacia él y puse mi bolso en su mesa. —Si no nos deja cambiar de ropa aquí y se lo dice a nuestras madres iremos en estos momentos al 5 tºA. Seguro que los hijos de doña Claudia estarán felices de saber la relación furtiva que usted tiene con su madre.

¡Boom!

Su rostro cambió a un pálido fantasmagórico. No dijo nada, solo salió del lugar dándonos una mirada de odio.

Lía y yo entre rizas nos cambiamos de ropa y nos maquillamos hasta que estuvimos impecables.

Es bueno reconocer que el señor Smith no era santo de nuestra devoción. De hecho, varias veces nos había tratado mal cuando entrábamos al edificio mojadas por la lluvia, así que se lo tenía merecido.

Después de enviarle 20 mensajes a Ethan recibí uno que decía básicamente que no podría ir con nosotras porque tenía problemas en casa. Esa no era ninguna novedad, nuestro amigo en su casa venía siendo como la oveja negra de la familia y sus padres eran un caso singular digno de ser atendido.

Mientras caminábamos hacia la fiesta, yo con un vestido rojo escotado y Lía con uno azul celeste me llegó un mensaje. Era el mismo chico que me había estado escribiendo en la tarde.

Edu: ¿Qué haces? 😃

Mise: Voy con una amiga a una fiesta. 😌

Edu: ¿Una fiesta? Hace mucho tiempo que no voy a una. 😪

—¿Con quién hablas? —me asusté al ver que mi amiga me había descubierto hablando con un desconocido. Ambas sabíamos el susto que pasó ella hacía solo unos meses con un acosador que se hizo pasar por un tierno adolescente y terminó siendo un anciano pervertido. Ya había pensado en esa posibilidad pero esperaba no correr con la misma suerte.

—Hablando con un chico que conocí por chat.

—¡Qué! —Mi amiga casi se atragantó con un chicle de menta que iba masticando. Empezó a toser y a señalar su cuello. Lo hizo de tal forma que captó la atención de varios chicos que iban a unos pasos por delante de nosotras. De pronto tomó aire y logró respirar. Yo supuse que todo era parte de su drama de siempre

—¡Me estaba ahogando y no hiciste nada! —me acusó—. ¡Casi muero hace unos segundos! ¿Te imaginas lo que pondrían en mi lápida? Lianna Perdomo Torres murió comiendo un chicle por querer tener un aliento refrescante por si se la daba la oportunidad de besar a Charley.

El chico del segundo B © ✔Where stories live. Discover now