Capítulo 20 Una pelea.

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Cerré la puerta tan rápido como pude y me senté en la cama aún con el celular en las manos. La primera en salir fue Lía.

—Mise, te juro que no es lo que parece, esto no debió pasar. Traicioné a Gus, yo lo quiero a él no a este idiota... Mejor me voy, mañana hablamos, ¿si? —Me dio un pequeño abrazo y salió como el perro que tumbó la cazuela.

Tres minutos después salió Ethan más rojo que un tomate. Se había echado agua en el rostro y el cabello, y traía una toalla en los hombros. Por un segundo no dijo nada. Solo se sentó en la cama, al lado mío.

—¿Te das cuenta de la magnitud de esto? —Le di una mirada asesina.

—Lo sé y lo siento mucho. Yo entré y empezamos a pelear. Una cosa llevó a la otra y terminamos así. Fue el alcohol de eso estoy seguro. En mis cinco sentidos nunca hubiera...

—Te gusta ella, siempre te ha gustado. Vi tu cara cuando Lía besó a Gustavo en la cafetería. Estabas desilusionado.

Ethan no dijo nada. Se arrastró en la cama y se acostó. Yo hice lo mismo a su lado. Por unos minutos observamos el techo ensimismados en nuestros pensamientos. Cuando me di cuenta ya mi amigo estaba dormido. Me acerqué a la lámpara y la apagué. Mi sorpresa fue tanta que tropecé en la cama y caí al suelo mientras miraba el techo. Todo estaba cubierto de estrellas fosforescentes grandes y pequeñas, pegadas al techo y las paredes. En medio había un eclipse. De inmediato supe quien había sido el causante de aquella sorpresa. Alex lo había hecho, de nuevo se interponía en mi camino y me recordaba que no era dueña de mis sentimientos. ¿Cómo iba a olvidar que sentía algo él o por Edu si hacía este tipo de cosas?

Seguro el mensaje que había enviado había sido para que viera las estrellas.

Me acosté en la cama llena de dudas, sin saber qué me estaba sucediendo con mi vecino.

Después de darle vueltas y vueltas a todo me quedé dormida minutos después entre el mareo a causa del alcohol y la tristeza.

***

—Miseria, ya es hora de levantarse. —Escuché el grito de mi madre. La cabeza me quería estallar y tuve que cerrar los ojos varias veces para que la habitación dejara de darme vueltas.

Por unos segundos no me di cuenta de nada hasta que ella entró y se quedó en shock con cara de horror. Entonces me percaté. Ethan estaba sin camisa, a mi lado, dormido.

«O no»

—¡Miseria Elizabeth Aslan qué cosa es esto!

(Que maravilla de día me esperaba)

#

Después de que mi madre nos diera un sermón sobre la sexualidad y el embarazo en la adolescencia. Después de que votara prácticamente a patadas a mi pobre amigo de mi casa sin darle tiempo a desayunar. Después de todo eso estaba en mi balcón mirando la nada. Ensimismada observando el día pasar. A lo lejos en el cielo se avizoraban unas enormes nubes cargadas de agua. El paisaje era tan triste como mi estado de ánimo y estaba así por dos motivos. Uno, por lo que me había pasado con mi vecino y lo otro era que solo faltaban dos días para el estreno de nuestra coreografía de baile en el instituto, y no me creía capás de poder aguantar estar tan cerca de Alex. De imaginarlo me entraban ganas de renunciar al tango.

Toc, toc.

Sentí que alguien tocó la puerta y entré a mi habitación. Cuando abrí era mi hermano. Tenía un papel en una mano y en la otra un sándwich.

—¿Qué quieres? —Le pregunté fríamente. Lo se, era una pésima hermana, pero él tampoco ayudaba mucho.

Me miró de arriba hacia abajo y con la boca llena habló —Pareces un cadáver. Bueno igual siempre has sido así de horrenda.

El chico del segundo B © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora