CAPÍTULO 32

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     Los rayos de sol se cuelan por entre los pliegues de la cortina y aterrizan inclementes sobre el rostro de Chiara quien, a duras penas, logra abrir los ojos cuando siente un dolor infernal golpearle las sienes. 

«Perfecto. La querida resaca vino a darme los ¿Buenos días? ¿Buenas tardes?»

     Chiara está tan aturdida que ni siquiera tiene claro qué hora es. Echa un vistazo alrededor para comprobar dónde se encuentra ya que últimamente parece haber cogido afición a eso de despertar en casa ajena. Por suerte, hoy no es es caso: aquella es su habitación, la montaña de ropa que Sandra dejó sobre la silla mientras elegía modelito no deja lugar a dudas. 

     Estira el brazo hacia la mesita tratando de encontrar su teléfono para, por lo menos, saber a qué hora ha regresado al mundo de los vivos. En ese momento, siente a "alguien" resoplar y moverse al otro lado de la cama. 

Mierda, mierda, mierda… —pensó mientras dudaba si girarse o no para comprobar la identidad de su inesperado compañero de cama —. ¿Qué cojones hiciste anoche, Chiara? 

     Flashes caóticos empiezan a traer a su mente recuerdos desordenados de la noche pasada: Sandra, la hamburguesería, sus compañeros de oficina, la fiesta en el Lux, las botellas de champán… ¡Ian! 

«¡Por favor, no! ¡Por favor, no! ¡Por favor, no!»

     Con cuidado gira sobre sí misma y el aire regresa de golpe a sus pulmones cuando se encuentra de frente con el dulce rostro de Jesse. En ese momento, todos los recuerdos comienzan a ordenarse solos en su cabeza como piezas de un erótico puzzle. 

     Anoche, tras la inesperada aparición de su jefe en el vestuario del club, Chiara había regresado a casa en compañía del rubio. Si ya, antes del "encuentro" la cosa con Jesse se había puesto caliente, tras este la temperatura había alcanzado cotas volcánicas por lo que el desenlace de la noche se precipitó aún más rápido de lo esperado. 

     La idea inicial era ir a casa de Jess pero el hecho de que su apartamento estuviera mucho más lejos de la discoteca, sumado a las prisas que ambos parecían tener por continuar su fiesta privada, hicieron que el destino final elegido fuera la casa de la morena. 

«Genial, amiga, a la mierda otra vez nuestra norma de no llevar chicos a casa»

     Una vez en el apartamento, se desató la pasión. Quizás fue Ian el que había prendido la mecha pero, sin duda, Jesse contaba con gasolina más que suficiente para avivar por sí mismo las llamas. 

     Chiara se sonríe al recordar la cara de su compañero cuando, mientras suben en el ascensor, deslizó la mano bajo su falda y descubrió que no llevaba ropa interior. 

—¿Has estado ASÍ toda la noche, junto a mí, y yo no lo sabía? —preguntó, y sus hermosos ojos claros ahora brillaban oscurecidos por el deseo. 

     Evidentemente, no podía decirle que había sido su jefe quien media hora antes ha hecho pedazos su tanga, así que se limitó a asentir. 

—Pensaré que lo hiciste porque esperabas que pasara "algo" entre nosotros —susurró contra su cuello. 

—¿Quién sabe? —respondió ella mientras dejaba escapar un leve jadeo al notar los labios de su amigo subir por su garganta —. Puede que la otra noche me quedara con ganas de más. 

     Jesse tomó aquellas palabras como una invitación a pegarse aún más, haciendo que Chiara pudiera notar su firme erección a través de la tela de sus pantalones. 

     En cuanto atravesaron el umbral del piso, la lujuria tomó el control y la ropa se antojaba un insulto a sus ganas de devorarse. Entre besos feroces y descontrolados, se deshicieron de ella a golpe y tirones, sin reparo, y una inesperada carcajada brotó de la garganta del chico haciendo que Chiara se volviera extrañada a mirarlo. 

Déjame volar [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora