CAPÍTULO 28

1.7K 67 9
                                    

     Chiara se subió al taxi y le dedicó una fugaz sonrisa a Raúl, que se había quedado parado frente a la puerta de la casa mientras la observaba marchar. Su primera intención fue darle al conductor la dirección de Sandra pero enseguida desechó esa idea, no tiene ninguna duda de que si se presenta en su puerta la rubia sabría que algo grave ha ocurrido desde el momento en que sus ojos recaigan en ella y realmente no se sentía preparada aún para dar las explicaciones que de seguro le pediría.

     Ahora necesita estar sola, tiene que poner en orden su cabeza y procesar todo lo ocurrido en las últimas horas. Sandra es su mejor amiga y sabe que la escucharía y trataría de ayudarla pero también sabe que si le cuenta lo que ha pasado con Raúl su primera frase, luego de calmar el cabreo monumental que se pillará, será un “te lo dije” como una catedral y lo peor es que sabe que no le faltaría razón. En este momento, lo que menos necesita es alguien que le recuerde que ha metido la pata, para eso se bastan ella solita y su conciencia.

     —“Vaya... Mira quién se acuerda ahora de que existo”

Conciencia, no empecemos. Además no recuerdo haberte oído aparecer hace 3 horas para evitar que la cagara de semejante manera.

     - “Claro, como si me fueras a hacerme caso, a veces creo que estoy de adorno”

Touché.

     En cuanto llega a su apartamento, se tira sobre la cama sin tan siquiera quitarse la ropa. Su mente es una bomba de relojería que, de un momento a otro, puede estallar llevándose por delante cualquier atisbo de calma que haya conseguido colectar desde que empezó esta tragicomedia en la que de pronto se ha convertido su día. Necesita calmarse y poner algo de sentido común a toda esta locura.

     La visión de su madre sobre aquel muchacho apenas mayor que ella sigue regresando de forma recurrente a su memoria y ya no es capaz de distinguir si lo que más la molesta es la infidelidad en sí misma o que ello pueda suponer que toda su vida está cimentada en algo que no es más que mentiras y apariencias.

     Chiara se ha criado en un ambiente muy estricto en el que siempre ha primado dar una buena impresión de cara a la galería. Su padre es el reputado cirujano Damián Costa, hombre muy importante y bien situado en su profesión por lo que todo lo que le rodea tiene que ser intachable y eso, por supuesto, incluye a su familia.
     La familia Costa era pues, a ojos de todos, una familia ejemplar. Él, Damián Costa, afamado cirujano, amante esposo y padre cariñoso, siempre preocupado por el bienestar de su familia. Su madre, Fabiola Márquez, esposa abnegada, dedicada en cuerpo y alma al cuidado de su marido e hija. Y ella, Chiara, la hija inteligente y discreta, que jamás dio un motivo para el escándalo y que acabó por dar la sorpresa cuando decidió no seguir los pasos de su padre y escoger la carrera de Periodismo.

     Una foto familiar preciosa si no fuera por el hecho de que era todo fachada. Chiara siempre se sintió la oveja negra de la familia; sentía que no terminaba de encajar en aquel puzzle de perfección que se empeñaban en crear; se sentía culpable por no poder dar a sus padres la hija perfecta que tanto ansiaban; se sentía mal por querer salir de aquella foto de reportaje dominical y vivir su vida de la forma que ella misma decidiera.

     Durante años, sus padres se han encargado de recordarle lo decepcionados que están de sus decisiones, en especial su madre, cuya frase favorita era «¿Qué va a pensar la gente?» Qué van a pensar de que no eligiera Medicina, qué van a pensar de que dejara a su "perfecto" novio, qué van a pensar de que la vieran por ahí con unos y otros, qué van a pensar si descubren que trabaja en el mundo de la noche, y un largo etcétera que recitaba como las letanías de un rosario cada vez que la tenía delante.

Déjame volar [+18] ©Where stories live. Discover now